Conciertos de media noche.

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Por no atender a tiempo las quemaduras con olor a café, a Roberto solo le quedaron pocos minutos de escuela antes de que sintiera un dolor terrible comenzar a recorrer sus brazos por completo, y al finalmente darse cuenta de que sus amigos hacían bien en llevarlo a la enfermería, optó por usar el teléfono de la escuela para llamar a su madre, anunciando por la llamada frente a sus amigos que las quemaduras habían sido un accidente.
No planeaba echar de cabeza a Marta y a Ariel, no todavía, y menos recurriendo a las autoridades escolares, como un soplón de tercero de primaria. Se veía molesto entre sus amigos, por mas que intentará bromear y parecer tranquilo al respecto, solo quería marcharse de la escuela, y planear en casa (o en el hospital) su venganza contra la gótica.

Tras terminarse dos barritas de avena con manzana y chispas de chocolate, junto con un revoltijo de sabores de bebidas deportivas, Ariel y Marta estaban mas o menos satisfechos con su desayuno. Para visitar o mas bien dicho, interrumpir a Gabél en su lectura, convenientemente tenían la biblioteca escolar justo a un lado, pero en cuanto se levantaron de la banca de piedra contra la pared de dicho edificio, se escucho ese estruendoso timbre que anunciaba el fin de su receso. Y como por arte de magia, el primero en surgir de esa puerta al lado suyo, fue el muchacho de las gafas.
Salió acomodando sus lentes y sujetando su libro, que tenía el separador de color blanco con distintas calcomanías de arañas pegadas bien clavado hasta el principio del libro, lo que indicaba que, por sexta vez, había terminado de leerlo.
El chico miró a su derecha, observando a sus dos compañeros junto a el, analizándolo con detenimiento como si nunca hubieran visto a Gabél antes, y solo entonces se dio cuenta de que era significativamente más alto que Ariel y Marta, siendo ellos dos de una estatura idéntica entre si.
"¿Que hacen aquí afuera, acosadores?" Con esa voz tan seria y calmada, le era imposible a Marta tomárselo en serio. Al mirar su sonrisa tonta y una carcajada que pretendía no soltar, Gabél como toda una diva giró los ojos, avanzando hacia el ultimo edificio, donde tenían que asistir a clases. "No se que hacen aquí pero no me gusta. Se supone que estarían en la cafetería comiendo."
"Tuvimos un altercado terrorista con el mono mal hablado de Roberto, así que aquí estamos." Le respondió Marta, comenzando a caminar a un paso algo apresurado para ir a la par, seguida de cerca por el pelirrojo. Tras observarlo unos segundos, además de notar el semblante firme y varonil de su amigo, le arrebató el libro de las manos, sacándole el separador con una enorme sonrisa. "¿De verdad le pusiste a tu libro esta cosa? ¡Si me quieres! Te lo dije, las pegatinas de araña le quedan fabulosas a tu espeluznante libro de cuero."
No era del todo cierto, ya que el forro del libro era marrón oscuro, tétrico y elegante, y las arañas usaban moños y tenían ojos brillantes y tiernos. Gabél, con una pinta de sonrojo en las mejillas, arrebató de regreso su libro, le colocó de nuevo el sujetador al inicio de la historia y lo sujetó a un costado de su cuerpo con ambas manos. "No tenía otro separador, no te hagas ilusiones." Le dijo de manera fría y altanera, pero Marta sabia que no era cierto.
Decidiendo dejar eso de lado, los tres tomaron el elevador, siendo un apoyo para el gusto extraño de Ariel de admirar la escuela desde arriba. Era una edificación hermosa, con un concepto abierto y amplio, cubierto de plantas y árboles por todos lados. Una vista engañosa de comodidad, que a pesar de ser hermosa, Ariel siempre terminaba mirando su propio reflejo en el cristal, recordando que su mayor meta en este momento era graduarse a la jodida de esta escuela, y de esta ciudad.
No era de sorprenderse que Roberto ya no estuviera presente en el aula, y por lo tanto, sus amigos no se molestaron en cruzar palabra con los otros tres compañeros que iban entrando al salón. Ellos no tenían necesidad de hablarles, o divertirse con ellos, solo lo hacían cuando estaba Roberto. Cuando no, sacaban sus celulares y escuchaban música, sin audífonos por supuesto, jugaban carreritas de autos en sus apps y hablaban con una que otra chica dentro del aula. Definitivamente, sin ese tipo en el salón todo era mas tranquilo. Hasta cierto punto, era también aburrido, pero Ariel disfrutaba sus minutos de paz por sobre todo.
El resto de las clases no le parecían tan interesantes como la de literatura, solo compartía de ves en cuando una menta con su amiga sentada a su lado, y miraba como Gabél parecía perderse en si mismo al anotar, y escribir, y leer, y revisar incansablemente cada palabra y cada explicación que les daban los profesores. Aun siendo el primer día de un año supuestamente nuevo, nada había cambiado, tenían los mismos maestros, con materias ligeramente diferentes, de aparente mayor dificultad a las del año pasado. Solo unas notas, unos ejercicios de introducción, y algunas lecturas. Todo eso resumía el primer día de clases para Ariel, de quinto semestre, y una ves terminado, cualquier halo de diversión y de esparcimiento, era derrumbado por la idea de volver a casa.
"Bien, supongo que nos veremos hasta mañana..." Ariel trataba de hacer un poco mas de conversación, algo que pudiera restarle al menos unos tres minutos a su estancia en casa. Marta estaba colocando una menta redonda sobre su lengua, evitando la perforación brillante en esta, mientras que Gabél finalmente se guardaba el libro que estuvo leyendo durante todo el día en su mochila gris con rayas azul marino. Los tres ya habían resguardado sus pertenencias en sus respectivas mochilas, y para entonces ya habían pasado unos minutos desde el timbre de salida, por lo que eran los únicos en el salón de clases.
"Sip, y simplemente así se acaba nuestro primer día." Replicó Marta en lo que inevitablemente masticaba su menta, antes de sacar otra igual de su bolso y ponerla también en su boca. "Fue un buen día, ¿no? Gibs, en cuanto termines de leer ese libro, quiero que pases más tiempo con nosotros en los recesos." Dio su orden la pequeña chica gótica, esta ves sacando el paquete cilíndrico de mentas de color verde, para abrirlo y sacar otra menta ahora dirigida a la boca del chico anteriormente mencionado.
Gabél de mala gana abrió su boca para dejar que Marta le ofreciera el dulce como a un bebé, mientras miraba por el rabillo del ojo a Ariel que se reía suavemente. "Ya terminé el libro por séptima ves, así que estaré con ustedes hasta la próxima asignatura de lectura." Contestó con cuidado de no parecer que hablaba con la boca llena, antes de comenzar a masticar.
Ariel también fue alimentado por Marta como un niño pequeño, sonriendo a labios cerrados en agradecimiento mientras masticaba la suave pastilla. "Eso será hasta dentro de una semana, así que tenemos tiempo." Dijo la chica, ahora cerrando el pequeño contenedor para regresarlo a su bolsa de cuero negra, cargando en la espalda su mochila de tela negra también, con estoperoles brillantes y plateados. "¿Listos? Ya vámonos que aquí espantan."
Los tres se dirigieron hasta la entrada del aula, y Ariel cerrando la puerta tras ellos, ahora solo quedaba salir del instituto y emprender camino a casa. Era algo de lo que Ariel no estaba muy convencido todavía, su hermana siempre llegaba de la escuela antes que el, por lo que la pequeña demonio estaría esperándolo para vengarse de alguna manera. Sin mencionar a su padre, que normalmente estaba en casa una hora después que Ariel, y nadie podía probar bocado hasta que el llegara.
Su cara de afligido no entusiasmaba a sus amigos mientras tomaban las escaleras para bajar, Gabél le dio una mirada a Marta levantando su ceja izquierda, a lo que la chica respondió con una sacudida de hombros. No era como si hubieran estado con Ariel durante los dos últimos años, no sabían si era normal que su mente divagara y su rostro reflejara la tristeza de sus pensamientos, pero para ser alguien tan agradable y fácil de proteger, a los dos chicos no les gustaba mirarlo afligido de esa manera. Una ves cruzando la explanada de la escuela para poder salir por la puerta en la reja de la entrada, donde también se abría el estacionamiento a los autos, el último (o primer) cartel de "The Flaming Mushrooms" quedaba a la vista, una lona pequeña atada a la puerta, lo que le recordó a Marta otro motivo para seguir la conversación, y distraer a su amigo pelirrojo.
"Hey.... Entonces, ¿no van a ir al concierto conmigo?" Miró principalmente al otro joven de su estatura, quien por fin parecía salir de su trance para voltear a mirarla.
"No lo creo..." Dijo antes de que los tres voltearan a ver al guardia de seguridad junto a la puerta, despidiéndose ondeando la mano amablemente. No era tanto que Ariel detestara las bandas locales, o la música estruendosa, simplemente un lugar repleto de personas parecía... Peligroso, alguien podría empujarlo, halarle del cabello, no se imaginaba que hacer si se caía y todos comenzaban a pisotear su cuerpo. Sin embargo, salir un sábado por la noche significaba que no iba a tener que soportar a su familia, aunque fuera por un momento, y ante esa posibilidad se iluminaron sus hermosos ojos azules. "O tal ves si. Si voy contigo, no creo que sea tan malo."
"¿¡De verdad!?" Marta estaba tan emocionada por la respuesta, que lo tomó del hombro y lo sacudió un poco.
Ariel de inmediato comenzó a incomodarse e intentar liberarse del agarre mortal de su amiga, sonriendo algo cohibido por la reacción de la chica. Gabél solo giró los ojos.
"Si, estoy determinado a ir. Pero deja de sacudirme o me vas a sacar el cerebro y moriré y tendrás que ir sola." Le dijo mientras se acomodaba el suéter de rombos que traía puesto, aplanando con su mano la parte del hombro izquierdo.
"Hey, disculpa, ¿de acuerdo? No puedo dejar que mueras sin que vayas a un concierto conmigo, respecto al señor lecturas locas... Creo que el es capaz de morir sin asistir a uno en toda su vida." Los tres ahora se dirigían a la parada del autobús, una cuadra después de la salida de la escuela.
Una discusión se desató entre Marta y Gabél, sobre cómo se deberían de vivir todas las oportunidades y experiencias nuevas que se presentan, y el de gafas refutando que no era necesario pasar por algo que estaba seguro no era su estilo, y que no le agradaría. En esta conversación, Ariel solo observaba a su amiga golpear al otro con el codo, insistente, aunque ya sabia la respuesta solo le gustaba molestar; y a su vez miraba al otro chico, quien se comportaba como una diva y seguía defendiéndose aunque Marta estuviera jugando con el. Esos dos sujetos de verdad eran personajes extraordinarios, pensaba el pelirrojo, mirándolos con admiración y una gran sonrisa, solo riéndose de las palabras que utilizaban, y entretenido hasta el punto de ignorar el autobús que se acercaba lentamente.
"Saca tu credencial, lento, o te van a cobrar el doble del pasaje."
"Marta, llevo años transportándome en autobús, ¿crees que no se sobre los descuentos de estudiante? Dios mío, te gusta poner en duda mi astucia..." Dijo extrayendo de su bolsillo derecho la credencial estudiantil, y ambos se acercaron a Ariel para despedirse mientras el autobús se detenía, dejando a otros alumnos entrar antes que ellos. "Hasta luego Ariel, ten cuidado de camino a casa." Le sugirió Gabél, antes de regalarle una corta sonrisa. Gabél podía ser un hombre encantador, cuando no estaba molesto ni exasperado como una princesa.
"Cuídate rojito, nos vemos mañana." Marta se acercó a dejar un beso en su mejilla, el cual Ariel correspondió brevemente, antes de sonreírle a ambos.
"No se peleen mucho por favor, guárdenme un poco para mañana." Dijo entre suaves risas, antes de ser aplastado en un abrazo de la chica gótica. Ya habiéndose despedido, Marta le aseguró que habían muchas mas peleas de donde vino esa, y que no se perdía de nada, antes de subir al autobús, seguida por Gabél, y finalmente se tornaron a despedirse con la mano, antes de irse al partir el camión.
Detrás de la silueta ahora lejana del camión, solo quedaba Ariel en aquella parada. Sujetó la correa de su mochila, e hizo un gran suspiro seguido de una mueca de disconformidad, ya que ahora estaba solo y debía emprender camino a casa. Cruzó la calle algo nervioso, aunque no tenía de que preocuparse si Roberto estaba reposando en casa, solo que estaba tan acostumbrado a que lo acosaran y lo lastimaran, que seguía mirando a todos lados paranoico por si algo salía de entre las sombras.

No me hagas reír.Where stories live. Discover now