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"-¿Por qué quieres ser niñero de mis hijos? -Sus manos acariciaron la taza de café.
-Llevo bastantes meses echando de menos a mi hermana pequeña, veía esto como una oportunidad de intentar tenerla presente"

-Cualquier conversación en un bar.

Suspiré de forma pesada, llenando de aire puro mis pulmones, llevaba unos minutos frente a la ventana, apoyada en el alfeizar y mirando a la ciudad en donde seguramente estaba mi madre pegando los carteles.

—Menuda putada —Murmuró Derek a mis espaldas— Seguro que estará la niñera entrando y saliendo de la habitación, mierda.

—No sé qué hacer —Me volteé y el pelinegro dejó de dar vueltas solo para mirarme, suspiró— No va a confiar en mí.

Derek frunció el ceño y se sentó en la cama.
—Da igual, que pase lo que tenga que pasar.

El brillo de sus ojos bicolores me elevó a una nube de calma, mis nervios, por suerte, disminuyeron un poco y llegué a la conclusión de que tenía razón, que pase lo que tenga que pasar; debíamos esperar a tener las ideas más claras.

Un paso en falso, uno solo, y podíamos cagarla.

Más tarde, por la noche, habíamos decidido inconscientemente no hablar del tema, Derek estaba sentado en la silla del escritorio comiendo un poco de la cena que había preparado mi madre.

Yo llevaba el pijama puesto y golpeaba el lápiz contra el cuaderno que descansaba en mis muslos, con la espalda apoyada en la pared trataba de meterme en mi mundo para escribir en paz y olvidar todo ese asunto, en ese momento plasmar mis ideas en un papel me desahogaba más que contarle todo a Margo.

Margo, sabía el secreto y no había ocurrido nada por suerte, en fin, debía olvidarlo.

"Todo era una tormenta.
Llena de truenos, relámpagos, viento, una fuerte lluvia que amenaza con tirarme al suelo.
Y caigo.
Una y otra vez, raspándome las rodillas.
Eso es mi vida, una cruel tormenta.
Una tormenta que llama a los tornados para que se unan y pone todo del revés.
Me siento perdida, cansada, como una pesadilla de la que quiero despertar.
Solo que hay algo que me detiene.
Un chico de ojos bicolores; un mar azul en calma y un bosque verde relajante.
Me abrazaba en medio de la lluvia, me susurraba cosas al oído para no tener miedo.
Y a pesar de mi deseo de querer despertarme, de ir al instituto y contarle a Margo todo lo sucedido, de asimilar que Trent nunca fue a una carrera de coches;
Quería quedarme durmiendo para estar en los brazos de Derek."

El pelinegro dejó el plato vacío en el escritorio y se fue de la habitación.
Ya era normal esa rutina, los dos sabíamos que mi madre a esas horas estaba durmiendo en el sofá (aunque aquel día se fuese a la ciudad) y Logan en su cuarto, el pelinegro podía lavarse los dientes —Con un cepillo sin usar que tenía en el cajón— con completa seguridad.

Me tumbé en la cama apreciando el silencio, mi cabeza por fin estaba descansando, entraba corriente húmeda por la ventana y conseguía adormilarme.

—¿Duermo contigo? —Susurró el pelinegro, su voz sonó aterciopelada, pareció deslizarse por mi oído y no pude evitar sonreír.

—Ven —Se quitó la camiseta y pasó por encima de mí.
Tenía razón, debía aprovechar los buenos momentos, debía ceder, debía dejar de pensar en el final, en el triste final que tanto él como yo sabíamos que ocurriría.

Se arropó con parte de la sábana y me giré para encararlo, sus pecas por la noche no se distinguían, sin embargo ahí estaba yo, contándolas, cayendo en la cuenta de que también tenía pecas en el cuello, menos notorias pero seguían estando ahí, yo en cambio las tenía en los hombros.

Mi cabeza comenzó a maquinar.
Tenía mi pensamiento propio sobre cómo era Derek, también se sabía el de los demás (más o menos era que le tenían algo de respeto por su porte de hombre) pero nunca supe cómo se veía a él mismo.
Nunca me paré a pensar en lo primero que se decía Derek al mirarse al espejo.

Abrió los ojos y frunció el ceño.
—¿Qué te pasa? Me estás poniendo nervioso —Dijo interrumpiendo mis pensamientos.

—Es una tontería —Me mordí el labio y lo observó con detenimiento.

—Bueno, dímela.

Negué con la cabeza y el pelinegro se sentó en la cama con rostro de niño enfadado.
—¿Qué? —Traté de evitar reír.

—Dime en qué piensas.

Resoplé, iba a sonar como una loca absorta en sus obsesiones de escritura.
—¿Tú cómo te definirías?

Arrugó la frente y me senté apoyando la nuca en el cabecero de la cama.
—Pues, depende, ¿Es para tu cuaderno extraño donde escribes sobre mí o qué?

Derek y su deducción.
Me mordí el labio y observé el entorno de sus ojos.
—Cállate.
Fruncí los labios avergonzada.

—Ay, ternurita. Cuando te sonrojas solo me dan ganas de comprobar lo lejos que pueden llegar tus mejillas. —Rió al ver mi reacción de molestia. Mi orgullo en ese momento estaba bajo tierra junto a mi dignidad, dados de la mano y bajando hacia el núcleo del planeta.

—Contesta a mi pregunta.

Hizo un sonido con la garganta que espantaba el silencio del cuarto, mis manos agarraron la sábana rosada.

—¿Y por qué necesitas definirme con simples palabras?

Le miré.
Me miró.
Y sonreí.

—Porque quiero plasmarte, tal como eres y tal como te ves tú, quiero unos adjetivos sinceros para poder escribirte y acordarme de ti —Desvié la mirada tímida— No sé, me gusta tener recuerdos.

—Pues descríbeme como Derek -Fruncí el ceño y sonrió— ¡Claro! Me define, ¿No? ¿Para qué buscar palabras que te recuerden a mí si mi nombre tiene mi esencia?

Sacudí la cabeza divertida, tenía razón y ya lo había hecho más veces en mi cabeza.
Pero cuando lo dijo él, su nombre se hizo más presente; imaginar la palabra Derek me llevaba a su rostro repleto de pecas.

—Eres muy Derek.

—Soy muy Derek- Respondió estando de acuerdo.

Llámame Derek [ANULADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora