Me pasé las manos por los muslos, temblando, y alcé la mirada hacia Betty. Estaba tan desconcertada que sentía que iba a colapsar. Realmente, no me sentía despierta. Era como estar levitando dentro de una ilusión donde todo estaba hecho de plástico.

—Casper... estaba ahí —solté con incredulidad—. ¿Cómo...?

Betty se sentó en la orilla del colchón y me sostuvo la mirada con firmeza.

—Casper está bien —confesó—. Pero eso es algo que debes hablar con él personalmente. No me corresponde a mí decirte la verdad. Lo lamento, mujer.

—¿Verdad?

—Sí, la verdad.

—¡Celeste! —La voz de un muchacho me impidió seguir preguntando—. ¡Celeste! ¡Celeste! ¡Celeste!

Busqué el origen del sonido, alarmada, y divisé a un chico pelirrojo que estaba corriendo hacia mí. ¿En qué momento había entrado? Antes de que pudiera llegar a la cama, Betty se puso de pie y le lanzó una lámpara en la cabeza. Eso fue todo. El muchacho se derrumbó inconsciente y Betty aprovechó para golpearle es estómago con su bota. Parecía contenta y satisfecha consigo misma.

—Evan siempre es así —dijo, encogiéndose de hombros—. Siempre que ve algo hermoso sufre estos «ataques». Le pasa con las flores, los paisajes, las pinturas, los animales... Hemos intentado quitarle esa manía, pero no es posible. Sus habilidades se vuelven más potentes cuando está emocionado.

Intercalé mi mirada entre Evan y Betty, e hice una mueca.

—¿Ataques? —pregunté—. ¿A qué te refieres?

Betty abrió más los ojos.

—Por favor, no me hagas decirlo con todas sus letras. Ya sabes a qué me refiero. A eso. Al chaca-chaca.

Ladeé la cabeza.

—¿Al qué?

—Evan está enfermo —explicó otra voz, una voz muy fina y dulce, imponiéndose en la habitación de forma repentina—. Lamentablemente, sus habilidades sólo funcionan cuando está excitado. Esto hace que su sistema no funcione correctamente. Cada vez que ve algo que encuentra hermoso o especial, sufre estos incidentes. Lo lamento mucho, Celeste. Trataré de mantenerlo alejado de ti. No es justo para nadie recibir este tipo de acoso.

Contemplé a la mujer, dejando de lado a Betty, y me di cuenta de que se encontraba de pie junto a una ventana. No sabía si siempre había estado ahí o recién había entrado, pero mis ojos la reconocieron de inmediato. Era la mujer que se había llevado a Betty aquel día en el bosque. Mi mente jamás podría olvidarla, ni a ella ni a Evan. Ellos habían arruinado parte de mi vida.

—Tú... —susurré—. ¿Quién eres?

—Mi nombre es Eva —respondió con una sonrisa llena de dulzura—. Soy la hermana de Evan. Es un placer tenerte aquí, Celeste. Haré todo lo posible para que tu estadía sea cómoda y agradable. ¡Puedes contar conmigo para lo que sea!

Permanecí en silencio, aturdida ante la extraña emoción de la chica. ¿Por qué parecía tan feliz? Ella no me conocía. Ninguno de ellos me conocía, no de verdad. Yo era su arma, pero hasta ahí llegaba todo. No éramos amigos.

Eva se acercó a la cama con lentitud, sonrojada, y escondió las manos detrás de su espalda.

—Siempre quise estar cerca de ti, princesa —me contó—. Desde pequeña quería estar a tu lado protegiéndote de los peligros que hay en la oscuridad. Estoy muy feliz de que estés aquí.

Negué con la cabeza.

—No soy una princesa.

La chica sonrió con ternura.

Celeste [#2]Where stories live. Discover now