Cuando está a punto de terminar la hora, observo a mis compañeros: Adler hace ya rato que ha entregado el examen y se dedica a dormir con la cabeza apoyada sobre la mesa. Klaus saca el móvil del bolsillo y lo pone en su silla, entre las piernas, en un acto desesperado por resolver sus dudas. La profesora lo mira de reojo; sé que se está preguntando si está copiando de nuevo o se está mirando el paquete. Teniendo en cuenta que se trata de Klaus, la segunda opción no sería tan disparatada. Mientras, Annie juega con su boli; hace diez minutos que también ha entregado el examen. Adolf se dedica a hacer dibujitos en su mesa con un lápiz. Abro mucho los ojos al comprobar que Rainer sigue respondiendo preguntas a una velocidad estrepitosa y lleva escritas más hojas que yo. ¿Qué diablos le está contando a la profesora? ¿Su vida? ¿O le está dando indicaciones para encontrar el cheque por mil euros con el que la sobornará si lo aprueba con un uno? Eh, no, no voy a dejar que este chico escriba más que yo. ¡Así tenga que contar cosas redundantes, hacer una letra enorme o construir frases rebuscadas, pienso ser el que más hojas entregue!

—El tiempo ha terminado, entregadme los exámenes, por favor —dice de pronto la profesora.

Sí, voy a llenar tantas hojas que Petri va a quedarse ojiplática. 

—Por favor, Müller, el examen.

Seguro que dirá: «Señorito Müller, su examen es tan magnífico que me he visto en la obligación de ponerle un uno. Es más, olvídese de hacer más pruebas conmigo, ¡tiene un uno en la asignatura!»

—Señorito Müller, como no me entregue la hoja ahora mismo le clavo un suspenso tan grande como una casa —escucho que me amenaza la profesora mientras me agarra el examen. Mierda. 

Se lo doy a regañadientes y me froto la cara. Sé que extensión no significa calidad, pero ya estoy oliendo a que voy a ser la segunda mejor nota. 

°°°

La clase de Matemáticas ha comenzado y la mayor parte de los alumnos nos preparamos para sobrevivir a dos horas de explicaciones mortales; sin embargo, el profesor Endler, nuestro tutor, parece más interesado en tratar primero otro tema para nada relacionado con las integrales indefinidas:

—Chicos, como ya sabréis, debemos elegir al delegado y al subdelegado de este año —comenta, sentándose en su cómoda y acolchada silla. 

Todos y cada uno de mis compañeros giran sus cabezas al unísono para observarme. Y no, el motivo de tal reacción no es  porque mi cara le alegra el día de cualquiera, sino porque siempre me presento para delegado, y este año no será una excepción. El profesor carraspea y sigue hablando:

—Debo recordaros las obligaciones del delegado: tenéis que ayudar a los profesores cuando lo necesitamos, en especial a mí, que soy vuestro tutor. También mediaréis en los problemas de la clase, me transmitiréis las quejas de vuestros compañeros, y un largo etcétera. Con respecto al subdelegado, sustituirá en funciones al delegado cuando este no pueda estar presente. Entendisteis, ¿verdad? —Asentimos, y él saca un folio y un bolígrafo de su cartera—. Bien, pues procedamos con el tema de los candidatos. Si solo hay uno, se le adjudicará ahora mismo el cargo, pero si hay varios, tendremos que realizar una votación. Así que, contadme, ¿quiénes quieren presentaros para delegados de la Klase doce?

Me convierto en alguien predecible y levanto la mano, como todos esperan que haga. Sin embargo, me acompañan dos manos más: la de Tanja y la de Rainer. Este frunce el ceño y se echa hacia atrás en su asiento cuando lo miro; he disimulado muy mal la cara de asesino a sueldo con hemorroides que le he dedicado. 

—Vaya, no me esperaba esto —dice Endler, frotándose la frente—. Hay tres candidatos: Müller, Bauer y Wolf. Pues hoy por la tarde decidimos de quién es el puesto, ¿de acuerdo?

Rompiendo mi monotonía.जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें