Capítulo 10

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—¿No? ¿Quieres decir que te está dejando respirar? Eso es buena señal —dijo Jennifer, y las dos mujeres se rieron a la vez—. ¿Estás nerviosa por Lauren? —le preguntó Jennifer, poniéndose seria otra vez.

—Aterrorizada, más bien.

—¿Qué es lo que más te asusta?

—Que ella no me quiera.

—Entonces, ¿la quieres?

Camila se mordió el labio y guardó silencio unos segundos, observando los rayos de luna que se filtraban entre las hojas. Finalmente respiró hondo y asintió.

—Sí.

—Lo sabía. Lo miras igual que yo miro a mi novio.

—¿Tienes novio?

—Sí. Lo conocí en el extranjero, en mi última misión. Ha solicitado un visado de estudios y vendrá a Estados Unidos el año que viene.

—Seguro que lo echas de menos.

—No te imaginas cuánto.

—¿Cómo supiste que estabas enamorada?

—No me podía imaginar mi vida sin él.

Aquello le sonaba familiar a Camila.

—¿Y cómo supiste que él también te amaba?

—Porque él me lo dijo. Antes de decírmelo me lo había demostrado, aunque yo no lo supe hasta que pronunció las palabras en voz, alta y clara.

—¿Cómo te lo demostró antes de decírtelo?

—Anteponiendo mis necesidades y mis deseos a los suyos.

Lauren también lo había hecho. La manera en que la había tocado en el lago había sido totalmente desinteresada y perfecta.
Tal vez no tuviera experiencia sentimental, pero hasta ella sabía que a las mujeres les costaba dar sin recibir. La generosidad de Lauren no era nada común.

—¿Qué más?

—Era una soldado muy dura y curtida, pero aun así me protegía y se preocupaba por mí.

—¿Por ejemplo, asegurándose de que no camines sola por el bosque de noche?

Jennifer esbozó una sonrisa de complicidad.

—Sí.

—Mmm…

—Y luego está el sexo.

Camila no dejaba de sorprenderse por la franqueza de su nueva amiga.

—Eh… sí. El… sexo.

—¿Fue bueno?

—No hemos tenido sexo —admitió Camila en voz más alta de lo que pretendía.

—Pero ¿ha pasado algo?

—Sí.

—¿Y?

—Fue… indescriptible.

—Bien. La compatibilidad sexual es un ingrediente fundamental en una
relación sólida.

—Creo que… quizá seamos demasiado compatibles —nunca se hubiera esperado un comportamiento como el suyo, y la respuesta de su cuerpo le asustaba tanto como la posibilidad de estar enamorada de Lauren.

—Créeme, nunca se es «demasiado» compatible. Si te hace vibrar de emoción, si el roce de sus dedos hace que salten chispas, entonces eres una mujer afortunada.

—Pero ¿cómo puedo saber si ella siente lo mismo?

—¿Perdió el control?

Camila pensó que Lauren la había tocado al aire libre, algo que no debía de hacer normalmente.

—Hasta cierto punto.

La princesa y la guardaespaldas (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora