Capitulo 4. Parte 2.

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—Eso es ridículo. –Me puse en pie de un salto— Habría prestado más atención, Habríamos tenido más cuidado, Yo...

Ella cogió mis manos desde su sitio y tiró un poco de mí para que volviera a sentarme.

—Cielo—, Acarició mis dedos con sus pulgares— eras la única que no la trataba como si fuera frágil. Contigo se sentía normal...

Apreté los labios con fuerza. Habían empezado a temblar.

—Pero no es justo. Yo...—Tuve que cubrirme la cara porque iba a romper a llorar.

—Lo sé, cariño—La voz de Marta se había quebrado por completo. Alcé la vista y vi que había empezado a llorar también. Eso hizo que me sintiera aún peor. —Pero era feliz. Lo fue hasta el final. Los médicos dijeron que no se enteró.

Me puse en pie, incapaz de soportarlo. No era justo, no podía ir allí para hacerla sentir aún peor.

— Perdona, Marta.

Ella se levantó y me abrazó con fuerza. Apreté la mandíbula para intentar contener con todas mis fuerzas la enorme presión que luchaba por escapar de mi pecho.

—Debería irme—musité con un hilo de voz

Ella tardó varios segundos en aflojar el abrazo, pero asintió con tristeza y me condujo hacia la entrada.

Antes de salir, volvió a estrecharme y colocó la carta en mi mano.

—Te quería mucho, Olivia.

La estreché entre mis brazos una vez más y me alejé veloz hacia la moto sin pronunciar palabra y con las mejillas empapadas en lágrimas. Si abría la boca, no podría contener el dolor dentro de mí...

Justo al final del caminito de piedras que serpenteaba entre el césped, choqué de frente con alguien que se dirigía hacia la entrada. No importaba. Nada tenía importancia en ese momento, pero sentí que se giraba hacia mí. Llegué hasta la moto, me puse el casco y me alejé de allí. Una horrible sensación me pesaba por dentro como una losa, ardiendo en mi pecho y tan grande que no podía procesarla en mi cabeza.

El trayecto de regreso fue eterno. Solo deseaba encerrarme en la habitación y lanzarme al consuelo de mis almohadas. Quería gritar, berrear hasta que mis pulmones se quedaran sin aire o mi garganta sin voz y a ser posible romper todo en busca de un pequeño alivio que frenase el dolor, la rabia y la impotencia que hervían dentro de mi cuerpo como una llama incandescente e imparable.

—Cariño, ¿qué ocurre? —Mi madre me interceptó en la entrada. — ¿Por qué no estás en clase?

— ¡Déjame!

Sé que mi madre intentó seguirme, pero se detuvo. Su instinto le advirtió de que necesitaba estar sola, y yo me sentí infinitamente agradecida por ello. No entendía nada, absolutamente nada y solo deseaba huir del mundo. Subí corriendo las escaleras y entré en mi habitación como un huracán.

Cuando por fin estuve dentro, empecé a dar vueltas de un lado a otro. No tenía ni idea de qué hacer. Iba a una esquina, pensando a toda velocidad, luego a otra... Las palabras de Marta se repetían en mi cabeza una y otra vez. Una y otra y otra y otra vez... Pero era imposible. Conozco a Leo, o, la conocía, ... Ella nunca, jamás, JAMAS en la vida habría hecho eso. Me lo habría contado. ¡Me habría dejado despedirme, joder! No habría sido tan cruel. Ella...ella...

Me lancé sobre la cama y hundí la cara entre la montaña de cojines. Mi corazón latía a toda velocidad, lo oía retumbar en mis oídos y lo sentía bombear contra mi cuerpo. . Saber que ella era consciente de que se estaba muriendo y no haber hecho nada me mataba. Era como si me pellizcaran el corazón y lo retorcieran entre los dedos.

—Livi...—Escuché susurrar a mi madre. Al parecer, había decidido arriesgarse a intentar consolarme. Sentí cómo se sentaba en la cama y acariciaba mi espalda— ¿Qué sucede, cariño?

— ¡Ella lo sabía!—exclamé contra un cojín—Sabía que iba a morir y no me lo contó. ¡La odio!

—A lo mejor no pensaba que fuera tan grave.

Me giré hacia ella.

—Escribió una carta, mamá—Alcé el papel que me había dado Marta y lo hice bailar delante de su cara—. ¡Claro que lo sabía! Se aseguró de atar su libro, pero no de mí. ¡No de mí!

Volví a lanzarme contra la almohada, llorando desconsoladamente.

—En ese caso, fue su decisión y debes respetarla.

— ¡La odio!—repetí entre sollozos, retorciendo la almohada con los puños — ¡Debía confiar en mí! ¿Por qué no lo hizo?

De pronto era como si no la conociera.

—Eso no es justo, cariño. Sé que no lo dices en serio.

Intentó abrazarme, pero yo me separé y me volví hacia ella, con los ojos enrojecidos.

— ¿Vosotros lo sabíais?—increpé.

—Cielo...

— ¡Dímelo! ¿Lo sabíais?

— ¿Cómo íbamos a saberlo, hija?

De nuevo, intentó acercarse pero me levanté y me senté en el alféizar de la ventana, me rodeé las piernas con los brazos y hundí la cabeza entre las rodillas.

—Necesito estar sola—gemí.

—No puedo dejarte así.

— ¡Déjame!—insistí— De verdad...

Mi madre me miró en silencio y la oí coger aire, preocupada. Era consciente de que a mis padres se les escapaba esa situación de las manos. Sentía su impotencia, a veces también su desesperación,... Sin embargo, en aquel momento, era como si una parte de mí quisiera que todo el mundo sufriera lo mismo que estaba soportando yo... No era justo. Era cruel y no me siento orgullosa de ello...

— ¿Y la carta?— preguntó ella en voz baja, con el sobre en la mano.

—Guárdala, tú, mamá. Yo, ahora mismo. No...

—La colocaré aquí—Vi cómo abría el cajón de mi mesilla y la guardaba dentro. —Voy a dejarte para que puedas desahogarte. Si me necesitas, vendré corriendo.

—Vale—musité, sorbiendo de nuevo por la nariz.

En cuanto oí que cerraba la puerta, regresé a la cama, miré a mi alrededor y, en un arrebato, me levanté, abrí mi armario, saqué una caja enorme y la volqué sobre la cama. Acto seguido, empecé a guardar dentro todo lo que tenía que ver con ella, empezando por el mural de fotos que decoraba la pared por encima de mi cabecero, rodeado de luces de colores, y terminando por la última falda que le había cogido prestada. Cuando quité todo, fue como si un huracán hubiera arrasado toda la habitación que, de pronto, parecía fría y desangelada. Entonces, me tiré de nuevo en la cama, estreché la almohada con fuerza entre los brazos y ahí, lloré como hacía semanas que no hacía.

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¡Seguimos! :)

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Somos polvo de estrellasWhere stories live. Discover now