Capítulo 6. Parte 1.

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No podía dormir. Mi mente iba como una moto de un problema a otro. Leo, los ensayos, la editora pidiendo que escribiera el final de una historia que ni siquiera había leído, mis padres amenazando con el psicólogo... ¿Qué estaba pasando con mi vida? ¿En qué momento había perdido tanto el control? Se suponía que esos debían ser los mejores años pero me sentía desbordada, absoluta y totalmente abrumada por todo el mundo. Como si llevara algo encadenado a la pierna y una fuerza invisible se empeñara en ponerle más y más lastre para impedirme escapar... ¿Por qué nada podía ser normal?

Ese día, encontré cerca de siete llamadas y cinco emails de Joanne Grey. No había respondido a ninguno pero por más que fingía ignorarlo, ese tema seguía ahí. Sería injusto decir que lo tenía claro. No soy una persona horrible. Si tu mejor amiga te pide algo, lo haces.

Si ella me hubiera sugerido que saltara por un puente, seguramente lo habría hecho. Paracaidismo, puenting, ... Dios, ¡cualquier cosa! Sin embargo, ¿aquello? No, eso era muy diferente. Lo que me estaba pidiendo era el equivalente a lanzarse de un precipicio y batir los brazos para echar a volar. Es decir, algo que de lejos ya sabes que no va a salir bien porque sencillamente N.O. P.U.E.D.E. salir bien. Era un imposible ¿En qué clase de universo esperaba que funcionase? Sería mil veces más probable que consiguiera convencer a la mismísima J.K. Rowling para que escribiera ese final... Dios, ¡Eso lo habría hecho! Esto, en cambio, era absurdo. Punto. Por más que lo pensara, por más que me lo planteara, no había forma alguna de que pudiera conseguirlo. No se trataba solo de querer, ni siquiera de poder, sino de hacerlo bien. Esos libros eran su legado, lo que había dejado al mundo. Cualquier resultado que no estuviera a su altura sería un desastre de magnitudes épicas. Uno no aprende a escribir de la noche a la mañana. Para nada. Joder, ni siquiera escribía un diario. Todos los años alguien me regalaba alguno y nunca había sentido la necesidad de utilizarlos. Llámame simple, no sé. Prefería dormir antes que perder una hora relatando mi día porque el siguiente sería exactamente igual. Es cierto que ahora me arrepiento un poco. Me habría gustado echar un vistazo a la Olivia inocente y despreocupada de antes más de una vez, pero ya es tarde para eso. Lo que me hacía vacilar era, ¿cómo narices niegas la última voluntad de alguien a quien quieres? ¿No es eso... cruel?

Cansada de dar vueltas en la cama, huí a la ducha. Dejé que el agua recorriera mi piel en un intento desesperado porque arrastrara alguno de los problemas consigo. Debía centrarme, volver a recuperar las riendas y tomar decisiones. Ella se había ido y no iba a volver. Eso era lo que más pesaba. Habria podido con todo lo demás, pero perderla había desbordado mi mundo. Estaba cabreada y dolida. Me sentía impotente. Necesitaba respuestas y ya nadie podría dármelas. ¿Tenía sentido que siguiera apalancada en eso? No me contó que estaba enferma, ni lo de su libro y ninguna de las dos cosas me gustaba pero esas fueron sus decisiones. Todo cuanto podía hacer yo se reducía a tomar la mía y debía hacerlo ya porque estaba afectando a todo a mí alrededor. En realidad, tampoco sabía dónde estaba la duda. Cada célula de mi cuerpo suplicaba que fuera honesta y dijera en voz alta lo que sabía desde el primer momento: que no podía cumplir el deseo Eleonor. La única razón que me impedía ser sincera era algo que se clavaba con fuerza en mi corazón; la necesidad desesperada de perdonarme a mí misma. La culpabilidad... No había descubierto que estaba enferma cuando la tenía frente a mis narices, ni siquiera aquella noche. Si me hubiera quedado un par de minutos más frente a su puerta quizás incluso podría haber llamado a alguien y salvarla. Quizás había muerto por mi culpa... Eso superaba todo, por encima de cualquier otra cosa y en mi fuero interno creía que la única manera de perdonarme era cumpliendo su deseo. ¿Era absurdo? Ni idea. Dudo que nadie pueda pensar de manera coherente cuando se encuentra bajo el yugo del dolor y de la desesperación pero ese pensamiento era el resultado de mi carga y de mi propio sufrimiento. Aunque, bueno, quizá sí que me estuviera volviendo loca. ...¿no? Al fin y al cabo me lo estaba planteando y, ¿cómo iba yo a escribir un libro?

Salí de la ducha y me envolví en una toalla. El despertador sonó justo cuando entré en la habitación. Lo apagué y mis ojos se quedaron clavados en la estantería... Solo había una cosa ahí que había sobrevivido en su lugar después del arrebato de furia la pasada noche; sus libros. Tal vez solo hubiese un sitio donde pudiese encontrar esas respuestas.

—¡Olivia, es hora de levantarse!—Escuché a mi madre desde la cocina.

Cogí aire. Últimamente me obligaba a hacerlo todo el tiempo. ..

Cuando salí a la calle, vi un coche aparcado frente al porche de la entrada. Era un viejo Ford Focus blanco de más de veinte años. Al instante, Harry me pitó desde el asiento del conductor. Él es un año mayor que yo así que tenía carné de conducir, aunque no el dinero para permitirse un coche nuevo.

—¿Qué haces aquí?—le pregunté, sorprendida. Harry vivía justo en el lado opuesto de la ciudad.

Él sacó su cabeza pelirroja y su codo izquierdo por la ventanilla y con una mueca, dijo:

—Me siento fatal por lo de ayer—respondió. —Lo siento

Miré hacia otro lado, algo incómoda.

—En realidad, creo que tenías razón.

—¿Por qué no subes? Te llevo y prometo traerte luego.

Alcé una comisura de la boca.

—De acuerdo.

Quiero a Harry una barbaridad. Él es mi muro de apoyo. Me ha visto en mis momentos buenos y en todos los malos y resulta realmente difícil ocultarle algo, aunque aún no le hubiera dicho lo que estaba ocurriendo. Es matemáticamente imposible enfadarse con él.

Me acomodé en el destartalado asiento del copiloto y Harry se incorporó a la carretera.

—Así que le has robado el coche a tu madre, —observé para intentar que no se notara el dolor y la angustia que bullían dentro de mí— ¿Puedo saber quién es tu ligue hoy?

La verdad es que no hacía mucho tiempo que se le podría considerar un ligón sin remedio. Un par de años antes, cuando conocía a una chica, pasaba automáticamente a la Friend Zone. A la gente, en general, le cuesta creer que a los bailarines les gusten las chicas por el simple hecho de embutirse en unas mayas y ser capaces de levantar su pierna muy por encima de la media femenina. Sin embargo, dentro del estudio ha tenido varios affaires y eso que le encanta quejarse de las crueles, estiradas y pérfidas bailarinas. Nunca, jamás, le ha dicho que no a ninguna,... Como novio tengo la sensación de que era un caso perdido pero como amigo valía su peso en oro.

—No, tonta. Lo he traído por ti.

Sonreí un poco y bajé un momento el parasol para comprobar cómo de graves eran mis ojeras y volví a subirlo un instante después. Tal y como esperaba, unos enormes discos rodeaban a placer mis ojos con un prominente color violáceo. Sentí que Harry desviaba una mirada hacia mí.

—¿Va todo bien?

Apoyé el codo contra la ventanilla y pasé mi mano por la frente. No, aún no había llegado el momento de decírselo.

—Duermo mal-resumí- Y mis padres quieren que vaya a la psicóloga.

Él dirigió sus ojos hacia mí, de nuevo, serio..

—Quizá sea buena idea....

—No me estoy volviendo loca, Harry. Al menos, aún. Tengo mil cosas en la cabeza pero achacar todo a lo que ocurrió es injusto. Además, paso de que parezca que soy incapaz de tolerar el estrés, ¿quién me contrataría, entonces?

—¿A qué, exactamente, no quieres que "achaquen todo eso"?

—Ya sabes a qué me refiero.

—Sí, pero nunca lo dices. Te conozco y hasta que no empieces a decirlo en voz alta, no vas a asimilarlo. Eleonor murió.

Sentí un escalofrío por todo el cuerpo.

—No vuelvas a decir eso—le advertí.

—Murió, y tú tienes que aceptarlo.

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¿Quieres ver a los personajes? Puedes hacerlo en mi instagram: anissabdm 


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⏰ Last updated: Jan 28, 2019 ⏰

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