Capítulo 2

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Lauren tuvo que morderse la lengua para no soltar una palabrota. Aquella princesa tan pequeñita estaba llena de sorpresas. La primera había sido verla correr a través del patio cuando se suponía que estaba estudiando en la biblioteca con un grupo de amigas. El plan de Lauren era hablar con su guardaespaldas y provocar
un encuentro accidental con la princesa cuando ésta saliera de la biblioteca.
Menos mal que la había visto, o habría estado tan equivocada como el inepto guardaespaldas sobre su paradero. Aquel hombre necesitaba recibir un cursillo de seguridad de Jauregui Investigations.

—No sé remar en kayak —le confesó—. Pero es algo que me gustaría aprender.

En realidad no tenía el menor deseo por aprender, pero sí había remado en canoa, y aunque no fuera una de sus actividades favoritas, se parecía lo bastante al kayak como para poder desenvolverse en el agua sin hacer el ridículo.
Un mujer hacía lo que tenía que hacer en su trabajo. Y su misión era
permanecer lo más cerca posible de la princesa Karla Camila Cabello Estrabao.

—Si nos damos prisa, tal vez podamos apuntarnos para la excursión —dijo ella
con una radiante sonrisa.

Lauren sopesó las opciones en su cabeza. Podía impedir que fuera a inscribirse.
Podía eliminar cualquier posibilidad que tuviera de hacer ese viaje con una simple llamada telefónica. O… podría seguir su instinto y hacer esa excursión con ella.
Sería muy fácil impedir que llegara a tiempo para apuntarse a la excursión, gracias a la evidente atracción que camila sentía por ella. Pero aquella joven encontraría cualquier otro modo de salirse con la suya. Camila Cabello, como se llamaba a sí
misma, no era la chica de diecinueve años tímida, discreta y estudiosa de la que le habían hablado a Lauren.
¿Sabía alguien en la vida de la princesa quién era realmente y qué hacía para divertirse?
La respuesta era «no», sin lugar a dudas. Por ello Lauren no quería eludir del todo aquella excursión. La habían contratado como ayuda adicional para garantizar la seguridad de la princesa en un tiempo de alto riesgo para la familia real. Pero si su implicación personal podía ayudar al equipo de seguridad de la princesa a mejorar su protección, se involucraría lo que hiciera falta. Si le permitía hacer esa excursión y la acompañaba para garantizar su seguridad, tendría la oportunidad de ver las tretas que empleaba para esquivar a sus guardaespaldas e impedir que volviera a hacerlo en el futuro.

—Tú primero —dijo con una sonrisa.

Camila asintió, pero en vez de acelerar el paso se detuvo y fijó la mirada en sus labios.

—Camila…

—En, sí… vamos —haciendo un considerable esfuerzo por apartar la mirada, empezó a trotar hacia el University Center—. La reunión es arriba.

A Lauren no le costó mantener su ritmo con sus grandes zancadas, pero todo su cuerpo empezaba a reaccionar a la sensual oscilación de aquellas curvas tan femeninas. La atracción era definitivamente mutua, lo cual debería hacer que su
trabajo fuera mucho más sencillo. Así no tendría que fingir interés para permanecer cerca de ella. Su intención inicial había sido mantener una simple amistad, pero si
fueran algo más que amigos le resultaría mucho más fácil vigilarla. Tampoco se trataba de tener una relación estable, ni mucho menos. Lauren rehuía los
compromisos por muchas razones, y Camila no era la candidata más adecuada para una aventura pasajera. No sólo era la hija de un cliente y su misión actual, sino que
era una princesa procedente de una parte del mundo donde se otorgaba una importancia especial a la virginidad femenina.
Pero aunque el sentido del honor de Lauren no le permitía aprovecharse de la virginidad ni la inocencia de nadie, sí podía aprovecharse de la atracción que provocaba en la princesa.
Camila se detuvo frente a un hombre rubio y atlético que bajaba los escalones del University Center.

—Hola, Bob. ¿Ya ha acabado la reunión?

—Sí, pero no te has perdido gran cosa. Lo único que hemos hecho ha sido repartir unas hojas informativas y apuntar nombres.

—¿Aún podemos apuntarnos? —preguntó ella, entusiasmada.

El tipo le puso una mano en el hombro y le dedicó una sonrisa algo más que cortés.

—Lo que tú quieras, encanto.

Lauren tuvo que tragarse otra maldición. ¿Tenía la princesa un novio del que su familia no sabía nada?

—Genial —dijo ella—. Lauren nunca ha montado en kayak y me gustaría que viniera conmigo… —se giró hacia Lauren—. Si no tienes problema en aprender de una mujer, claro.

—No, no. Me encantaría.

—Wayne puede enseñarle a la novata y así tú podrías venir conmigo —sugirió Bob.

—La novata prefiere ir con su nueva amiga —se apresuró Lauren a dejar claro.

Era el único modo de que la princesa estuviera a salvo en el agua. Un
guardaespaldas no podría protegerla desde la orilla o desde otra embarcación.

—Oh, lo siento. No era nuestra intención ignorarte —se disculpó Camila, con una expresión arrepentida en sus bonitos ojos marrones—. No soporto cuando la gente habla de mí como si yo no estuviera.

Era presumible, teniendo en cuenta la familia conservadora y machista de la que procedía, que hubiera experimentado muchas veces aquella indiferencia.

—No pasa nada —dijo, pero la mirada que le echó a Bob le advertía que tuviera cuidado con él.

A juzgar por la expresión del universitario, pareció recibir el mensaje. Pero no parecía muy contento al respecto, y Lauren volvió a preguntarse si entre Bob y Camila
habría algo más que una amistad y una afición compartida por el kayak.

—Os apuntaré a las dos, pero necesito tus datos de contacto —le dijo Bob a
Lauren—. Los de Camila ya los tengo… De hecho, ya te he apuntado, nena. Iba a llevarte la información a Política Internacional.

Camila le sonrió con gratitud y emoción.

—Eres el mejor. Gracias.

Bob se quitó la mochila del hombro y sacó un cuaderno.

—Toma, escribe aquí tus datos —le dijo a Lauren, pero sin soltar el cuaderno—. Estudias aquí, ¿verdad? Esta excursión sólo es para los estudiantes de la universidad.

Camila frunció el ceño, pero relajó la expresión al oír la respuesta de Lauren.

—Estoy haciendo un máster en Administración de Empresas, justo al otro lado de la calle.

—Oh… muy bien —aceptó Bob, y le ofreció finalmente el cuaderno.

Lauren lo aceptó y lo hojeó rápidamente hasta dar con una lista de nombres bajo un título escrito a mano.

—«Excursión en kayak» —leyó. Sacó un bolígrafo con cámara incorporada del bolsillo y fotografió la lista de nombres al fingir que sacaba la punta. A continuación,
añadió su nombre a la lista.
Haría que alguien de Jauregui Investigations investigara aquellos nombres para cerciorarse de que ninguno de ellos representaba una amenaza para Camila.
Se preguntó cómo pensaba la princesa esquivar a su guardaespaldas durante
todo un fin de semana, pero no tenía la menor duda de que lo conseguiría. Una princesa que había aprendido a remar en kayak mientras estudiaba en un internado exclusivo era alguien que sabía arreglárselas en la vida.

La princesa y la guardaespaldas (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora