Capítulo seis

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Tras esa desvelación que Francisco determinó cómo crucial; se puso a investigar lo más que puso sobre las brujas. En la mayoría de portales, aparecían cómo seres fantásticos sin ninguna acción sobre la vida real, y pese a que todas esas pruebas eran contundentes, el seguía investigando. Quizás si se lo creía, o quizás solo tenía el juicio nublado de tantos sucesos extraños junto con el cansancio, pero no dejaba de teclear palabras que; a veces, parecían no tener relación alguna con el tema en cuestión.

La exhaustiva búsqueda en la red no dio resultados precisamente satisfactorios. La banda ancha de navegación ―bajísima―, y sus escasos conocimientos sobre ambos temas, hicieron de esa cacería una tarea hercúlea.

Pero Francisco lo intentó hasta, horas más tarde, caer rendido ante el monitor que seguía proyectando la búsqueda de Google. Por la contra, Kim seguía sentada en el suelo, con una mantita de lino sobre los hombros y observando con detenimiento una esquina del cuarto. Una esquina que estaba extrañamente oscura.

Y, cuando por fin los dos se quedaron profundamente dormidos, un cuervo se decidió a posarse sobre la ventana. Miró detenidamente el interior, observando con especial ahínco a la niña. Una vez revisado todo, la luz de todo el vecindario se fue.

El reloj de la pared marcaba las doce de la mañana cuándo Kim se decidió a despertarse. Observó con detenimiento a francisco, babando el teclado del ordenador y con el gesto contraído. Checó otra vez la habitación, con un especial afán en la esquina y; tras decidirse a que ahí no había nada y colocar su manta sobre el cuerpo de Francisco, se fue a la cocina. Bajó distraídamente las escaleras que separaban el cuarto del ordenador con el habitáculo, y mientras removía los cajones en busca de algo para desayunar, se topó con el móvil del joven.

―"La curiosidad mató al gato" ―pensó Kim―; mejor dicho, a la niña.

Pero, pese a los remordimientos que su conciencia le producía, decidió ojear ese aparato que únicamente había tenido el privilegio de tener una vez en su vida. Tan pronto encontró el botón de encendido; una pantalla de bloqueo decorada con dibujos de diamantes con una ventana flotante ―seguramente algún mensaje olvidado―, fue lo que alcanzó a observar.

Lo dejó en la repisa, convencida que no había nada que pudiera interesarla lo más mínimo.

―¿Con esto Francisco pasa su tiempo? Pobrecito. Debe de vivir muy aburrido.

Y así pasó la mañana, recostada en una silla, intentando relajarse y con Francisco víctima del agotamiento. Siendo ya las tres del mediodía, Francisco se despertó. Alterado, intentó despejarse lo mejor que pudo. Y en ese momento, una llamada resonó en los oídos del joven. Cogió el teléfono, y escuchó una voz del otro lado que le resultó muy familiar. "Hermano".

―¿Si?

―Hoy, a las siete. Compra algo de comida y agua. Voy sin falta.

―[Click]

Desconcertado por la llamada, intentó recomponer la compostura. Y una vez que descifró lo que había oído, corrió como alma que lleva el diablo al supermercado más cercano.

Y mientras, Kim veía toda la escena, con un mal presentimiento.

Y, efectivamente, el mal presagio de la joven se hizo realidad. Víctor apareció, sí, pero con un rostro demacrado por el cansancio y los músculos consumidos por la falta de alimentos. Su humor acompañaba a su pésimo estado, cascarrabias a más no poder.


N/A: Sí, se que este capítulo me ha salido corto. No me mateis, pero alargarlo solo le bajaría la calidad. Os prometo que el siguiente será más largo. Con mucho lof, me despido. 

El aleteo de un cuervoWhere stories live. Discover now