Capítulo 5. Parte 1.

448 51 0
                                    

He pensado en la muerte y en el dolor cada día desde aquella noche. Supongo que la obsesión es una de las fases no oficiales de la aceptación. Obsesión por entenderlo, obsesión por creer que de verdad hay "Otro lado",... Obsesión por aferrarte a algo para no hundirte en el abismo. El dolor es un larguísimo túnel sin luz y sin final, un lugar desértico y oscuro que se cierne sobre ti y te aísla de todo, incluso de ti mismo. La gente dice que hay que avanzar por él, aprender a orientarse para llegar al otro lado. Insisten en que siempre hay un final. La mayor parte de las veces es gente que nunca ha estado en él, personas que se mantienen al otro lado, ese en el que hay esperanza pero en el que tampoco están a salvo, inconscientes aún de su propia vulnerabilidad. Si embargo, yo sentía tanto miedo que me había quedado ahí, en medio de la oscuridad, agazapada, esperando sin éxito a que la luz regresara o con la esperanza de acostumbrarme a esas tinieblas y volver a vislumbrar algo entre las sombras.

Creo sinceramente que tenemos un sistema de defensa natural contra el sufrimiento que nos impide sentir el dolor o, incluso recordarlo, cuando llegamos al límite. Exactamente igual que cuando uno se desmaya porque tiene una fractura abierta o demasiada fiebre. El cuerpo, que es sabio, en su afán por sobrevivir, desconecta.

No tengo ni idea de cómo se mide el dolor. Supongo que cuando sientes que una mole de cemento te aprisiona el pecho sin dejarte respirar o cuando por mucho que gritas no sientes ningún alivio.

No, no tengo ni idea pero, sea como sea, el corazón sabe cuándo llega al límite y, entonces, se endurece. Desconecta de la única manera que le permite seguir latiendo. Yo creía que lo de las corazas era algo que quedaba bien en los chicos malos de las películas o los libros pero no se trata de algo poético, sino de supervivencia. ... Te vuelves insensible para protegerse. Aprendes a vivir en la oscuridad del túnel. Y ese estado catatónico en que solo eres un espectro que no vive, ni disfruta, es mucho peor. Al fin y al cabo, somos lo que sentimos. Cuando llegas a la fase en la que tu corazón no siente, una parte de ti muere, se apaga... Y eso es peor que el dolor en sí. El dolor, al menos, te recuerda que estás vivo. Yo recuerdo perfectamente cuándo llegué a ese límite y fue la mañana siguiente a descubrir que mi mejor amiga había muerto, de repente. No fue al ver la calle cortada, la cinta amarilla de la policía, cuando vi su pelo y su mano inerte y grisácea asomando por el marco de la puerta de su casa bajo la sábana blanca, o cuando el sanitario me impidió pasar y sus labios pronunciaron esas dos palabras: "Ha muerto".... Ni siquiera cuando mi propio grito partió mi pecho. No. Fue el horrible día posterior, cuando desperté y me di cuenta de que todo aquello era real y no una terrible pesadilla y la verdad cayó a plomo sobre mí. La terrorífica certeza de que no había esperanza, de que ella nunca regresaría,.... Ese día mi mundo se hizo añicos desparramando los pedazos por toda mi realidad, y mi desgarro se transformó en granadas que destrozaron todo alrededor. Aquel día, y muchos otros después, deseé arrancarme la piel a tiras, literalmente, pedazo a pedazo, segura de que ese dolor aliviaría el de la llama que me atravesaba, feroz e inagotable. Quise golpear todo, incluso a mi misma, para despertar de ese sueño... Pero no lo hice. No desperté... Entonces, la impotencia amenazó con volverme loca, la impotencia por encima de todo por no entenderlo y no poder cambiarlo... Ese fue mi máximo. Pasé por casi todas las fases, hasta que, finalmente, mi corazón entró en hibernación o en coma auto infligido y, desde entonces, aunque yo no era consciente de ello totalmente, me convertí en un espectro. En un dementor que pululaba por ahí absorbiendo la energía de mi familia que, desesperada, ya no tenía ni idea de qué hacer para ayudarme...

— ¿Qué te ocurrió ayer?—me preguntó Harry al día siguiente, después de varias horas practicando, mientras metíamos "a la de tres" los pies en sendos cubos de agua con hielo. Llevaba evitándole todo el día pero en ese momento, no había forma de huir de aquella conversación.

Somos polvo de estrellasWhere stories live. Discover now