Aire fresco

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Volver a la escuela después de ese día fue una tarea menos tediosa para Ariel. Si bien su padre continuaba siendo grosero y exigente, Ariel podía regresar a su mente las palabras de su mamá, y, aunque no creía que su padre mereciera la razón, hacerlo volvía los días más tranquilos. Podían comer juntos a la mesa sin muchos problemas, pero la prueba de fuego era lo que pasaba fuera de casa y de la escuela. Tenía que hacer el experimento de nuevo, y salir de casa otra ves; no por la ventana del segundo piso, pero por la puerta principal.
     Ariel entró a su salón de clases con un poco más  confianza que antes. Ahí estaba el grupo de sus compañeras que se sentaban al rededor de Roberto, de sobre manera pudo escuchar que hablaban sobre su brazo ya recuperado de las quemaduras de la semana pasada. Algunas miradas pesadas se fijaron en él, pero optó por ignorarlas y pasar a su lugar a sentarse, cerca de sus amigos.

     "¿Y ese milagro que llegas temprano?" Marta le sonrió, mascando un chicle.

     "No lo presiones, o llegará tarde mañana." Advirtió Gabél,

     "Nah, si no me peleo con mi hermana en las mañanas es posible que siga llegando a tiempo." Comentó con algo de orgullo. Le hacía feliz que su familia pudiera mantenerse a flote.

     "Bueno. No te dijo nada hoy, ¿eh?" Marta hizo un gesto hacia Roberto.

Ariel lo miró de reojo, aún lo estaba observando fijamente. El solo se encogió de hombros. "Quizá te tiene miedo."

     "No lo creo. No le hará nada a Marta porque es mujer, pero en cuanto te tenga para sí solo va a descargar toda la furia acumulada de la semana."

     "Ay no, exageras. Ya habría hecho algo." Marta tenía el ceño fruncido, incrédula. Una profesora bien arreglada entró al salón, por lo que Gabél cerró su libro, Marta pego su chicle debajo del mesabanco, y Ariel comenzó a sacar su cuaderno para la materia. Ahora no podía quitar su atención de Roberto. Quizá Marta tenía razón, o quizá era Gabél. Roberto miraba a la maestra con poco animo, agitando su pierna izquierda de manera ansiosa, conteniendo su energía. Ariel no tenía forma de saber lo que en realidad estaba pensando.

     "La verdad me alegro mucho por ti, te he visto más animado toda esta semana." Marta le señaló con una cálida sonrisa, rodeando sus hombros con un brazo.

     "Uno pensaría que tus actos harían rabiar a tu papá, a mí me sorprende que la situación esté así de bien." Comentó Gabél, comiendo frituras mientras los tres caminaban hacia la salida de la escuela después de un largo día de clases.

     "Si, yo también pensé que iba a ser así pero mi mamá habló con el. Eso es algo que nunca había hecho antes." Ariel miró al suelo, reflexivo. "Aún me regaña y me dice de cosas pero no le hago mucho caso, después de eso solo se calma y seguimos adelante."

     "¿Entonces te sirvió lo que te enseñaron los Mushrooms?"

Ariel hizo una leve risa. "No les digas así, tienen nombres. Pero si, es más sencillo lidiar con el ahora. Ni siquiera me ha levantado la mano de hecho, así que no he tenido que defenderme ni nada."

Caminaron unos metros más en silencio, pero uno de ellos parecía tener todavía más en mente.

     "Yo sigo teniendo problemas con Guillermo. Se sigue escapando de la casa y no tengo idea de a dónde se va." A pesar de la alarmante noticia, Gabél parecía más entristecido que preocupado. Marta frunció el ceño al pensar en eso, y Ariel le dio una leve palmada en la espalda a su amigo. Ya le tocaba reconfortar a alguien y dejar de ser el mimado.

     "Quizá deberíamos salir todos juntos otra ves. Tu hermano se divierte estando entre más muchachos, y si lo dejan salir con amigos quizá se le quite el bichito de andar solo por la calle."

No me hagas reír.Where stories live. Discover now