Capítulo 1

969 96 8
                                    

¿Alguna vez ha ocurrido algo que te ha cambiado hasta el punto de no reconocerte? ¿Has deseado ser la persona que eras antes? Yo sí, todos y cada uno de los días desde entonces.

El tiempo se vuelve extraño cuando pierdes a alguien. Pasa de eterno a fugaz sin que te des cuenta.

Por alguna inexplicable razón el mundo no se había detenido con la muerte de Eleonor. De hecho, había continuado girando a una velocidad que aún hoy me parece exagerada. Yo todavía sentía que había sido ayer cuando la había visto por última vez, pero de eso hacía ya cuatro meses y a pesar de no haber notado ese paso del tiempo, sentía mi vida anterior tremendamente lejana.

Ya ni siquiera recodaba cómo era todo antes de aquella noche. Cómo era levantarme sin sentir el péndulo que tiraba de mi corazón de un lado para otro sin cesar ni un minuto, llevándome del dolor a la incredulidad y de ahí al miedo y la impotencia. Pensar que hubo un pasado en que no tenía que preguntarme por qué ocurrían ciertas cosas o en el que no tenía que forzarme a recordar que todo era diferente casi parecía una broma macabra o un extraño sueño...

Vi la pantalla del móvil encenderse al otro lado de la sala. Lo había dejado cargando en el suelo a primera hora y se me había olvidado guardarlo. ¿Cómo había podido ser tan idiota?

—Jeté, jeté—indicaba Filippa, dando vueltas por la sala. Aparté los ojos de mi teléfono antes de que ella dirigiera su atención al punto que yo miraba. Por suerte, estaba en silencio...—, andanté, más ligegas, déjense llevag por la música. Plié, plié, y gran plié. Eso es, eso es.

Los acordes del piano terminaron con una nota sutil y recuperé la posición inicial junto a la barra.

Mi vida se había confinado en torno a los cuatro espejos que cubrían cada centímetro de pared de la sala de ballet.

Bgavo, señogitas. Pueden estigag.—Dio otra vuelta a la sala y añadió—Mañana segá la última clase. Guecogdag vaciag las taquillas. Gasias...

Me pasé una mano por la frente, agotada. Harry, a mi lado, me devolvió la misma expresión. De hecho, parecía más acelerado de lo normal, empezó a estirar deprisa, como impaciente.

—Tengo que irme ahora, ¿vale?—susurró.

Levanté una pierna sobre la barra para comenzar a estirar los músculos, mucho más relajada que él. El resto de la clase hacía lo mismo en silencio.

—¿Va todo bien?

—Más que bien—sonrió.—Luego te cuento.

En ese momento, se soltó el pequeño moño y su pelo anaranjado cayó en cascada sobre sus hombros, algo prohibido en esa sala. Filippa lo consideraba una falta de respeto. El ballet es exigente y la conducta se toma muy en serio. Así nos lo había recordado día tras día durante años. Sin embargo, en ese momento, Filippa daba vueltas por la clase y no parecía haber reparado en él.

—De acuerdo—Forcé una sonrisa.

Harry era mi mejor amigo. De hecho, lo sigue siendo. Ya lo era cuando Leo estaba allí pero después de todo lo que había ocurrido, se había convertido en el único amigo de verdad que me quedaba. Nos conocimos en la escuela hace años y hemos practicado tantísimas horas el uno con el otro que juraría que le he visto a él más tiempo que a mi familia.

—Hasta mañana, señogitas. —Le dijo Filippa a un pequeño grupo que se disponía a salir de la sala.

Harry se escabulló veloz tras ellas.

Sonreí al comprender la razón de su prisa. La historia de Harry es dura, bastante dura, de hecho. Es un superviviente en muchas de las formas en que podría serlo pero a pesar de ello, ha conseguido desarrollar una seguridad en sí mismo que nunca deja de sorprenderme y, últimamente, cosechaba muchos éxitos entre las chicas de la escuela. Si le preguntaras, él te diría que triunfa por su pelo, que es tan poco común que le hace destacar, para bien o para mal, entre la multitud. Misma razón por la cual lo llevaba tan largo. Pero yo no creo que sea solo eso. No conozco a ningún chico al que tener la cara plagada de pecas le quede tan bien. Supongo que tiene algo que ver la naturaleza que le ha agraciado con unos pómulos altos, una nariz recta y unos labios súper blanditos que, juntos, consiguen que todo tenga una armonía perfecta. De raro, es guapo. Esa es la conclusión, aunque mi rasgo favorito de él siempre han sido sus ojos. Son tan azules que, aún hoy, consiguen que me quede embobada mirándolos.

Poco a poco, la sala se fue vaciando de gente. Cuando salió el último, yo seguía sentada en el suelo. No me importaba quedarme sola, porque adoraba ese lugar. Junté las piernas, bajé el abdomen sobre ellas, sujetando los tobillos con mis manos, y apoyé con facilidad la cabeza en mis rodillas, respirando de forma acompasada.

— ¿Aún aquí, Olivia?—preguntó la mujer unos minutos más tarde. Llevaba ya la mochila al hombro y las llaves tintineaban en su mano.

—Ya he terminado—respondí.

No la he presentado aún pero Filippa, con ese nombre tan singular, era la profesora de ballet. Debía rondar los setenta y cinco. Sin embargo, era de ese tipo de personas inagotables que sienten auténtica pasión por su trabajo. Supongo que precisamente por eso llegó a ser una de las bailarinas más reconocidas del país y, desde luego, un ejemplo a seguir para todos los que hemos conseguido estar bajo su tutela. No conozco a nadie que no le tenga una enorme admiración. A su edad, conservaba la gracia y la delicadeza de movimientos que toda una carrera le habían brindado. Todo lo que sé, cuanto he aprendido del ballet hasta la fecha, se lo debo por completo a ella.

Me puse en pie para dirigirme hacia mis cosas, que había dejado en un banquito junto a la entrada de la clase.

—Está bien, Olivia. En cualquieg caso, quegía hablag contigo sobge el intensivo de vegano.

Estaba pasando la cabeza por mi camiseta y me detuve en seco al escuchar eso. Llevaba semanas esperando averiguar si había conseguido colarme en el grupo. No había accedido a la matriculación porque perdí totalmente la noción del tiempo con la pérdida de Eleonor.

— ¿Qué le han dicho?—pregunté.

El corazón iba a mil por hora. Aquello era importante, muy importante, para mí.

—Le expliqué tu situación a secgetagía. Sin embago alegagon no haceg excepciones. No seguía justo paga otgos bailaguines. Les dije que estaba seguga de que lo entendeguías.

—Pero ... ¿y las audiciones?

—El estudio estagá abiegto todo el vegano pego yo cgreo que debes descansag.

—¿Des...descansar? —Sonó, exactamente como si me hubiera insultado—Tengo que mejorar, sino... ¿cómo voy a ...?

Ella cogió aire y me dirigió una mirada extraña, quizás maternal.

—Olivia, tu técnica es coguecta pego no cgeo que sea tiempo de lanzagte a nivel pgofesional.

— ¿Cómo dice?—musité.

—Eges disciplinada y muy coguecta pego debes cuidag tu entegeza. Bailag a nivel pgofesional gequiege de mucha fuegza mental y no siento que estés pgepagada paga eso. No después de lo que ha pasado.

— ¿Va a impedirme participar?

—Es una guecomendación. Pgueba a centgagte en ti un tiempo. Te he enseñado bien. No pegderás talento ni técnica pogque dediques unas semanas al luto. —Colocó una mano en mi hombro, intentado reconfortarme. —No tengo ninguna duda de que llegagás lejos pego a veces hay que invegtig antes en uno mismo. Ten—Me entregó un pequeño taquito de folletos—Son repgesentaciones pgogramadas para este vegano de todo el país. No quiego que desconectes. Ahoga descansa. Nos vemos en un gato.

Bajé la mirada. Ningún ruido salió de mi boca. Nunca se le rebatía nada a Filippa aunque tampoco habría podido hacerlo. En ese momento, tenía un nudo enorme en la garganta.

—Paguece que está lloviendo. Ten cuidado ahí fuega.

Ella me dirigió una sonrisa cortés y sostuvo la puerta para que saliera. 

________

¿Os está gustando? :D 

Somos polvo de estrellasWhere stories live. Discover now