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-Disculpe, ¿quién es usted?- dije sorprendida. - ¿Ya es hora de visitas?

-Me llamo Fernando Venegas, soy el mejor amigo de Harold.

-Oh, perdone... no quería...

-No pasa nada, ya me acostumbré a dar malas impresiones- río.

-Soy Daphne Collins- extendí la mano para saludarlo.

-Un gusto saludarle, hasta que pude conocer a la famosa e importante abogada Collins- sonrió.

-No creo que sea tan importante- murmuré.

-Claro que sí, para aparecer en la portada de una revista se necesita serlo.

-Gracias por el cumplido.

-No es nada. Vine en cuanto supe del accidente de mi amigo- sus ojos viajaron hasta el mencionado.

-Es la única persona que ha venido a visitarlo.

- ¿Cómo? ¿y Vanessa y Marie?

-Creo que están viendo el asunto de Alessander.

-Ah, tal vez...

- ¿Cómo está eso de que le hace bien que le hable?

-Es porque el paciente puede oír pero no comprender con exactitud y por ende no puede procesar la información y responder.

- ¿Usted es médico?

-Soy psicólogo, pero hice el curso de primeros auxilios junto a Harold.

-Qué interesante- respondí con interés genuino.

Pronto llegó Ian, se dieron un abrazo masculino y pasó a darme un beso en la mejilla.
- ¿Cómo amaneciste Daphne? — me preguntó un tanto serio, así como era.

-Bien.— le dedico una sonrisa.

- ¿Segura?— frunce el ceño.

-Completamente- asentí sonriente.

-Me alegro, vine a revisar a Harold otra vez.

-Adelante, me saldré un momento. - le dedico una sonrisa amable a Fernando y me retiro.

Salí al pasillo donde estaba esperando Miranda.
- ¿Cómo lo viste? - pregunta preocupada.

-Mal-solté de golpe. -Está mal, tiene un tubo en la boca y ese es el que le ayuda a respirar.

-Lo sé, Ian mencionó eso. Que terrible situación.

-Odio verlo en ese estado- me puse triste.

-Tranquila, no fue tu culpa, tarde o temprano Alessander haría algo contra Harold.

-Pero no tenía porqué medio matarlo. ¿Cuál era su objetivo? No logro comprenderlo.

-Ya Daphne, el daño está hecho y nada podemos hacer para rebobinar el tiempo. A él le gustaría verte bien y en todos tus cabales para hacerle frente a todo lo que puede sobrevenir.

-Es tan triste. No se me hace muy sencillo tener que ver al hombre que me salvó la vida debatiéndose entre la vida y la muerte.

-entiendo lo que sientes pero necesitas tranquilizarte.

Cambiamos de tema y luego vi salir a Ian y Fernando, él se acercó a nosotras para saludar a mi amiga y continuar hablando conmigo.

—Miranda, él es un amigo de Harold— hago una introducción al mencionado.

—mucho gusto, Fernando Venegas— extiende su mano.

—el gusto es mío, Miranda Polanco— mi amiga estrecha su mano y sonríen.

Buscábamos lo mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora