13. Lo que somos

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—¡Otras tres cervezas por aquí, por favor! —grito para que el barman pueda escucharme por encima de la música y la afluencia de personas que charlan y se mantienen en movimiento

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—¡Otras tres cervezas por aquí, por favor! —grito para que el barman pueda escucharme por encima de la música y la afluencia de personas que charlan y se mantienen en movimiento.

    Briana y yo tenemos una cuenta abierta en Noche, una discoteca bastante famosa en la ciudad. Consta de dos plantas: una dirigida a todo el público; y la segunda, con exclusividad para clientes VIP. Pero en el área de abajo es donde está la inmensa pista de baile. Mis amigas me esperan sentadas en el acolchado mueble de cuero negro, conversando, acompañadas de cervezas casi vacías.

    —Tres cervezas listas para la dama —escucho que dice el barman, uno bastante sexy que me muestra una sonrisa.

    —¡Gracias! — Le sonrío de vuelta.

    Me guiña el ojo y vuelvo con mis amigas.

    —¡Llegué! —grito por encima del ruido. Me siento y reparto las bebidas.

    —Mi hermano está mucho mejor que él —dice Mel con un ligero tono tímido y le da miradas fugaces al barman.

    Miro a Briana, sorprendida, como si dijera: «¿Eh? ¿Y aquí qué ha pasado?» Mi amiga Brie y gesticula: «Está marcando territorio». No puedo evitar reír. Melisa repara en mí y un intenso color rosado cubre sus mejillas, dándole ese toque de niña linda. Abre los ojos al darse cuenta de las palabras que salieron de su boca, que tal vez no esperaba decir en voz alta.

    Tomo un trago de cerveza.

    —Por supuesto que lo está —Miro al barman—. Ni siquiera se le puede comparar. —Y sonrío con solo pensar en Gabriel.

    Mis amigas se ven con ojos sorprendidos, sonríen y chocan sus vasos.

    —¡Salud por eso! —declara Briana.

    Ya un poco sobadas por los tragos —después de las cervezas, fuimos por algo más a tono—, cantamos algunas de las canciones que suenan por los altavoces; y, aún sentadas, hacemos intentos de baile, sobre todo cuando escuchamos un ritmo conocido. Nos miramos todas con ojos de amor infinito por tal ser y, cuando llega el coro, cantamos al unísono:

    —Poner el alma en el ruedo. No importa lo que se venga, pa' que sepas que te quiero. Como un buen torero, me juego la vida por ti.

    Nos levantamos y bailamos levantando las manos sobre nuestras cabezas mientras hacemos movimientos sensuales. ¡Es papi Chayanne, obvio que nos despierta estos instintos!

    Como posesas —y bajo las miradas de todos, ya que nuestro cántico casi que sobrepasa a la música—, seguimos cantando:

—Que ya no duermo y desvarío. Que el humor ya me cambió ¿Y tú por dónde estás, que mi presión ya no me da? Te buscaré, vuelve conmigo...

    Cuando finaliza la canción, recibimos varios aplausos. Mel está muy avergonzada por el pequeño show que hicimos, mientras que Briana y yo reímos dando las gracias.

Entre cambios y deseos ©️Where stories live. Discover now