Dana y Ben siempre habían sido fans de salir a conocer gente, especialmente Dana. Ambos solían salir algunas noches a la semana a recorrer la ciudad o asistían a fiestas de sus diversos conocidos, ellos sí que estaban aprovechando cada minuto de la experiencia universitaria.

Le di otro sorbo a mi agua y a mi mente se vino el recuerdo de aquel día en el hotel, cuando Alice decidió que su identidad era más importante que nuestra relación. Habían pasado meses y aún me amargaba la vida, no era creyente de que "un clavo saca otro clavo" pero aun así consideré por un segundo que tal vez podía funcionar.

Pero la cosa era que no había ningún clavo que sacar, Alice no era el amor de mi vida y tenía todo el derecho de dejarme cuando quisiera. Aún así había estado tan enfadado por tantos meses y ahora estaba enfadado conmigo mismo por haberme enfadado, y el enojo era la emoción que más se había presentado durante todo este tiempo.

Era una suerte que mi forma de manifestar rabia era tan poco explosiva, sino ya me habría metido en problemas por culpa de ella.

-Viniste.- dijo una voz extrañada a mi izquierda.

Miré por sobre mi hombro y vi a Marco, el invitado de honor de la fiesta. Sostenía un vaso en una mano y lo depositó sobre la mesa mientras se sentaba a mi lado. Nos dimos uno de esos saludos que solo necesitaban los gestos del rostro y simplemente nos quedamos mirando.

No era experto en cuanto a borracheras, pero los ojos ambarinos de Marco se veían ligeramente somnolientos y brillantes, lo que según yo era un indicativo de alcohol en la sangre. Además de que me miraba algo ido y con una sonrisa bastante perezosa, seguramente un trago más y terminaba desmayándose.

-Entonces... ¿qué te trae por aquí?- preguntó al fin.

-¿Estás ebrio?-

-No lo creo.- negó y bebió de su vaso.

-Yo creo que sí.-

-No.- repitió.-No estás respondiéndome...-

-Bien.- suspiré.-No iba a venir, pero algunas cosas sucedieron y aquí estoy.-

-El destino.- me apuntó.-O alguna de esas mierdas místicas te quería aquí.- agregó.

Sonreí ante la ridiculez de aquella teoría y bebí lo que quedaba de mi agua, él me imitó y se acercó el vaso a la boca. Sin pensarlo estiré mi mano y la puse sobre su vaso antes de que tocara sus labios, a lo que él miró mi mano con el ceño fruncido y enseguida soltó una risa gutural.

-No deberías seguir bebiendo.- le aconsejé.-Créeme, me lo vas a agradecer mañana.- aseguré.

El agarre que tenía alrededor de su vaso se aflojó y pude alejarlo de su alcance. Esta iba a ser mi buena acción del día, teniendo en cuenta mi fracaso con Victoria. 

"No pienses en ella" me susurró una voz. 

-¿Experiencia?- preguntó.

-Lamentablemente, sí.- admití y acaricié mi yeso por inercia.

-¿Es una historia divertida?- preguntó mirándolo.

-Yo no diría que divertida...-

-Anda, cuéntame.- me pidió tirando de la manga de mi camiseta.

-Te la contaré cuando todas tus neuronas estén en su máxima capacidad de funcionamiento.-

-¿Qué?- preguntó y rió, tal vez porque no captó nada de lo que dije.

Marco estiró su mano en dirección al vaso que acababa de quitarle, pero se lo volví a alejar y él se rindió al cabo de otros intentos fallidos. Me dio una palmada en la espalda y terminó apoyando su mano en mi hombro, zarandeándome un poco mientras reía. No tenía idea de qué le causaba tanta gracia, pero no pude evitar sonreírle.

La Primera RupturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora