Capítulo 1 | Así comenzó todo

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Recuerdo la primera vez que vi a Ansel Elgort. Recuerdo que todos volteamos a ver al chico con una sudadera roja y pantalones de mezclilla demasiado alto y atlético para tener nuestra edad. También recuerdo el dolor que sentí al caer al piso por estar tan concentrada en verlo. Ni siquiera tengo palabras para describir lo que sentí en ese momento. Sentí que me derretía y toda yo era atraída hacia el cómo las abejas a la miel. Era inalcanzable y unas semanas después, él ya había destacado en todo. Era muy inteligente y era bueno en el fútbol ¿qué más podía pedir una chica de en ese entonces 15 años como yo, Olive Lancaster?

Yo soy completamente diferente a Ansel. No soy bonita, ni atlética y definitivamente me cuesta trabajo la escuela. Ahora ya tengo 17 y les puedo decir con seguridad que no sé cómo se siente tener novio ni dar un beso y tampoco ir a una fiesta. Sí, esa soy yo, la fracasada Olive enamorada del chico más encantador de la escuela. Si no fuera por mi amigo Ian, no sé qué haría en la escuela. Tal vez comer todo el día en la cafetería como Todd, aquel chico de último año que lo primero que hace cuando te ves es preguntarte qué shampoo utilizas.

Pero no me crean una cobarde, no señor, soy toda una osada. O por lo menos soy tan osada como se puede ser cuando le confiesas la verdad a la persona que te gusta. Es una sensación muy rara, a decir verdad. Sientes un nudo en la garganta, la sangre se te sube a la cabeza y los nervios son demasiados para controlarlos, así que tiemblas. Vas con la esperanza de ser correspondido y te imaginas toda una vida al lado de esa persona. Obviamente, por ser yo, eso jamás pasó. Recuerdo haber salido de clase de Química, la única clase que tenía con él hace 1 año, porque ahora compartimos todas las clases, cosa que me encanta y me parece perfecta. Bueno, regresando a mi horripilante y fracasada confesión, recuerdo haber salido del laboratorio y haberlo esperado. Yo de verdad quería esperar más tiempo, pero Ian había insistido en que debía hacerlo antes que Debby Griffin, la capitana del equipo de porristas y mi infierno personal.

Él salió y me paré enfrente de él, bloqueándole el paso.

—Hola Ansel —dije yo con la voz entrecortada.

—¿Hola? —respondió con su voz profunda. Él ni siquiera sabía mi nombre, lo sabía.

—Q-Quiero darte esta carta, espero que la leas. Hasta luego.

Y salí corriendo lo más rápido que pude en dirección contraria sin siquiera ver su expresión. Ian me había regañado por habérselo dicho por una carta, pero era lo más que podía hacer. Si me rechazaba, sería mejor que lo hiciera por carta y no a la cara. Rompería mi frágil corazón. Pasé dos semanas esperando alguna respuesta por parte de Ansel y la espera parecía valer la pena cuando Ian llegó corriendo a mi encuentro un martes a primera hora.

—¡Olive! —gritó mientras llegaba a mí con las mejillas rosadas por el esfuerzo—. Ansel preguntó que si alguien conocía a una chica pequeña, castaña y debilucha en la entrada ¡obviamente se refería a ti! Entonces le dije que te conocía y me dio esto —me dijo emocionado, dándome un papel. Casi se me había olvidado que Ansel e Ian pensaban que yo era pequeña, castaña y debilucha. Sostuve el papel entre mis manos. No sabía qué hacer, estaba en shock—. ¡Vamos, ábrelo!

Y eso fue lo que hice pero deseé jamás haberlo hecho. Era mi carta. La carta que tanto trabajo me había costado hacer y redactar ¡corregida! ¡CORREGIDA! ¡MI CARTA TENÍA UNAS MALDITAS CORRECIONES DE ORTOGRAFÍA! Estaba enojadísima, esto era una humillación, y él me iba a escuchar. Claro que no sabía lo que iba pasar cuando lo confronté porque si lo hubiera sabido, jamás lo hubiera hecho.

Esperé justamente a la hora del almuerzo. Ian me había dicho muchísimas veces que no hiciera el ridículo pero de verdad que estaba enojada. Echaba humo por las orejas, estaba igual de roja que las mejillas de mi mejor amigo. Encontré a Ansel sentado solo, como siempre. Sabía que era el momento. Y si le pudiera decir algo a mi yo de ese entonces, le hubiera dicho que no abriera la boca y se fuera lentamente hacia atrás.

—¿Qué te crees? —le grité, estrellando la carta contra la mesa. Todos en la cafetería nos miraban y hacían un círculo alrededor de nosotros—. ¿Crees que puedes humillar mis sentimientos de esta manera? ¿NO ERA MÁS FÁCIL NO RESPONDER? —le dije temblando de rabia. No de nervios, como hacía un par de semanas. Él se levantó , opacando mi 1.62 metros de estatura.

—Tu carta decía que querías que respondiera, así que esa es mi respuesta. No sé cómo te llamas pero con sólo verte, se que jamás podría sentir algo por ti ¿entiendes?—me dijo calmadamente, haciéndome sentir como la mosca más insignificante de la Tierra.

Y se fue. Todos se reían de mí. Yo había recibido la humillación más grande de mi vida y él ni siquiera se había inmutado. Eso había sido cruel.

Así que desde ese día, sentía por una él una especie de amor/odio que sé que todos hemos sentido en nuestros años de existencia. Y como tengo dignidad, nunca le había dirigido la palabra nunca más y me había dedicado a observarlo de lejos.

Poco a poco lo veía con más personas a su alrededor muy parecidas a él, inteligentes y atléticas. Tal vez los estaban fabricando en serie y todos estaban yendo a parar aquí a Sky High. No estaba segura.

Así que ahora soy la Olive Lancaster de 17 años que fue humillada por el único chico que le ha gustado. Un panorama prometedor ¿no lo creen?

—Olive, tendré que cancelar nuestra ida a Fro-Yo, mi mamá quiere que le ayude a sacar unas cajas del cobertizo —me dijo Ian a la salida de la escuela. Fro-Yo era la cadena de yogurth helado más deliciosa de la historia de las cadenas de yogurth.

—No te preocupes Ian, ayuda a tu mamá. Tal vez termines haciendo un poco de músculo por aquí —le dije divertida apretando su brazo.

—Mira quien lo dice. Tú pareces un palillo con una aceituna arriba —él rió y yo le di un golpe en la cabeza.

Me despido de él y cada uno nos vamos por nuestro lado. Decido tomar un atajo hacia mi casa porque las nubes están cada vez más grises. Estoy solamente a unas cuadras, cuando escucho una pelea en donde reconozco la voz de Ansel. Me escondo detrás de un coche.

—Te he dicho que no quiero, Ezra ¿está bien? No me interesa ser uno de ustedes —dice una voz en susurros que conozco muy bien. Ansel.

—Pero piénsalo, vas a ser más poderoso de lo que ya eres. Te vamos a garantizar supervivencia Ansel—le responde el que debería ser el tal Ezra.

—A mí no me interesa eso, yo tengo a los míos. No necesito de su ayuda —le respondió Ansel más enojado. Jamás lo había visto de esa manera.

—Tú lo has decidido, Elgort. Vas a terminar como tu padre, te lo aseguro.

Y ahí fue cuando pasó algo extraordinario. Ansel empujó al tal Ezra contra el coche más cercano y pude ver sus ojos. Ya no eran del lindo color marrón usual. Ahora eran rojos. Rojo intenso. ¡Demonios! Ambos voltearon en mi dirección ¿acaso había dicho eso en voz alta?

—¿Hueles eso? —le dice Ezra a Ansel—. Al parecer hay alguien más escuchando ésto —no estarían hablando de mí. No puede ser—. No te lo diré otra vez: estás con nosotros o contra nosotros. Tú decides.

Y Ezra se fue, dejando a Ansel parado tratando de controlar su pulso. ¿Qué demonios había visto? ¿Por qué sus ojos eran rojos? ¿Qué significaba el "hueles eso" ?¿Acaso yo apestaba? ¿Qué significaba toda aquella maldita conversación?

—Vamos intrusa, sal de ahí —dijo Ansel.

Y yo me puse rígida, como un hielo.

Él no me quiere | Ansel ElgortWhere stories live. Discover now