VII.

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—Por favor, siéntate— le suplicó Louis.

—Siéntate tú si quieres, yo me voy. Si vienes conmigo, ya sabes. ¿Dónde narices está la cuenta?— le pidió al tembloroso Henri. —La quiero ahora, no cuando a ti te apetezca.

—¡Aquí la tiene, monsieur!— Harry la cogió y salió a toda prisa hacia la caja, dejando que Louis se las arreglara solo.

El más bajo se levantó tranquilamente de su silla y salió lentamente del comedor.

Tenía que demostrar que, a pesar de todo, él era el joven Tomlinson de Charleston.

Pero la serenidad era precisamente lo que no tenía en el momento en que se encontró con Harry en el aparcamiento.

—¡Eres un idiota engreído, un salvaje!— empezó Louis a decirle con los puños cerrados y los ojos brillantes por la furia.

—A mí no me va la hipocresía. Entra, que te llevo a tu casa.

—¡Nunca me había sentido tan violento...!

—¿Por qué?

—¿Que por qué?

Harry se le quedó mirando, Louis se había quedado rígido al lado del coche, sin abrir siquiera la puerta.

—Bueno, entra— le dijo.

—Cuando me abras la puerta— le dijo Louis fríamente —eso es de buena educación.

Con un suspiro de resignación, Harry dio la vuelta al coche y le hizo toda una demostración de cómo se abría una puerta, lo ayudaba a entrar y volvía a cerrarla.

—¡No volveré a ir contigo a ninguna parte durante todo el tiempo que me quede de vida!— le dijo Louis cuando se sentó a su lado y puso en marcha el motor.

—Tú empezaste— le recordó cuando entraron en la autopista. —Haciendo resaltar mi ignorancia...

—Yo no hice eso. Me limité a preguntarte qué más podrías hacer. Te encanta el ser ganadero, siempre te ha gustado. No te sentirás a gusto con ningún otro trabajo y lo sabes.

—Lo que querías decir era que no sería capaz de hacer ninguna otra cosa.

—¿Qué dices? Siempre estás a la defensiva conmigo, tienes la manía de interpretar mal todo lo que te digo.

—Yo soy un salvaje ¿recuerdas? ¿Qué se puede esperar de mí?

—Sabe Dios. Y esto no fue idea mía, así que no me preocupa si te dedicas a comer con los dedos durante el resto de tu vida.

Después de eso, se hizo un largo e incómodo silencio. Él encendió un cigarrillo y se dedicó a fumárselo mientras pasaban los kilómetros.
De vez en cuando, Louis le miraba; tenía el rostro rígido y la mirada fija en la carretera. Harry parecía sentirse desgraciado y Louis se sintió culpable por ello.

Estaba claro que Harry quería a Patty y que, sin un poco de educación, no iba a poder conseguirla jamás.

—¿Qué estudios tienes?— le preguntó Louis de pronto.

—Tengo un titulito en Administración de Empresas y una licenciatura en Económicas.

Eso lo dejó helado. Se le notó mucho.

—Estuve estudiando mientras hacía el servicio militar en los marines. Pero de eso hace ya mucho tiempo. He vivido y trabajado muy duramente y no he tenido tiempo para relacionarme con la gente. Odio a los pretenciosos, a la gente que miente a los demás y pretende ser más que ellos, a los que se creen superiores por tener dinero... ¡A todos ellos! Además de que también odio esos sitios en los que solamente les importa tu cuenta corriente. ¡Dios, cómo los odio!

Keyframe [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora