"Tráeme la verdad"

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La familia Rivera llegó finalmente a su hogar, el cual consistía en una serie de casas de tamaño mediano, muy juntas y de aspecto humilde, pues en la Tierra de los Muertos las almas conservaban un estatus social similar al que tenían en vida. Muchos podían optar a cambiarlo ganándose la vida honradamente o siendo numerosamente recordado por los vivos, lo cual significaba tener muchas ofrendas en el día de los muertos, y algunas muy valiosas, pudiendo incluso canjearse por objetos que les permitieran vivir mejor en el más allá. Sin embargo los Rivera no querían nada de eso, les gustaba la vida que habían tenido y disfrutaban de la misma forma en la Tierra de los Muertos, creían firmemente que estar en familia era la mayor riqueza posible y habían aprendido a ser felices con lo poco que tenían.

Aún transportaban Felipe y Óscar al frágil Héctor cuando se pararon frente a la casa más céntrica de todas las de la fila: La casa de Imelda.

- ¿Dónde lo dejamos, Imelda...? –

Preguntó Felipe, dejando notar cierta pesadez en sus palabras. Un esqueleto no pesaba precisamente demasiado pero los hermanos siempre se habían caracterizado por ser más reacios que la adulta a hacer cualquier tipo de tarea, e incluso estando muertos parecía que habían nacido con el cansancio en los huesos.

- Subidlo a mi habitación. –

Respondió al instante la morena, ignorándoles. Estaba frente a ellos con los brazos en jarras y una expresión que no dejaba lugar a réplica alguna, aunque por supuesto Felipe y Óscar habían convivido toda su vida con ella y sabían perfectamente que no acatar una orden tan simple desataría la furia de Imelda, además tampoco querían lastimar más a Héctor y en el fondo esperaban que en cuanto le dejasen postrado en una cama se podrían ir corriendo a hacer algo "productivo" como jugar a intercambiar sus brazos.

Julio se apresuró a abrir la puerta para dejar pasar a ambos hermanos, que subieron por las escaleras seguidos de Imelda, quedándose el resto en la entrada de la casa tras haber pasado todos y habiendo cerrado la puerta. No sabían qué hacer ni qué decir, había sido un día de muertos muy complejo con todo el revuelo que había montado Miguel; muchas cosas habían salido a la luz y en aquel instante todos los Rivera estaban preocupados por el estado del recién llegado y cómo todas las revelaciones afectarían a la matriarca de la familia, pues a pesar de parecer que había perdonado al joven Héctor sabían bien lo mucho que había sufrido por ello durante años y no estaban muy seguros de cómo el acontecer de las cosas iba a cambiar su vida. ¿Debían quedarse y apoyarla o debían hacerse a un lado para dejarle tranquilidad?

Mientras los tres comenzaban a hablarlo de forma sutil y silenciosa, los hermanos bajaron las escaleras, habiendo acabado al fin su "tarea". Mientras tanto, en la habitación, el silencio se había apoderado del ambiente e Imelda yacía arrodillada a un lado de la cama, con una mano puesta sobre la de Héctor y otra en el pecho del mismo. Todo tipo de pensamientos pasaban veloces por su mente y por más que intentaba ponerles fin para no angustiarse, el nudo en su estómago, - o el fantasma incorpóreo de su estómago – se hacía más grande, ahogándola. No podía estar segura de hasta qué punto Miguel había logrado que Coco no le olvidase, ¿y si por un momento lo había conseguido pero su hija empezaba de nuevo a olvidarle? ¿Y si estaba falleciendo? Sabía, por sus propias cuentas, que era ya bastante anciana y en aquel instante temía más que cualquier otra cosa que su alma abandonase el mundo de los vivos, pues eso significaría dos cosas: Una, que la vida de su pequeña, - ya no tan pequeña – llegaría a su fin, cosa que en parte le apenaba muchísimo pese a que aquello conllevase el volver a verla y tocarla; la otra era que el recuerdo de Héctor moriría para siempre, y si aquello ocurría...

Imelda sollozó sin poder contenerlo más, levantándose de inmediato. La falta de respuestas a sus preguntas y la inmensa tensión que sentía en aquellos momentos eran insoportables. Había sido fuerte delante de su familia pero ahora que estaba sola...

"Perdóname". | [ Héctor x Imelda ]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora