<•> Capítulo diez <•>

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Fui a la sala y sonreí al ver Vincent jugando sobre la alfombra con Pulpín y los dichosos monos. Y mi sobrina, estaba dormida en el sofá, recostada sobre el regazo de Caleb. El castaño, me saludó con una sonrisa.

Me agaché al frente de mi hijo y le di un besote en su mejilla izquierda.

—¡Papi, papi! —enrolló sus bracitos en mi cuello—. ¡Hola!

—¡Hola, bolita hermosa! —seguí repartiendo muchos besos en todo su rostro—. ¿Cómo estás? ¿Te has portado bien con tu tío de mentiritas?

—¡Sí! —respondió, deshaciendo el abrazo para continuar con sus animalitos de peluche.

Entonces, Dietlinde despertó y me saludó al verme.

—Te estaba esperando, tío...

—¿Y eso por qué? Sabes que tienes que levantarte temprano para ir a la escuela.

—Lo sé. Pero estaba preocupada —le dirigí una mirada a Caleb, para saber que había pasado; él se desentendió, encogiendo los hombros.

—¿Por qué? ¿Por mamá? —asintió—. Ay, cariño te entiendo perfectamente, pero ella está bien... —pasé un rato tratando de calmarla y hasta que se fue a su habitación.

Tuve que contarle a mi amigo sobre lo de mi hermana. Estaba soprendido, enojado y a la vez muriendo de la risa por lo estúpido que habían sido el juez y el rubio oxigenado.

—¿Y ti que te pasó? —me preguntó, cambiando el tema—. ¿Le vendiste el alma al diablo? Porque luces como si no tuvieras... —me senté a su lado e hice un puchero infantil. Él ya conocía esa cara—. ¡Ay, no! ¿Otro de tus dramas?

Comencé un llanto mal fingido, y coloqué mi cabeza sobre su hombro.

—¡Soy un idiotaaaa!

—Desde que naciste —dijo riendo— ¡Ay, joder! ¿Ahora en qué la cagaste?

—Le hablé muy feo al muchacho que me gusta.

—Sip —me contestó de inmediato—, definitivamente eres un idiota.

—¡No pude evitarlo! ¡Me dejé llevar por los estúpidos celos!

—Ah, ¿por qué no me sorprendo? —habló con sarcasmo—. Siempre has sido un celoso psicópata. ¿Tantos motivos te dio para que le hablaras de mala manera?

—Le encargué un bonito trabajo —me incorporé, para relatarle mejor las cosas—, y requería del Sector Creativo para unos detalles; ahí le presenté al jefe de redacción, pero me di cuenta que fue un error: Burke estaba encantado con él.

—¿Sólo por eso? —me preguntó cómo si no fuera nada malo.

—No..., hace un rato, pregunté por él ya que no estaba en su lugar. Me topé con la sorpresa de que Burke lo había llamado. Fui a buscarlo y cuando llegué, todo era lindas miradas y coqueteo descarado. Así que dije a Ivo que no abandora su puesto por no estar haciendo algo productivo, iba a explicarme las cosas; pero lo dejé con la palabra en la boca.

Volví a buscar consuelo en su hombro, y él, siguiéndome la corriente, me pasó la mano por el cabello.

—¡Mi mejor amigo es idiota de primera! Ya, no llores, imbécil —en realidad, Caleb no serviría como padre—. En fin —me empujó—, ¿buscaste la información para ayudarle a tu chico? —sonreí cuando llamó a Lane «mi chico».

—¡Claro que sí!

—No te creo —se levantó— ¿Dónde está tu computadora? ¡Voy a ser tu Cupido!

—En mi oficina —le dije, señalando el segundo piso—. Cuidado, puede salirte un fantasma.

No la usaba mucho, la tenía sólo para lucir cool. Porque cuando era joven, creía que todo profesional debía tener un despacho en casa.

Se dirigió al otro piso. Y entonces, vigilando a Vin, noté que ya había dejado de jugar con Pulpín, para rascarse los ojitos.

—¿Ya tienes sueño? —él asintió, caminado hacia mí.

Lo alcé y me levanté para llevarlo a su linda habitación. Lo preparé con una linda pijama de color verde. Acto seguido, lo vigilé un rato hasta que se durmiera por completo. Cuando salí de su cuarto, caminé a mi pequeña oficina.

—Oye, te acaba de llegar un correo de Ivo Lane —me dijo el castaño cuando me vio cruzar por la puerta.

No habían pasado unos segundos, cuando ya estaba encima de él, empujándolo para se quitara de la silla. Mas no hizo caso, así que me recosté al escritorio.

Mi corazón latía como loco al ver su lindo nombre al inicio del correo.

«De: Lane_Ivo
Para: Derek_Kellerman

Asunto: Disculpa

Disculpe que lo moleste a
esta hora, pues seguramente
podía haber hablado con usted
el día de mañana. Me gané
mi primera llamada de
atención por abandonar mi
puesto, y por supuesto que
usted tuvo razón en
regañarme. Sin embargo le informo que los gafetes están
casi listos, sólo necesito una
firma suya para autorizar
la sesión fotográfica.
Ese era el motivo por el cual
estaba en el Sector Creativo.

Lo siento mucho si llegué a molestarlo, pero me emocioné bastante con el trabajo que me encargó.

Que tenga una linda noche.»

No podía creer lo que estaba leyendo. Al instante, recordé su bonito rostro en una expresión confundida... herida; y me sentí el peor jefe del mundo. Pensé en lo mal que debió haberse sentido al ver que yo no dejé que me diera una explicación; había sido un completo imbécil.

No obstante, me hizo volver en sí el golpe que me había dado Caleb en la cabeza.

—Tu chico merece una disculpa.

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Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now