✧ Capítulo 20

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Hace 23 años

—Tienes que parar, Charlie —habló Mike, arrebatándole el lápiz de dibujo a la rubia.

Ella bufó, irritada y se giró a encararlo. Mike había tratado de detener el arduo trabajo de Charlotte con incontables métodos, todos habían fallado, sólo que esa vez, acababa de conseguir algo.

—Estoy por terminar, Michael —lo miró, de mala manera—. No me hagas esto.

—Lo hago —contestó, retándola con la mirada—. No has dormido, ni has comido. Ve a tu casa, es una orden.

Charlotte resopló molesta y tomó su bolso, para guardar la carpeta de bocetos. Se despidió sólo con un movimiento de mano y salió de ahí. Fue entonces cuando se percató de lo débiles de sus piernas y el escandaloso rugir en su estómago.

Mike tenía razón. Necesitaba alimento y una cama con urgencia.

Michael era el jefe del departamento de patronistas. Estaba a cargo del salón de dibujo y, muy rara vez, cuando el Señor Bianchi faltaba debido a sus incontables sesiones, del salón de fotografía. Mike era un maestro joven y a pesar de su corta edad, no era nada inexperto; era el mejor en lo que hacía. Charlotte lo admiraba, al igual que todos los demás estudiantes.

Continuó avanzando por el oscuro y solitario camino de cemento, mientras contemplaba la diversidad de las plantas y lo bello que lucía el campo al ser mínimamente iluminado por el chispear de las luciérnagas. Miró su reloj, eran casi las diez de la noche y se maldijo por lo bajo, apresurando el paso, tenía que llegar a la parada de camión lo antes posible o sería demasiado tarde.

El viejo y regordete portero de la enorme reja de entrada la alumbraron con una linterna, provocando que ella frenara en seco y se cubriera el rostro con el brazo.

—¡Soy yo, Will! —exclamó, apenas consiguiendo encontrarle forma al susodicho. La luz la había cegado—. ¡Soy Charlotte!

—¿Charlie? —Will apagó la luz, apenado y se acercó inquisitivo—. ¿Pero qué sigues haciendo aquí, señorita?

Una sonrisa se extendió en el rostro de la rubia al escucharlo reprenderla de ese modo, le enternecía que se preocupara tanto por ella. Él era como su padre, sólo que este era italiano. Su padre italiano.

—Lo de siempre, Will. Trabajo.

Él negó con la cabeza y chasqueó la lengua.

—Estoy seguro que el trabajo no te mantiene atada a la universidad —musitó, cruzándose de brazos—, eres tú, Charlie.

Ella viró los ojos divertida y se acercó a abrazar al viejo hombre.

—Detalles —señaló. Will rió por lo bajo y volvió a negar con la cabeza. Dio unos cuantos pasos hacia atrás, huyendo de ella—. ¡Will es sólo un abrazo!

—Los problemas no se solucionan de ese modo —la reprendió, divertido.

Charlotte dejó escapar una risotada. Cada noche confirmaba que aquel viejo y regordete hombre era igual a su padre. Will miró el pequeño reloj que colgaba en la sucia pared de la caseta y sintió el aire atorársele en el pecho, era demasiado tarde para que Charlotte volviera a casa sola.

—Charlie, debes apresurarte —le recordó, a la par que una mueca le distorsionaba el rostro—. Sabes que me encantaría llevarte, pero no puedo abandon-

Ella levantó la mano, pidiendo que callara y le sonrió amable.

—Lo entiendo, Will. No te preocupes por ello.

stitches ↠ marichatWhere stories live. Discover now