<•> Capítulo cuatro <•>

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Bueno, no podía escapar de mis tediosas responsabilidades como el dueño de una agencia de publicidad. Bendito fue el día en el que decidí tener tremendo peso encima.

Me levanté con pesadez y rasqué mi abdomen, a la vez que mi estómago lloraba por mantenerlo lleno. Cuando salí de mi habitación, Ilse caminaba de la mano con Vin, quien de inmediato, al verme, estiró sus bracitos hasta mí.

—¡Hola papi! —lo alcé y besé.

—Hola, hola, hola, mi amor...

Él era mi motivo más importante para salir de la cama.

Esperando el desayuno, aparecieron Dustin y Dietlinde, ya estaban listos para ir a la escuela, esta vez, ella, llevaba el cabello suelto.

Comimos panecillos. ¡Era una de las delicias de Ilse! ¡La receta era buenísima! No había algo mejor en el mundo que comerlos con mantequilla. Al terminar, mi sobrina se despidió de mi con un beso y Dustin sólo hizo un gesto con la mano.

Disfruté con Vin un rato más y luego me alisté lo mejor que pude, peiné mi cabello hacia atrás y me estresé porque no se acomodaba como quería. Entonces, me di cuenta que ya estaba un poco largo; pero al final, me veía guapo. Claro que hay que mantener la modestia hasta el final, así que le lancé un beso a mi reflejo y me reí por la ocurrencia. Me puse una camisa manga larga de color celeste, junto con una corbata negra, y mostré algo de desagrado frente al espejo; ¿la razón? Siempre me empeñaba en lucir bien, para que al final del día, mi cabello terminara alborotado, la corbata dentro del cajón de mi escritorio, mi camisa, salida del pantalón y desbotonada en la parte de arriba.

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Deseaba ponerme al día, no quería olvidar algo más. No obstante, el único asunto que tenía realmente presente en mi cabeza, era que debía decirle a Ivo en que sector estaría.

Al entrar a mi piso, lo vi. Estaba realmente atractivo con un suéter negro y con sus guantes blancos. Romy le hablaba y él sólo la escuchaba.

—Buenos días —salude para todos, y ambos muchachos me voltearon a ver.

Unos cuantos mostraron sorpresa en sus rostros. ¿Por qué? Porque era una de las pocas veces en las que el jefe llegaba temprano. ¡Que me dieran un premio!

—Buenos días, Lane, —le hablé y sonreí una vez estaba frente a él. Sin embargo, no me respondió, sólo me devolvió la sonrisa, pensé, que era porque le daba vergüenza equivocarse—. Buenos días, Romy.

—Muy buenos días, señor. La agenda que me alcanzó el día de ayer —la leía—, me indica que tiene una reunión a las once de la mañana con James Kellerman y junto con los de Sixee, según me dijo él, es para verificar como ha avanzado el proyecto...

Arrugé la nariz, todo estaba perfecto; aunque en el fondo le agradecía que ya se pusiera al ritmo de la empresa.

—Y además, debe de establecerle un lugar de trabajo a...

—Lane —la interrumpí y miré al de cabello negro a los ojos—. Eso lo recuerdo muy bien; pero gracias por decirme.

Ella cerró la agenda y le dije a Ivo que me siguiera.

—¿Estás ansioso por tu primer día? —dejé mis cosas en el escritorio, me senté y le indiqué hiciera lo mismo.

—¡Sí! —sentádose, me contestó con entusiasmo— Ah, igu-gual nervoso, no; nerviso, sí, eso —se pasó la manos por la nuca—; nerviso... —y en serio que lo estaba, su voz temblaba.

—Claro, me imagino —encendí mi computadora y esperé.

Entré a los archivos y miminicé en pantalla los que no eran urgentes. Ivo miraba a los pececillos.

Perfecta ImperFecciÓnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora