Capítulo 30

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No conseguía deducirlo o entenderlo, ¿qué era lo que intentaba obtener Ashley pidiéndole a Marcos que le lesionara un tobillo? Ser testigo de la situación en la que ella le insistía que lo hiciera fue tan inentendible como ridícula, ¿acaso quería ...

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No conseguía deducirlo o entenderlo, ¿qué era lo que intentaba obtener Ashley pidiéndole a Marcos que le lesionara un tobillo? Ser testigo de la situación en la que ella le insistía que lo hiciera fue tan inentendible como ridícula, ¿acaso quería llamar la atención de Sebastián? Porque, si de eso se trataba, existían maneras diferentes, inteligentes y menos dolorosas.

Sin embargo, su objetivo se cumplió al cien por ciento en un principio ya que, al guardar un instinto protector tan intenso, Sebastián no tardó en reaccionar e ir a auxiliar a la víctima de la clase, a quien acompañó a través de todo el salón y, en el pasillo, dejándose ver a través de las ventanas de la puerta de salida, la alzó en sus brazos como hizo la última vez conmigo. No era una excepción para Jones, era una más a la que consiguió seducir con sus encantos de "chico protector". Trataba a las demás como me trataba a mí, por lo cual nunca existió una buena persona detrás de su falsa personalidad, simplemente era una máscara que le facilitaba conquistar. Tal vez Jones realmente era quien insinuaba ser, probablemente había caído en su juego; un juego maravillosamente inteligente.

—Me dijiste que no había nada—me alcanzó Gala a la salida del colegio.

Mis horas en el instituto habían sido estresantes y lo que menos necesitaba era ese tipo de comentario de parte de mi mejor amiga.

Me frené repentinamente al escuchar la frase completa y me giré sobre mi lugar para enfrentarme a los ojos avellana de Gala.

—¿Nada de qué? —la miré algo confundida.

—Entre Sebastián y vos.

—¿No había? Gala, te dije que no hay—contesté, haciendo hincapié en la última palabra.

—¿Segura? —se cruzó de brazos, seria—, porque hoy parecían imanes en la clase de gimnasia.

—Gala—mascullé, intentando mantenerme en mis casillas. No quería atacar a mi mejor amiga, pero mi objetivo en el día era olvidar a Sebastián y cualquier cosa relacionada con él, ¿por qué justamente Gala tenía que nombrarlo como si se tratase de la enfermera del colegio? —, no tengo la culpa de que él esté pegado a mí.

Cerré los ojos con fuerzas y me insulté en mis adentros por lo acababa de decir, ¿cómo había podido ser tan descuidada? Por eso mi madre siempre me había aconsejado que piense lo que iba a decir antes de abrir la boca, porque si algo no debía admitirle a Gala era que el chico que le fascinaba parecía estar atado a mis tobillos.

—¿Pegado a vos? —se le encendieron los ojos, mientras pronunciaba sus palabras con una chispa de ira.

—Ya sabés cómo es Sebastián.

—No, no lo sé—se acercó a mí, lo suficiente como para llegar a intimidarme—, porque nunca puso atención sobre mí, y cuando al fin me dio la oportunidad de tener una cita con él, vos llegaste para arruinarlo todo.

—Ya hablamos de esto, Gala, y te pedí perdón. —Estaba nerviosa, necesitaba apagar la llama que había encendido la bomba que guardaba Gala. Si explotaba, seguramente terminaría la secundaria sin amiga—. Sebastián no vale la pena, te lo aseguro, él simplemente se fija en exteriores.

Gala descruzó los brazos y me miró atentamente. Lo que acababa de decirle estaba completamente fuera de contexto y, además, podía malinterpretarse fácilmente.
Pensar antes de hablar, pensar antes de hablar.

—¿Qué intentas decirme?

—Yo...—intenté explicarme, pero los nervios estaban traicionándome.

—¡Ah! —me interrumpió—, ya entiendo, él sólo busca chicas de linda cara, delgaditas y atractivas como vos, ¿cierto?, y yo no tengo ni mínima oportunidad porque soy gorda, fea y anticuada.

—¡No, Gala! —me exasperé ante la malinterpretación—, sos hermosa, no estás gorda, no digas boludeces.

—Vos no digas boludeces, por ser mi amiga es obvio que no me lo dirías. Si es que tengo que seguir llamándote así.

—No me hagas esto, lo arreglamos apenas llegamos al colegio, ¿vamos a retroceder por una pavada?

—¿¡Pavada!? —se rio con ironía—, si a todo esto lo consideras una pavada me imagino lo que sos capaz de hacer...

—No quiero lidiar con esto ahora, Gala, fue un día pesado y vengo con una semana complicada—amagué para irme.

—¡No lidias con lo que pasa entre las dos, pero bien que lidias con cada cosita que se te presenta con Sebastián! —me retuvo, sosteniéndome del antebrazo—, porque es obvio que tenés algo con él, confesá Nadia, ¿qué son? ¿novios?, ¿amantes?, ¿amigos? ¿¡Qué son!? —insistió, sacada de sí.

—¡Nada, Gala! —le grité, aturdida por tantas preguntas—, ¡se la pasa detrás de mí haciendo cualquier cosa para desquiciarme simplemente porque pretende llevarme a la cama como hizo con todas las demás!

Bien hecho, Nadia, ahora deberás asumir las consecuencias que trae decir la verdad.

—Me imagino que aceptaste—susurró, palidecida.

—No, nunca lo haría—respondí con seguridad.

Sí, había accedido frente a muchas de las insinuaciones de Sebastián, pero no cometería el error de acostarme con él, porque, así como Gala nunca sería capaz de perdonármelo, yo tampoco me lo perdonaría a mí misma.

—Mentís—masculló.

—¡Por favor, Gala! —me exasperé—, es verdad, pregúntale a él.

—Si, lo haré, y mientras tanto pareceré una loca obsesionada.

—Porque lo estás—ataqué con el tono alto y cortante—, no te enamoraste de él, te atrae su cuerpo, su imagen, su figura. Abrí los ojos Gala, él no es el chico que te merece, el que buscas, ni tampoco es el mejor, es el peor entre el montón.

—Y mientras tanto te lo andas comiendo.

—Fue un error, Gala—insistí, mirándola fijamente a los ojos.

—¿Error?, error fue traicionar a tu mejor amiga. Darle un beso a Sebastián fue algo instintivo, porque si tuviste la tentación de besarlo entonces algo te pasa con él—concluyó.

No pude contradecir su postura, entonces fue el silencio quien se convirtió en mi mejor respuesta. Gala, percatándose de que no pretendía decir nada al respecto, se fue luego de echarme un vistazo desaprobador. ¿Qué debería de haberle contestado? Darle la razón no mejoraría las cosas, las empeoraría, y como lo que había dicho era verdad, prefería dejar las cosas en una balanza peligrosa y no agregar más peso para llegar a la caída de nuestra desgastada amistad.

Sin Límites | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora