Capítulo 22 | Búsqueda

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No sé cómo pasa el tiempo, pero para mí han sido demasiados los días que he estado ahí. Bryan viene constantemente a inyectarme esa cosa que no deja que me concentre, a alimentarme y a sacarme sangre. Odio lo segundo. Odio tener que depender de él para poder sobrevivir. Me cuenta sus horribles historias sobre cómo es que experimentará conmigo, cómo me quitará mi poder y a veces, sobre su niñez para recordar a sus padres. Yo nunca hablaba, sólo me limitaba a escuchar. Sólo podía pensar en Ansel, Ezra e Ian. En mis padres... No quería morir, no quería que todo se acabara... simplemente no.

Una parte de mí quería que no me buscaran. No podía imaginar mi vida sin esos tres chicos que me habían cuidado a su manera todo este tiempo.



Mientras Olive seguía en esa celda, Ezra, Ansel e Ian están desesperados por encontrarla. Ya habían pasado varios días en lo que Ian se había recuperado por completo. Sheila está ahí, tratando de localizarla pero no han tenido éxito. Ansel propone llevar a ambas manadas, a la suya y a la de Ezra, pero como alfas ambos saben que los están poniendo en un riesgo innecesario.

—Bryan ha sido muy listo. No puedo encontrar su mente —dice Sheila a los tres chicos que la miran con los brazos cruzados—. Lo más seguro es que haya querido mantener su mente dispersa.

—¿Y qué pasa si ella está...? —empieza a decir Ian, pero Ansel no la deja terminar.

—Ni se te ocurra decirlo. Ella está bien. Lo presiento.

—¿Y si la rastreamos? —propone Ezra—. Podemos ir a su casa.

—Sería casi inútil —contesta Ansel.

—¿Por qué? Somos tres, puede que funcione —dice Ian—. Puede que sea novato, pero me estoy acostumbrando a esto. Pueden enseñarme y creo que tendremos más oportunidad de percibir un olor por toda la ciudad.

—No perdemos nada —comenta Ezra—. Es la mejor solución que tenemos.

—Entonces ¿qué esperan? Yo seguiré buscándola —manda Sheila. Los tres desaparecen por la puerta con dirección a la casa de Olive.

Ninguno de los tres dice nada, pero todos tienen miedo de llegar demasiado tarde. Ansel siente una opresión en el pecho cada vez que lo piensa y Ezra siente que el corazón se le puede partir en dos. La preocupación y el miedo de Ian es diferente. La conoce desde siempre y perderla sería como perder a una hermana.

Entran por la ventana de su habitación y empiezan a buscar algo que les sirva, empezando por las almohadas de su cama.

—Sólo concéntrate —empieza a decir Ezra a Ian—. Su imagen vendrá sola y podrás percibirlo con más facilidad —los tres empiezan a hacer su trabajo y Ezra es quien percibe el olor primero que todos—. ¿Lo perciben?

—Sí, un poco —concuerda Ian.

—Entonces, movámonos —dice Ansel mientras salen por la ventana.

Bryan se acerca para sacarme un poco de sangre.

—¿No sería mejor que me mataras de una vez? —digo con un hilo de voz mientras veo como la jeringa se llena de mi sangre.

—Oh, claro que no. Primero necesito saber qué es lo que te hace tan poderosa. Estoy un poco celoso, a decir verdad. La mayoría de las personas ya se habría desmayado pero tú sigues aquí, todavía capaz de emitir sonidos —dice mientras sonríe como si se hubiera dado cuenta de algo—. ¿Sabes? Creo que estás lista.

—¿Lista para qué?

—Para darme todo tu poder —sentencia, y yo empiezo a revolverme entre las sábanas para que no desate mis cadenas, pero lo hace. Me detiene fuertemente para soltar mis cadenas.

Me carga sobre su hombro y me saca de la celda. Golpeo su espalda lo más fuerte que puedo pero sé que no le duele en absoluto. Me recuesta sobre una camilla y amarra mis muñecas y mis tobillos rápidamente. Noto como aquella sustancia empieza a desaparecer de mi organismo mientras él está en una mesa metálica al lado mío arreglando unos artefactos. Mi mente empieza a concentrarse y concentro todas mis fuerzas en las ataduras de mis extremidades. Noto como estas se aflojan y cuando me siento lo suficientemente fuerte para incorporarme, me levanto rápidamente y corro hacia la salida de la celda. Creo que apenas y puedo correr unos minutos, porque cuando por fin logro abrir la puerta, él ya está detrás de mí, clavándome las garras en la garganta. Truena su lengua en modo de reprobación.

—Al parecer tendré que duplicar la dosis, Olive —dice en mi oído mientras siento como con su otra mano aprieta mi brazo y me clava las garras, haciéndome sangrar. Me recuesta en la cama y me inyecta esa cosa de nuevo, dejándome inconciente de nuevo.

Es casi imposible escapar de aquí.

Los chicos pierden el rastro a mitad del camino, desesperados después de una hora de búsqueda.

—Es imposible seguirle el rastro apartir de aquí —dice Ezra, golpeándo uno de los postes de luz más cercanos, haciéndole una abolladura.

—Yo sé donde está —dice una voz de mujer a su lado. Sheila aparece de la nada, con la voz agitada —. He podido percibir su mente a unos kilómetros. Creo que está debajo del deshuesadero.

—¿Debajo del deshuesadero? —pregunta Ian, perplejo.

—Pero si lo único que hay debajo del deshuesadero es mi lugar, no hay nada más ahí, lo he revisado muchas veces —dice Ansel, ya desesperado.

—Pues al parecer alguien se ha estado escondiendo de ti, porque estoy más que segura que se encuentra debajo del deshuesadero —dice Sheila.

—Entonces ¿qué esperamos? Debemos irnos ya —dice Ezra, adelantándose a todos.

Las lágrimas salen de mis ojos por el dolor que siento. Él ha estado picandome con agujas y me ha conectado a cables eléctricos como en mis visiones. No tengo fuerza para más. Al momento de duplicar la dósis, mi mente ha estado más dispersa que nunca. No puedo hacer nada mientras él sigue sacando sangre.

No creo poder aguantar más.

—¿Ya te estás empezando a sentir débil, cierto? —pregunta, divertido —. Perfecto, ahora sí es momento de empezar.

Pone sus manos encima de mí y empiezo a sentir como si algo quisiera salir de mí. Duele tanto que empiezo a gritar. Toda su mente se encuentra dentro de mí y yo no quiero, pero él sigue jalando. Siento como algo dentro de mí explota y el sale volando hasta la pared

—Perfecto —dice mientas se levanta—, me gustan los retos.

Y vuelve a hacer lo mismo, haciéndome gritar de nuevo. Sé que esta vez, ya es demasiado tarde para que alguien me rescate.

Pero entonces escucho como todo un caos comienza a desatarse a mi alrededor.

Son ellos.

Él no me quiere | Ansel ElgortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora