Capítulo 41

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El brillo de la pantalla de mi celular, que mantuve encendida durante toda la noche mientras leía los comentarios de la noticia en la que era protagonista, había conseguido irritarme los ojos

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El brillo de la pantalla de mi celular, que mantuve encendida durante toda la noche mientras leía los comentarios de la noticia en la que era protagonista, había conseguido irritarme los ojos. Me eché gotas a la mañana y me tomé dos tazas rebalsadas de café para vencer el cansancio.

Podría haberme evitado caer en la tentación de torturarme con las barbaridades que decían sobre mí en aquella página sinsentido. No obstante, me resultaba peor la idea de llamar una vez más a Sebastián, quien se marchó sin que supiera que, en realidad, prefería que se quedara.

La batería de mi móvil estaba muerta, así que lo dejé cargando mientras me duchaba para ir al colegio. Sí, iría. Quedarme encerrada en casa con mi abuela sería un calvario, me interrogaría sobre el porqué de mi falta y terminaría confesándole lo mala amiga que fui con Gala. Mi abuela amaba a Gala.

Me vestí con un jumper de jean y una remera rosa chicle debajo. Zapatillas blancas, medias blancas, y exceso de corrector sobre las ojeras. Nada de labial, nada de provocaciones. Me tocaba pasar por desapercibida y evitar las miradas juiciosas de los estudiantes.

Bajé a la sala de estar con la mochila al hombro y me detuve a mitad de la escalera cuando vi a mi abuela ascendiendo por esta, con una pila de toallas entre las manos.

—Te ves hermosa—afirmó con una sonrisa.

—Gracias—contesté, agradeciendo que no se me notara el cansancio.

—¿Es un guiño para Sebastián? —preguntó con un tono divertido.

—Me gusta vestirme bien, lo sabes.

—No seas dura—se quejó, mirándome con reproche—, contame, ¿están saliendo?

—Abuela. —La miré aburrida y la esquivé para terminar de bajar los escalones que me quedaban.

—Anoche te despidió de una manera... comprometedora—advirtió, siguiéndome por detrás.

Me detuve un segundo para rememorar aquel instante fugaz. El llamarme princesa, el besarme la mejilla, el desvestirme con la mirada. Jones ponía detalles sobre momentos que conseguían incrustarse en tu memoria.

—¿Ves eso? —se rio la irritante mujer, apuntándome el rostro—. Te gusta.

—No me molestes, no hay nada entre nosotros—le advertí, mirándola con enojo.

—¿Por qué te ponés así?

—Porque sos muy chusma—contesté, dirigiéndome a la puerta.

—Vino a casa, se quedaron en tu cuarto, durmieron juntos—enumeró, cruzándose de brazos—..., no es de chusma, es de...—titubeó, mirando hacia los muebles de la casa—. De querer saber qué relaciones tiene mi nieta—concluyó, volviéndose hacia mí.

—Chusma—concluí.

—Nadia, es un chico muy lindo—advirtió con una sonrisa—. Podés traerlo a casa sin miedo, anoche lo sacaste como si fuese un intruso.

Sin Límites | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora