CAPÍTULO 14

168 25 2
                                    

Te será extraño, querido lector, saber mi deprimente situación y que aún así esté escribiendo esta historia, ¿verdad?

Lo cierto es que no pasaron ni tres meses desde el diagnóstico que me habían dado en el hospital y nos echaron a las afueras de la ciudad para cuando sentí morir, aunque esa vez se sintió como algo definitivo.

Lo sabía, la muerte, la tan anhelada muerte por fin había tenido piedad de mí y de mi sufrimiento y venía para ponerle fin a tanto dolor y tan agónica existencia.

Intenté despedirme de Brandon, porque no podía morir sin recordarte que lo amaba y haciéndolo prometer que sería feliz, que se enamoraría nuevamente y viviría por lo dos.

Así que confiando en que el extraño sentido de muerte era certero, busqué en la oscuridad la mano de mi amado tanteando el colchón hasta dar con ella y la estrujé un poco, para que despertara.

En cuanto sintió mi movimiento, despertó y se movió rápidamente para encender la luz y saber qué sucedía.

No importó el escozor de la luz en mis pupilas, que estaban más sensibles que nunca, yo sonreí y con voz débil, casada y agónica, le hablé:

-Te amo.

No fue un sonido fuerte, fue más bien un susurro que por suerte llegó a sus oídos y deformó sus hermosas y cansadas facciones. Él lo entendió, comprendió que me despedía y negó con la cabeza rápidamente, mientras sus hermosos ojos se llenaban de lágrimas que rápidamente fueron derramadas.

-No, no, no, no -susurraba sin parar, mientras se agarraba el cabello con las manos y enderezaba su espalda, luego se acercó a mi corriendo y tomó mi mano, llorando abiertamente y mostrando tanto dolor en su mirada que sentí mi corazón más débil en aquel momento- por favor no, no aún, no tú.

-Promete que serás feliz y sonreirás por todas las sonrisas que yo no podré dar...

-No, no, no digas nada.

-... te enamorarás y tendrás hijos, seguirás en las terapias y serás muy feliz.

-No, te pondrás bien, amor, estarás bien.

-Tienes que prometerlo. Por favor.

-No, por favor me dejes.

Para ese momento su voz estaba completamente quebrada, su rostro bañado en lágrimas y estaba arrodillado justo frente mí, sosteniendo mi rostro y negándose a dejarme ir. Yo sentía cada vez más cerca la muerte, quería dejarme llevar, pero no lo haría hasta escuchar que lo prometiera.

-Por favor.

-Yo te amo, no me podré enamorar de otra, te amo, te amo. Prometo que puedo intentarlo, pero intenta seguir conmigo.

-No puedo, no más.

-Lo prometo. Puedo intentar, sí, sí puedo...

Lo miré fijamente, intentando memorizar todos sus rasgos y gestos, aún cuando se veía roto de distintas maneras. Mire sus ojos y no quise despegar mi mirada de allí, amaba sus ojos. Lo amaba a él. Por un momento sentí miedo de tantas cosas: ¿qué sería de él, o de mí?, ¿qué me esperaba cuándo cerrara los ojos para siempre? No importa, me dije, ya nada importa.

No supe nada más, pues cerré mis ojos y me negué al mundo, ahora le pertenecía a la muerte. Hubo mucho silencio, no había ruido alguno; ni el palpitar de mi corazón, ni la respiración que me daba vida, y supe que había muerto.

Es extraño, pero sabía que había abandonado el mundo de los vivos, y aún así tenía conciencia de eso, me preguntaba qué seguía, sí aparecería un túnel con una luz al final para seguir o unas escaleras que debía ascender o descender, pero sólo había oscuridad y calma, sin dolor ni angustias, sin enfermedad, sin vida.

No supe qué hacer, así que sólo lo disfruté. Había demasiado ruido en el mundo, aquí no había nada. Comprendí que por eso nunca nadie regresaba de la muerte, ¿quién lo haría si no había dolor o preocupaciones, tristeza alguna? Esa era la recompensa que nos otorgaban por vivir.

Entonces, y de la nada misma, vino un dolor que perturbó la paz del lugar, borrando la hermosura del silencio, repeliendo la muerte cuando era lo que más anhelaba; una extraña fuerza golpeó mi pecho y me hizo gritar, aunque no salió sonido alguno.

Fue algo fuerte, sin duda. Algo que nunca antes había sentido, y mientras sufría por ello, el dolor llegó por segunda vez, aunque mucho más fuerte. Sentí la necesidad de respirar, de tener oxígeno en mi torrente sanguíneo. Presa de la tan repelida desesperación, sin saber cómo, abrí los ojos y tuve el impulso de sentarme, mientras que al mismo tiempo abría la boca para poder inspirar todo el oxígeno posible, como si hubiese estado sumergida en una piscina demasiado tiempo y hubiera sido alzada a la superficie por una fuerza invisible.

Nada tenía sentido, no había explicación alguna. ¿Por qué?, ¿por qué no podía morir? Era mi derecho, mi recompensa luego de tanto sufrir, ya no quería regresar. No soportaría más, no lo quería, me negaba a volver.

Habían gritos, demasiado ruido que sin duda era muy contrario al hermoso silencio que había disfrutado antes, me dolía la cabezal, me dolía el pecho, no sentía el cuerpo y a la vez me dolía todo, ¿tenía eso lógica?

-¡Despertó!

Con voz de júbilo habló un hombre, como si hubiese presenciado un milagro, como sí yo quisiera eso. Varias voces lo siguieron, taladrando mi cabeza y haciendo que deseara volver a dónde fuese que estuve con más fuerzas que antes.

De todo el ruido, escuché una voz que sin duda conocía. Había crecido escuchando ese sonido, toda mi vida oyendo aquel tono. Todo tuvo menos sentido que antes, pero antes de siquiera unir ideas, todo se desvaneció, pero no era igual. No era la muerte.

Para cuando abrí nuevamente los ojos, odiando el poder hacerlo, sin enfocar bien y con mareos y nauseas, ví a mi madre.

Repito que nada tenía sentido, ¿esto era la muerte?, ¿vivir en un mundo donde no mueres y estás con quiénes amas? De ser así quería ver también a Brandon y a mi bebé.

El reflejo de mi madre se acercó y acarició mi rostro, como cuando tenía ocho años y no podía dormir. Lágrimas bajaban por su rostro, mientras susurraba algo que no entendía.

Intenté hablar, pero un patético dolor de garganta me lo impedía, tenía mucha sed. ¿Estaba acaso en el infierno?

-A... a... gggggg... ua.

Ella sonrió como no la había visto en mucho tiempo y desapareció de mi campo de visión.

Ese fue el fin de todo, el fin de una mentira que para mí no lo fue, y el principio de una verdad que para mí no eran más que falsedades que buscaban confundirme. Es el principio de este libro, y quizás el final del mismo. Pero escribiré más después, ahora no puedo y no quiero.

ATARAXIA.Kde žijí příběhy. Začni objevovat