Capítulo 28

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¿Cómo era posible que al besar a Nadia el sentimiento y la sensación del instante sea completamente diferente al que experimentaba cuando me enrollaba con otras mujeres? ¿Qué era lo que Bolton guardaba entre sus labios como para depositarme la din...

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¿Cómo era posible que al besar a Nadia el sentimiento y la sensación del instante sea completamente diferente al que experimentaba cuando me enrollaba con otras mujeres? ¿Qué era lo que Bolton guardaba entre sus labios como para depositarme la dinamita de emociones que explotó en mi interior? ¿Qué era lo que escondía detrás de ella como para convertirse en una experiencia diferente a la del resto?

Me dirigí hacia el baño de mujeres, en donde Nadia se había resguardado después de nuestro beso, y me detuve debajo del margen de la entrada. Si tenía preguntas relacionadas con aquella chica, ¿de qué manera podía responderlas? No tenía sentido escapar de ella, ni alejarme cuando simplemente quería estar cerca, ¿de qué servía conservar preguntas que luego me aquejarían durante la noche, imposibilitándome dormir?

—Nadia—la llamé, dando un paso al frente.

—¡Ogh! —se quejó desde adentro—, ¿nunca vas a dejar de perseguirme?, por favor, solamente te pido que te vayas al salón deportivo y recurras a Ashley para hacerle este tipo de jueguitos.

De pronto, antes de que pudiese contestar, escuché correr el agua de una la canilla de los lavamanos del baño, lo cual interrumpió mi línea en la conversación y me aclaró las pocas intenciones que Nadia tenía de hablar conmigo.

Lo cierto es que no estaba buscando la admisión ni el permiso de Nadia para ingresar al baño y finalmente hacerme escuchar. No tenía tiempo para aquellos comportamientos que no pretendía seguir y nunca había seguido, ¿quién era Bolton como para mandarme de nuevo a un salón deportivo? Absolutamente nadie; y si mi abuela no había conseguido convencerme de no irme de su casa, entonces Nadia no obtendría ni mis disculpas por ingresar al baño de mujeres.
Di un último paso al frente, cerré la puerta detrás de mí y crucé el corto pasillo que encasillaba los lavamanos, de los cuales uno estaba siendo ocupado por Nadia, quien removía el labial que se había corrido de sus labios.

—¿Intentas sacarte el labial o la boca? —pregunté, posicionándome detrás de ella y apoyándome contra una de las separaciones que había entre cada cubículo del baño.

—Ambas—respondió, sin dejar de fregar cada sector manchado.

—Prefiero que remuevas el labial y no tu boca, ¿cómo te besaré sino? —cuestioné, mirándola por el reflejo del espejo.

—Exacto—me sonrió con ironía, mirándome a través del espejo.

Largué una pequeña risa y me acerqué sonriente hacia ella, le rodeé la cintura desde atrás con ambas manos y me apoyé sobre su cuerpo, regalándole calidez. Acerqué mi boca a su oído y, antes de decir algo, la observé por el espejo. Tenía los ojos cerrados, con las pestañas rozándole la piel pálida, y sus manos temblorosas se sujetaban de ambos lados del lavamos, del cual seguía corriendo agua.

—No tengas miedo, nunca te haré nada que no quieras—le susurré, percibiendo el perfume que desprendía su cabello rubio.

A falta de una respuesta de su parte, volví a mirarla por el espejo, buscando en su rostro algún indicio que delatase sus pensamientos; sin embargo, me sorprendí al notar que sus mejillas estaban levemente sonrojadas y que desde sus ojos cerrados caían un par de lágrimas.

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