Los abandonados

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"¿Quieres decir que nunca habías hecho algo así en tu vida?" Eduardo preguntó con sorpresa, rascándose la barba antes de voltear a ver a Adam, quien tenía una expresión escasa de complacencia.

"Niño, no sé si esa fue la mejor idea. No lo creo, la verdad. Yo creí que era algo habitual para ti salir de tu casa sin permiso, si no, no los hubiera dejado ir por ti hasta tu casa." Adam parecía preocupado, de pronto dejando de lado su postura regularmente tranquila para hacerle ver a Ariel que hablaba muy en serio.

Ya que se habían bajado los humos de su escape, hablar con los demás sobre las consecuencias de éste suceso le había regresado a la tierra. Suspiró un aliento tembloroso, de pronto sintiendo que la ansiedad volvía a su cuerpo.

"Yo sé, es solo que... No podía pensar, estaba asustado. Sabía que lo único seguro era que alguien iba a atraparme, pero no podía saber qué iba a pasarme si me quedaba en mi habitación."

"Te van a meter una buena." Comentó Mario desinteresado, recibiendo un golpe de Adam por su imprudencia.

"Tampoco estamos aquí para asustarlo," el vocalista le sonrió al pelirrojo, ayudándolo a recuperar los ánimos. Adam tenía esa gran habilidad de hacer sonrisas encantadoras, casi como las de un padre amable. "y mientras estés a salvo, vamos a asegurarnos de que te diviertas."

Sus palabras habían sido suficiente para hacer que Ariel recuperara esa confianza y alegría que sintió al subir al auto hace unos minutos, tomando un respiro para calmar su incesante corazón. Pablo, quien había estado muy ocupado en su celular, solo levantó la mirada un momento para ofrecerle una breve mueca de amabilidad antes de volver a su pequeña pantalla.

Mientras tanto, en la cabina del frente todo estaba incómodamente callado. Marta se sentía responsable de lo que pudiera pasarle a Ariel gracias a esta inofensiva salida; Alejandro estaba agobiado concentrándose en manejar y en pensar una manera de ayudar a Ariel para evitar que lo lastimaran al regresar a casa.

El camino fue silencioso para ellos dos, solamente escuchando la radio con un volumen muy bajo. No fue si no hasta que minutos después se avistó un cielo despejado y un edificio comercial abandonado que uno de los dos se atrevió a hablar.

"Aquí es." Alejandro daba la impresión de que tenía mucho que comentar sobre este lugar, pero prefirió esperar a que todos bajaran del auto para poder charlar. El concreto del estacionamiento era de un color claro y estaba invadido por pequeñas flores y plantas brotando de las grietas.

"¿Aquí?" Marta aún no entendía el concepto, el lugar estaba claramente solo, sucio y arrumbado, no le veía ningún atractivo. "Si sabes que, tenemos playa, y un bosque, y varios parques, ¿verdad?"

"Digo, puedes irte caminando a la playa si quieres." Bromeó el otro, dándole una mirada burlona antes de apagar el carro y bajar. De la parte de atrás ya estaban descendiendo los demás, dejando de último a Ariel para ayudarlo.

El baterista se estiró y tronaron sus huesos: los hombros, los codos, las muñecas y luego se ayudó con los dedos.

"Ya no sirves." Se rió Mario, pero pronto Eduardo se puso de su lado, haciendo también chasquear sus huesos y agregándole la espalda, el cuello y las rodillas.

"Te vas a romper." Soltó Mario una carcajada, seguido por una risilla de Pablo.

Ariel hubiera gustado unirse a la competencia de 'a quien le truenan más huesos' pero decidió dejarlo entre amigos, solo contemplando de brazos cruzados.

"Bueno, no sé si ya habían venido para acá tú y Marta, pero este pedazo de basura es nuestro lugar favorito para hablar sobre música y escribir canciones." Comenzó Alejandro, dirigiendo el rumbo hacia el edificio. Hizo un gesto para que lo siguieran, y pronto todos estaban caminando con él.

No me hagas reír.Where stories live. Discover now