7. Una llamada

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Estoy besando a Gabriel, ¡y se siente tan bien! Al principio se sorprendió un poco; supongo que no esperaba que tomara la iniciativa

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Estoy besando a Gabriel, ¡y se siente tan bien! Al principio se sorprendió un poco; supongo que no esperaba que tomara la iniciativa. Yo tampoco, pero ansiaba probar sus labios. Beso primero el inferior, después el superior. Abre la boca y me da pie para probar más.

¡Besa divino! Y yo quiero más.

Lo empujo un poco y me subo encima de él. Gabriel me agarra de los muslos y los aprieta. Nos besamos con más fuerza, con deseo. Cuando necesitamos recobrar el aire, Gabriel me roza el cuello con los dientes y deposita pequeños besos en él mientras baja el cierre de mi vestido; yo desabotono su camisa con cierto desespero. Quiero tocar..., sentir.

Tiene un cuerpo atlético, delgado pero definido. Le muerdo el hombro y susurra mi nombre con voz ronca. ¡Dios, me encanta!

Volvemos a encontrar nuestros labios y mis manos van hacia la hebilla de su pantalón, cuando de pronto escucho el sonido insistente de un teléfono. Nos separamos, enfuruñados. Apoyo mi cabeza sobre la suya, y cuando nuestras respiraciones se regulan un poco, me levanto y comienzo a vestirme.

El teléfono sigue sonando.

—¿Quieres que te lo pase?

Suspira fuertemente y, frustrado, se pasa las manos por el rostro.

—Sí, por favor.

Voy hacia donde está el teléfono y se lo doy.

—¿Aló? —contesta—. Sí. Sí, estoy bien. No lo tenía a la mano. Sí. Está bien. No te preocupes. Los amo. Chao.

»Era papá. Me estaba llamando al móvil, pero como no contesté, me llamó a este. Estaba preocupado, pensaba que me había pasado algo. —Vuelve a suspirar.

—Está bien. Bueno, eh... me voy ahora. Mañana tengo que trabajar —digo aún acalorada.

Se levanta y coloca el teléfono en el mueble.

—Está bien. Te acompaño. —Se peina el cabello con ambas manos.

Salimos del apartamento. Pulso el botón del ascensor y espero; Gabriel está junto a mí. Nos envuelve un silencio descomunal y no tengo ni idea de cómo romperlo. Oigo un pitido; el ascensor ya está aquí. Estoy por entrar cuando, de pronto, Gabriel me toma de la mano, sostiene la cara y me besa.

—Buenas noches, Grecia.

Deliciosos escalofríos me recorren entera.

—Buenas noches, Gabriel.

Horas más tarde, estoy en mi cama dando vueltas; no puedo dormir. Me quejo, exasperada, mientras me restriego las manos en la cara.

Una hora después, por fin puedo conciliar el sueño.

—Listo, ya te lo puedes llevar. —Estoy con Benny, el bulldog inglés que sufría de urolitiasis. Hoy, Hilda lo ha traído para que le haga el chequeo—. Está más sano que todos nosotros. ¿A que sí, pequeño? —Acaricio las orejitas de Benny. Me saca la lengua e intenta besarme la cara.

Entre cambios y deseos ©️Where stories live. Discover now