<•> Capítulo treinta y ocho <•>

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Entonces... ¿Por qué?
¿Por qué cuándo alguien me veía por primera vez pensaba así?
¿Tan feo era, que mi estilo que no me aforecía? Nunca fui un chico preocupado por cómo me veían los demás, pero... ¿Ahora? ¿Con treinta años debía cambiar?

—Ay, perdón, cariño.

Intencionalmente me sequé las pocas lágrimas que habían salido sin poder evitarlo.

—¿Qu-qué...?

—Sshhh —Romy me hizo señas para que guardara silencio—. Si Derek me ve aquí, me mata.

Con todo el descaro del mundo, se había metido al baño de hombres.

—¿Qué pa-pasa?

—Lo lamento. No quise escuchar lo que te dijo esa vieja fea, pero fue imposible. ¿Qué pasó? ¿La primera impresión? —asentí.

—Fenomé... Fenó-nómeno.

Debía ser honesto, hacía muchísimo tiempo que no escuchaba esa palabra para mí. Lo básico era: retrasado, tonto...

—¿Así te llamó? —volví a asentir, dándome una última mirada en el espejo—. Vieja maldi-

—Sshh —menos mal la detuve a tiempo. No me gustaban las malas palabras—. Ya —la tomé de la mano y nos dirigimos afuera—, ya no impo-porta...

—Ay, cariño. Y tan buena gente que se ve.

—Ajá... —¿ella ya la conocía? Decidí enarcar una ceja, curioso—. ¿Po'qué?

—Porque cuando andábamos en América, Derek hizo una vídeollamada y ahí la conocí —ni siquiera yo la conocía y eso que ya había ido a su casa—. Me dijo que estaba feliz que alguien co... —se detuvo al verme cruzar los brazos, evidentemente incómodo por sus palabras—. Bueno, el punto es que se veía muy buena persona.

—Jumm...

—No te pongas celoso conmigo, mi amor —apoyó un peso en una pierna y chasqueó los dedos—. ¿Crees que me metería con Derek? —su rostro cambió a uno de desagrado total— Oh, por Dios. No podría vivir con un tipo que se queda dormido en el auto apenas se sienta.

—¿Qu-qué?

—Ay, ¿no te ha contado? —negué—. Bueno, un día salimos tardísimo de una reunión, me pidió a mí que manejara porque estaba cansado, Tamara venía en los asientos de atrás y como te digo, apenas se sentó, se puso el cinturón y en segundos, sus ronquidos nos estaban volviendo locaaaaas —se sostuvo la cabeza con exageración—. Yo no sé cómo diablos vas a hacer cuando vaya follarte como alfa en celo, porque segur- ¡Ahmm, unmm!

Otra vez, estaba callándola, pero esta vez, hice el máximo esfuerzo para taparle la boca.

—¡Ujumm! —me daba golpes en la mano para que la dejara en paz. La torturé unos segundos más hasta que la solté—. Ah, mierda, Ivo. Te manchaste los guantes.

¡¿Qué?! Me miré las manos y mis blancos bebés estaban manchados de labial rojo, ahora tendría que cambiármelos de nuevo.

—Arrgh... —mascullé, fingiendo limpiarme en su blusa de flores rojas.

—Es que en serio —volvió al tema, arreglándose el cabello—, hazme caso. Ponle unas pastillas en una bebida, para que no se duerma; porque después vas a quedar con ganas, corazón.

—Nooo, yo...

—¡Ja, ja, ja! ¿Qué siempre te pones rojo cuando alguien habla de sexo? —de nuevo, sentía mi rostro bastante caliente—. Ay, eres tan cute. Cariño mira, quiero que te quede algo bien en claro, ¿de acuerdo? —la miré extrañado—. A mí no me gusta el jefe, ¿está bien? Estoy empezando una salir con un tipo del Sector Creativo, su nombre en Ale —abrí los ojos a más no poder mientras una enorme sonrisa se dibujaba.

—No diji-jiste naa...

—¡Bah! Apenas estamos conociéndonos, el sábado después de que cayera aquel diluvio, fuimos a tomar un simple coffee.

Entre más charlaba con Romy, más me daba cuenta de que era una fresa completa. Y también, que a veces podía ser lo suficientemente irritante, porque hablaba hasta morirse.

—Ya sabes, algo normalito. Por eso te digo que no pienses que te quiero quitar al bombón ojiverde, ¿está bien? —asentí—.Que a mí me encanta verlos juntos, se ven taaan lindos.

—Gacias...

—De nada, cariño. Bueno, seguiré. Si te llama —me golpeó la nariz con los dedos—, no te dejes de esa perra, ¿okey?

—¿Cuál perra, Romy? —ambos nos sobreexaltamos cuando escuchamos la voz de Derek.

—Ah... ah, ¡Ya! —dijo la joven, triunfadora—. La perra que lo quiso morder acá en la esquina —me tapé el rostro, muerto de la vergüenza y de las ganas de reír como payaso de feria—, ¿no le dijo?

—A trabajar Romy, que no soy idiota. ¿En qué quedamos? ¡Muévete! —comenzó a chasquearle los dedos y ella se fue corriendo como si estuviera en una maratón—. Y usted, Lane, viene conmigo —colocó sus fuertes manos en mi cintura y yo acaricié sus brazos—. Ella te debe una disculpa.

Sentí una tensión horrible consumirme al instante. Y a decir verdad, sentí un poco de miedo, mezclado con nerviosismo. Seguidamente, comencé a negar con lentitud, sintiendo cómo mis mejillas eran atacadas por sus lindos besos. No le importaba en absoluto que todos nos estuvieran viendo como si estuviese pasando el mejor chisme farandulero del año. Así que si para él no era relevante, para mí tampoco lo sería.

—Si dice algo indiscreto, se irá.

—No, yo. Es que ella me, me d-da...

—Mira, te entiendo, hasta yo sentí feo cuando te dijo eso. Pero para eso te estoy llamando, porque hablamos de un montón de cosas...

—¿Co-cosas?

Se vio un poco indeciso sobre qué contestar. Ladeó la cabeza y suspiró fuerte.

—Es que... Mi padre le pegó anoche —tragué duro ante esa terrible respuesta—, luego de la discusión y bueno... Le dije que no tiene ningún derecho de insultarte, que tomaría la misma aptitud que mi padre y se asustó —soltó una pequeña risa.

John Kellerman... Por cómo había llegado a pegar gritos, me hizo suponer que era un abusivo de primera. Definivitamente esa familia era un poquito, un poquititico disfuncional.

—Bu-bueno... Pero ir cambi-biarlos —le mostré los guantes.

—Ah... —arrugó un poco la frente y asintió—. Okey, ve. Te espero en la oficina.

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La señora tenía la cabeza agachada, mirándose las uñas de color rojo y cuando me miró de nuevo, volvió a realizar el mismo gesto de antes: observarme de arriba a abajo.

—Mamá...

—Ya. Ya lo sé —dijo, obstinada.

Ahí sus ojos de color marrón se posaron en los míos. Pude apreciar mucho mejor sus rasgos. No se parecía en nada a Derek. Ella tenía la piel un poco más morena y unos lindos rizos de color negro, en comparación con su hijo; que su cabello parecía café con leche.

—Lo siento —dijo, aún con la cabeza agachada—. No sabía que tuvieras un problema de lenguaje.

—De-descuide —dije, cuidando mucho mis palabras.

Derek me obligó a sentarme a la par de él y al rato, había un incómodo silencio que su madre se encargó de romper.

—Ahora, necesito hacerles un comentario a ambos.

—Mamá, si vas a emp-

—Déjame hablar —interrumpió—. No pienses que todo esto me es agradable. No. Me cuesta asimilar todo —no la culpaba por eso—. Es sólo que, ah...

Derek me cogió de la mano y fue un gesto por demás lindo y perfecto aquel momento, porque era una temblorina completa.

—Deben estar listos, ¿lo saben, no? John y Frieda, les van a hacer la vida imposible.

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Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now