Capítulo 31

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Silas me llevó hasta la azotea de la mansión y allí me tomó entre sus brazos para iniciar el vuelo sobre una sucesión de colinas verdes que rodeaban la fortaleza. El viento me azotaba el rostro, dulce y salado. Las aves blancas de pico naranja volaban en bandada junto a nosotros. Era un paraíso asombroso, imponente y salvaje, construido a base de raíces naturales.

Nos detuvimos en el borde de un acantilado. Silas me dejó en el piso y las frondosas alas negras que se agitaban detrás de su espalda desaparecieron al instante. Avancé por el terreno de piedra caliza, temblorosa a causa de la altura, y me detuve en la punta de la pendiente. Abajo, unos mil metros de altura terminaban en un campo reseco y, más allá, en la orilla de un mar azul untado con espuma blanca.

Me sentí mareada y enferma. Nunca había estado a tanta altura del mar. Aunque era un paraíso hermoso y extraordinario, tuve ganas de retroceder y sentarme en un lugar seguro. El mundo se veía pequeño desde arriba. Si había alguien oculto abajo, no lo sabía. Todo era improbable en el sitio que me encontraba parada. Alguien podría haberse estado ahogando bajo las olas, y yo jamás me habría dado cuenta.

Intenté mantenerme firme, quieta, segura, pero mis piernas retrocedieron por su propia voluntad. Necesitaba alejarme de aquel precipicio, necesitaba escapar, sin embargo, una mano en mi espalda me impidió lograrlo.

Un simple vistazo a mi costado me hizo recordar la presencia de Silas. El peliblanco me miró con su particular seriedad y señaló el vacío frente a nuestros pies.

—No entiendo por qué me trajiste aquí —dije.

—Tenemos que hablar.

Intercalé la mirada entre la punta del acantilado y los ojos de Silas.

—¿Aquí?

—Antes de que hablemos, necesito que confíes en mí.

—Yo ya confío en ti —repliqué, no obstante, mi voz no sonó muy convincente.

Silas cortó nuestro contacto y avanzó hasta que las puntas de sus botas estuvieron en el límite de la pendiente. Allí, se giró para darle la espalda al vacío y me miró de frente. Su mirada, gris e intensa, me indicó que algo malo estaba por pasar.

—Si me dices que retroceda, lo haré —anunció con seguridad—. Mi vida está en tus manos ahora. Si me dices que dé un paso atrás, nunca volveré a molestarte. Mi misión habrá terminado y tú sabrás que di mi vida por ti.

Me quedé perpleja. Fueron cinco largos segundos de silencio donde no supe que decir. Sus palabras parecían haber sido emitidas en otro idioma. Estaba impactada. No sabía qué me sorprendía más: que Silas estuviera dispuesto a dar su vida por mí, o que Silas creyera que yo le pediría dar su vida por mí.

Me pasé las manos por las mejillas, aturdida, y meneé la cabeza.

—Silas, esto no es necesario —repliqué—. No tienes que... ¿Por qué te pediría algo así?

Celeste [#2]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang