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Daphne.

Harold terminó su relato con el rostro empapado de lágrimas. Me destrozó el corazón saber que había sido lastimado muchísimo. Saber que alguien murió después de haber discutido gravemente un día antes sí que era un fastidio y un remordimiento enorme.

Tomé su dorso y él levantó la mirada.

 —Harold me tienes ahora a mí, yo puedo ayudarte si tú me lo permites.

 —Pero yo acostumbro a lastimar a lo que amo... te resultará difícil estar conmigo.

 —Mira, sé que tu situación es difícil pues no acostumbras a hablar abiertamente con alguien de tu sentir. Pero yo de verdad quiero ayudarte, así como tú lo hiciste con Kennedy.

 — ¿De verdad harías eso por mí?

 —Por supuesto, déjame ayudarte, déjame entrar en tu corazón. Estoy dispuesta a todo, hasta a soportar tus ataques de ira, de verdad.

 —Gracias — se levantó de la silla y me abrazó fuertemente, como si necesitara de un abrazo sincero desde hace años.

Después del abrazo, nuestras narices quedaron tan cerca que no pudimos evitar darnos algún beso.

Sus labios tocaron los míos y volví a sentir la sensación de satisfacción que sentí desde la última vez que habíamos tenido contacto de ese tipo. El beso lo necesitábamos ambos, era tan apasionado que ninguno de los dos quería parar. Nuestras respiraciones se entrecortaron, pues era tanta la pasión que Harold estaba descargando en mí, que nos consumía a los dos.

Al fin logramos separarnos y ambos sonreímos como estúpidos.

 —Necesitaba eso — admitió.

 —Yo también sinceramente — sentí un ardor en las mejillas.

 —Te quiero Daphne.

 —Te quiero Harold, no te fallaré te lo prometo.

 —Yo prometo lo mismo, al fin me aceptaste — rió.

 —Lo sé, es que fuimos unos niños en Londres — me burlé.

 —Ya sé, pero ahora no hay nadie que se interponga entre nosotros.

 —Seremos libres, podemos gritarlo a los cuatro vientos. Somos adultos responsables y que sabemos lo que hacemos— tomo sus manos y las extiendo.

 —Exacto, eres maravillosa Daphne — pasó sus manos por mi cintura y volvió a besarme.

No tenía palabras para describir lo que estaba sintiendo en ese momento, solo me quedaba disfrutar de él, quien al fin era mío.

Se despidió, yo tenía trabajo que hacer pero había ganado el más importante de mis casos: el amor de Harold.

Continué con mis pendientes, tenía un juicio en una hora y no lo recordaba, y es que estar con Harold hacía que perdiera la razón y sobretodo, la noción del tiempo.

Preparé bien mi discurso convincente y cuando estuve lista, nos dirigimos al juzgado. El juicio era en contra de Alessander Prescott, su asunto no había sido resuelto pues no lo procesaron porque Harold no tenía reacción de ningún tipo. Me llené de coraje al leer eso en el expediente que Erick Prats me dio.

El juez concordó con mi enojo, pues Alessander era tan culpable como Aarón.
Harold se apareció después en el juzgado. Su abogada defensora era yo y además había sufrido también.
Él no mencionó nada de esto una hora atrás, pues estábamos tan enfrascados en nuestros asuntos que se nos olvidó a ambos, además él había evitado contacto conmigo, pues su abogado era quien me pasaba la información de él, pero rotaron los papeles sin que yo lo supiera y sólo me dieron una noche para preparar el discurso defensor.
Había sido toda una revolución el caso de Harold, pues ningún abogado quería llegar hasta las últimas consecuencias. Sin embargo yo sí, siempre me gustaba llegar hasta las últimas consecuencias y agotar todos los recursos disponibles.

Buscábamos lo mismoWhere stories live. Discover now