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Harold.

Después de recibir esa llamada de Alessander, me quedé petrificado. No sabía cómo reaccionar, inmediatamente después, llamé a la policía y se me ocurrió un plan de rescate.

Salí sin dar aviso en el hospital, yo sólo quería llegar a tiempo y salvar a Daphne aunque ella me odiara pero era su única esperanza de salvación.

Sospeché que él estaría en la vieja bodega y acerté.

Ya empezaba a oscurecer, quien sabe cuánto tiempo ha pasado ese bastardo torturando a Daphne.

Su coche permanecía con las luces encendidas y las puertas abiertas. Entré corriendo.

— ¡Daphne! ¡Alessander! — grité al girar en el pasillo.

—Sabía que vendrías— al maldito se le dibujó una sonrisa sarcástica y se acercó a mí aplaudiendo de la manera más cínica posible.

—Déjala ir. El problema es conmigo, ella no tiene nada que ver— luchaba por controlarme y no irme directo a él y matarlo de una buena vez.

—Tú sabes perfectamente qué es lo que quiero y definitivamente Daphne no es, hay más y mejores que ella y lo sabes.— sonríe sarcástico.

—¡Toma todos los derechos de la maldita empresa y deja en paz a Daphne!

—Para ti es muy fácil decirlo, pero necesito documentos. Te es muy fácil decir que me la das porque papá siempre te quiso más a ti que a mí—me apuntó con el arma.

—Alessander ten cuidado con esa cosa, no sabes qué puede pasar — Di un paso atrás.

—¡Desde que papá murió, he dependido de ti! ¡nunca fuiste un buen hermano! ¡toda tu puta vida fue de cariños y de atenciones! Más a mí me mandaron a un maldito internado para poder consentirte. — iba avanzando a mí. Mientras él daba un paso adelante yo daba dos atrás.

—Alessander, ese no es mi problema. Sabes bien por qué te enviaron.

— ¡Sí! ¡Sí lo es! — sus ojos reflejaban rabia. —Por eso estoy empeñado en destruir tu felicidad y por eso estuve detrás de la muerte de Kennedy Miller.

— ¿qué? — siento como me voy helando poco a poco, no sabía de esto. — ¿tú la mataste? ¿Por qué mejor no me matas de una vez y dejas en paz a quienes quiero y me quieren? —le grito.

— si lo hice o no, es muy mi problema. Y no quiero que seas feliz. Recuerdo ver a Kennedy en el suelo y cómo escurría su sangre como agua. —dice como si el haber cometido semejante acto le diera satisfacción al recordarlo.

— ¡cállate maldita sea! — llevé mis manos a mi cabeza. — cállate— mi voz sale rota.

—También recuerdo cómo te hundías en el alcohol, cómo llorabas y te la pasabas en el cementerio guardándole luto eterno a alguien que cuando te necesitó no acudiste a su llamado. Por tu culpa se murió también— hace un gesto de ironía.

— ¡Respeta su memoria! ¡Maldito asesino! Tú la mataste, no fue mi culpa —no aguanté más y le di un golpe en la cara.

—ya no siento dolor alguno. Dolor el que va a sufrir tu princesa ahora que esta bala atraviese su pecho— apuntó a Daphne.

— ¡No te atrevas maldito! — estaba a punto de dispararle cuando me abalancé contra Alessander provocando que disparara al techo, lo tiré al suelo y lo golpeé salvajemente para que soltara la pistola.

— ¡Sácala de aquí y mátala! — le ordenó a su cómplice mientras forcejeaba por alcanzar su arma.

Yo tenía que hacer algo pero parecía que él era de goma, no sentía mis golpes.

Buscábamos lo mismoWhere stories live. Discover now