"Gracias"

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La puerta se cerró tras ella con suavidad una vez subió las escaleras tras haber despedido a su familia. Al entrar en su cuarto encontró a Héctor tal y como sus hermanos le habían dejado, con la diferencia de que ahora estaba despierto, parecía asustado. En cuanto hizo su entrada el joven ladeó el rostro bruscamente y la miró, buscando respuestas.

- Imelda... - Balbuceó. La adulta se sentó en la cama, muy cerca de él, y puso una mano sobre su pecho para evitar que se levantase.

- Debes descansar, Héctor. - Susurró con tranquilidad, intentando transmitirsela, pese a ello el moreno no parecía más relajado y ella sabía que era por el shock que tenía en aquellos instantes, lo cual era absolutamente normal después de todos los acontecimientos vividos.

- No vas a desaparecer. - Prometió Imelda con seguridad. Al instante, las pupilas del contrario parecieron relajarse un poco.

- ¿Cómo es eso posible...? ¿Miguel ha logrado llevar mi foto a la ofrenda familiar? Pero eso es imposible, la foto se perdió en el agua cuando Ernesto nos atacó... - Caviló el moreno con cierto nerviosismo.

- Lo ha logrado, en parte gracias a Coco, nuestra hija guardaba una foto tuya... Pero todo el mérito es de Miguel. - Imelda sonrió con ternura. - Cantó ''Recuérdame'' delante de toda la familia y Coco comenzó a recordarte, gracias a ello pudo darle la foto, y desde ahora y para siempre estarás en la ofrenda familiar. -

Cuando la morena terminó de hablar observó que los ojos de Héctor brillaban con una luz inusual, una luz que transmitía orgullo y felicidad. De repente, se incorporó y soltó un grito de felicidad, sobresaltando a la adulta.

- ¡Sabía que mi hijo lo conseguiría! Ese muchacho es increíble, me alegro tantísimo... Espero que a partir de ahora pueda cumplir su sueño, mi sueño... - Héctor se calló al instante, recordando que ese mismo sueño le había llevado a ''la perdición'', no de su propia vida, sino de algo que era más importante, su familia.

Imelda miraba al suelo, recordando también el pasado, sin poder evitarlo. El joven se sentó a su lado con suavidad y posó su esquelética mano sobre la contraria, con temor a que este gesto fuera rechazo por la contraria, como tantas veces había sido rechazado en un pasado, sin embargo, aquella vez Imelda no apartó su mano ni se mostró violenta, al contrario, le miró a los ojos y sostuvo la mirada del moreno, que se sintió morir de amor por unos instantes...

- Ay, Héctor... Ya te he perdonado. - Susurró Imelda antes de que él volviera a preguntárselo, viendo de nuevo aquel temor en sus ojos. - Mi corazón está en paz. - Añadió.

Durante un momento, el moreno se quedó en silencio, con el rostro completamente inexpresivo, fue entonces cuando la adulta empezó a temer y su sonrisa se desvaneció. En aquel breve instante sus miedos volvieron a adueñarse de ella. Comenzaba a preguntarse si había sido una ilusa cuando repentinamente Héctor reaccionó y puso ambas manos en sus hombros.

- Mi amor, ¡Eso es lo único que quería! Tu perdón me hace inmensamente feliz, me siento vivo de nuevo. -

La expresión de Imelda comenzó a tornarse primero confusa, pero luego sonrió levemente y entonces su esposo la abrazo con fuerza y cariño.

- Gracias, Imelda... - Susurró cerca de su oído, palabras que hicieron que la adulta se estremeciera de placer. Hacía mucho tiempo que no escuchaba aquella voz tan cercana, tan confidente... Apoyó el rostro en el hombro del joven y le abrazó con el mismo cariño, sintiéndose igual de completa que Héctor. Habían pasado muchos años solos y rotos, pero por fin, se habían reencontrado en paz.

 Habían pasado muchos años solos y rotos, pero por fin, se habían reencontrado en paz

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"Perdóname". | [ Héctor x Imelda ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora