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—A saber qué llevan estas cajas —Susurré.

Malcolm me observó por un momento, con su caja en brazos y unos ojos que se tornaron fríos.

—No, no es droga —Respondió— No suelo meter a gente inocente en mis asuntos.

Fruncí el ceño con un atisbo de culpabilidad; parecía que lo había acusado de algo que no tenía nada que ver conmigo, era su vida al fin y al cabo.
Es más, era lo que había hecho.

Me mantuve en silencio con las cinco cajas siguientes que fui cargando, unas más pesadas que otras y de distintos tamaños.
Me había molestado en cotillear un poco mis alrededores y al parecer nos encontrábamos en una empresa que enviaba ropa a las tiendas orientales de la zona.

Así que, seguramente, la caja que tenía entre mis manos tenía dentro pantalones o camisetas.
Y yo pensando que quizá era cocaína.

—Podemos tomarnos un descanso.
—Comentó el pelirrojo quitándose el sudor de la frente.

Sus ojos marrones a plena luz del día se veían claros, podía distinguir la pupila de su iris; algo que me era imposible diferenciar en aquel bar.
Sus brazos, además, estaban muy musculados y las venas marcadas, seguramente de tanto llevar paquetes.

Asentí y corrió hacia una máquina expendedora que estaba cerca de la puerta del almacén, sacando de ella dos refrescos.
De lejos parecía mucho más alto de lo que era; Derek le sacaba unos centímetros.

¿Y si Derek estaba preocupado por mí? No tenía teléfono ni forma de contactar con él.
Suspiré, me tocaría darle explicaciones más tarde.

Aunque tal vez era mejor callarme y no despertar sed de sangre en él.

—Toma —Malcolm me ofreció una lata y la acepté en silencio. —Podemos ir a sentarnos en el césped de ese parque.

—¿Cuántos trabajos tienes? Con este ya cuento dos, o dos y medio.

—Cuatro —Corrigió.

Nos sentamos en el césped uno frente al otro y continuamos con la conversación.

—¿Cuáles?

Sonrió de forma rancia, miró el paisaje y comentó con amargura:
—Tres de ellos ya los sabes, Sam.

Fruncí los labios.
—Pero el cuarto no.

Hablar de la droga parecía ser tabú en ese momento.

—No me pagan así que no es un trabajo en sí, pero... —Empezó a arrancar un poco de césped— A veces voy a ayudar a un hospital que hay cerca, buscaban voluntarios para entretener a los niños.

Mi corazón se ablandó como una nube de azúcar esponjosa, ¿cómo podía tener trabajos tan diferentes?
Cuando lo vi en el bar y tenía esa actitud pensé que era otro tonto más, pero ahora mismo dudaba si la persona que vi allí era la misma que tenía delante en ese momento, no, obviamente no lo era.

—Debe de ser muy duro, ¿Por qué tienes tantos trabajos?

—Dudo que te importe para algo más que para cotillear —Zarandeó la lata que se estaba bebiendo y la observó por unos instantes, evitando hacer contacto visual conmigo.

—Bueno, de alguna forma deberás recompensarme, no todos los días cargo cajas sin obtener beneficios.

—Te he pagado el refresco —Alcé una ceja con diversión y los dos reímos.

Necesitaba esto, salir de la rutina y pasarlo más o menos bien sin tener que andar preocupada.
Era como una brisa fresca después de todo el calor.

—Realmente, el trabajo que más me cuesta es el del bar, siempre tengo que hacer el papel de chico ligón que sirve copas, según el jefe atrae más a las mujeres para que consuman.

Fruncí el ceño.
—¿Eso intentabas conmigo?

Negó con la cabeza.
—Vi a tu acompañante y quise enfadarlo un poco, eso es diferente.

—Derek —Susurré apretando la lata vacía— ¿De qué os conocéis?

Aquel era el punto que quería tocar desde que me enteré que ya se habían visto antes, al fin las cosas iban por donde yo quería.

Se sujetó la barbilla.
—Demasiado pronto para que sepas tanta historia, él y yo solo éramos viejos amigos.

—¿No puedes contarme nada?

—No cre...

Agua.
Un chorro de agua dio en la cara a Malcolm, más tarde salieron otros más, casi todos mojándonos.
Eran aspersores.

Nos miramos por unos segundos y riendo a carcajadas huimos de aquella escena, el agua estaba fría y dolía el potente golpe del chorro contra la piel.

—Mierda. —Murmuré al observar la transparencia de mi camiseta.
Despegué con los dedos la tela de la prenda de mi piel y suspiré profundamente.

Malcolm estaba despeinado y no paraba de carcajearse.
—Nos ha pillado de lleno.

—Sobre todo a ti —Sonreí— No pudiste ni acabar la frase.

Me dio la razón y caminamos hacia el almacén para seguir cargando más y más cajas.
A cada segundo que pasaba se me hacía más amena y agradable la compañía del pelirrojo, tras el ataque de los aspersores fuimos más cercanos el uno con el otro.
Y no fue hasta que comenzó a atardecer cuando terminamos de cargar distintos camiones de reparto; estaba agotada y los pulmones me dolían de tanto reír junto a Malcolm.

Sentados encima de su moto y recuperando energías, él se ofreció a llevarme en a casa.

—¿No va a ser peligroso conducir después de hacer tanto esfuerzo?

Sonrió con autosuficiencia y me pasó el casco.
—Estoy acostumbrado, saldremos vivos de la carretera.

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Ciao!
Este capítulo es más corto que los otros pero me veía con ganas de subirlo, de verdad que Malcolm va a ser un personaje bastante curioso.

Llámame Derek [ANULADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora