Capítulo 8

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—¡Lo que hiciste fue una locura!

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—¡Lo que hiciste fue una locura!

Scott que, al igual que Dave y los guardianes, no había hincado la rodilla en ningún momento, me agarró del codo y me arrastró hacia sí mismo. Sus brazos me rodearon, con fuerza, en un abrazo desesperado y anhelante.

Mi cabeza todavía continuaba dando vueltas. No podía convencerme de que lo que había hecho era real, y que en menos de cinco minutos había salvado a una niña pequeña. Las personas que aún estaban arrodilladas, honrándome, tampoco me estaban ayudando a despertar de aquella confusión. Estaba mareada y los oídos me zumbaban como molestas avispas.

—¿Dónde están mis padres? —pregunté, con la garganta seca—. ¿Dónde está Owen?

Scott se separó de mí y me puso las manos en los hombros.

—No lo sé, pero vamos a encontrarlos —contestó—. ¿Te hiciste daño?

Tenía los músculos agarrotados y la piel de las piernas abrasada por el fuego, pero nada de eso era tan importante como hallar a mi familia. Intercalando la mirada entre Scott y las personas que aún continuaban agachadas, negué con la cabeza. Aquella sacudida me hizo fruncir el ceño.

—No, estoy bien.

—Bien, tenemos que salir de aquí —concluyó—. Busquemos a tus padres y a Owen, y luego larguémonos de este lugar.

Una voz se interpuso en mi camino, impidiéndome hablar.

—Celeste, hay un problema. —Amber, la dueña de aquella interrupción, se detuvo frente a mí—. Los guardianes que estaban protegiendo a tus padres..., están muertos.

Mi corazón se paralizó.

Alejándome de Scott, me acerqué a Amber y la agarré de la capa, justo debajo del mentón. Sus ojos, turquesa y desesperados, se movieron entre los puntos de mi rostro con rapidez.

—¿Qué estás diciendo? —interrogué, con la voz lastimada—. ¿Qué demonios estás diciéndome?

Amber se mantuve firme, ajena al dolor que acababa de invadir mi pecho.

—Rastreamos el Smartwach de los guardianes, para hallar a tus padres, pero los encontraron afuera del estadio, sin vida —me explicó—. No sabemos qué pudo haberles pasado.

Respiré profundo, intentando conservar la calma.

—¿Y mis padres?

Amber entrecerró los ojos.

—Lo siento, pero aún no sabemos dónde están.

La alarma se encendió una vez más dentro de mi cuerpo, porque mi vida era así..., siempre era así. Cada vez que creía que las cosas podían salir bien, algo malo pasaba, devolviéndome al mismo ciclo. Era como si todo lo malo del mundo se hubiera acumulado sobre mi cabeza, en una nube gris, lloviendo cada vez que estimaba conveniente.

Celeste [#2]Where stories live. Discover now