3. Invitación

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Me paso el móvil a la oreja izquierda porque la derecha ya está adolorida

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Me paso el móvil a la oreja izquierda porque la derecha ya está adolorida.

    Dos o tres veces por semana llamo a mi abuela Ingrid para saber de ella. Ambas vivimos en distintas ciudades desde que me mudé a la capital hace seis años para iniciar la universidad. Ella vive en Montesón y yo, en Aristegui. Le pregunto si está bien y cómo se siente; me preocupo mucho por su salud. Siempre que converso con ella, le repito las mismas preguntas, aunque a veces me digo a mí misma: «¿para qué?» Ella está más sana que Briana y yo juntas.

    —Ay, repollito, ¿cómo me voy a sentir? ¡Genial! Hace un rato llegué de la clase de yoga y ahora estoy viendo qué fruta me voy a comer —dice con su voz cantarina. La imagino con el ceño fruncido y el dedo indice sobre sus labios mientras piensa qué fruta escoger. Mis labios dibujan una sonrisa.

    »Cuando termine de hablar contigo, voy a descansar un ratito y por la noche me alistaré porque saldré con Celestita y Carmen. —Su comentario me da escalofríos. Ese trío es peligroso. De jóvenes eran unas fiesteras y, de mayores, aún más—. Vamos a ir a tomar algo con unos amigos —finaliza con una risilla.

    Sinceramente creo que mi abuela es única. Tiene setenta y cinco años, pero la ves y no lo parece, por su aspecto, su ropa y su forma de hablar. Tiene más amigos y vida social que yo.

    La abuela le dice a su «repollito» que le mandará las fotos de la salida vía WattsApp, y que también las subirá al Instagram; que no me olvide de darle likes.

    Luego le toca a ella preguntarme cómo estoy yo, cómo está Briana y si estamos comiendo. Me lo dice sin hacer pausas, y continúa hablando sin darme tiempo a responderle. Me comenta que ayer habló con Briana y que esta le dijo que iba a verse con un muchacho; que me pasó la voz para que fuera con ella, pero yo no quise.

    —Repollito, tienes que salir más.

    Que tu abuela te diga eso es perturbador.

    Mientras cepillo mi corto cabello y pienso si debería dejarme mi castaño natural o teñirme el pelo con un color vivo; le digo que Briana y yo estamos bien, engordando cada día más, y que no se preocupe porque en cualquier momento Briana y yo saldremos por allí a tomar algo.

    Observo mi rostro ovalado al terminar de peinarme y pienso que debería tomar más agua para que mi piel obtenga mas brillantez.

    Converso un rato más con mi abuela y me despido de ella.

    —Chao, mi eepollito. Me saludas a Briana. Besos, mi amor. Te amo. Las amo.

    —Lo haré, abue. Besos y besos.

    Termino de colocarme el rímel y, antes de salir del cuarto, escucho un ruido en la cocina. No lo pienso; emprendo el rumbo hacia allí y río al ver la cara de zombie que tiene Briana. Le está añadiendo mucho, muchísimo café a su taza.

Entre cambios y deseos ©️Where stories live. Discover now