38: Esto no cambia nada.

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Un golpe fuera de la habitación me despertó. Me senté en mi cama, dejando caer el brazo de Liam que rodeaba mi cintura, mientras fregaba mis ojos. ¿Qué demonios había sido eso?

¡Mieeeeeeeeerrrrrrrrrda!

No tardé demasiado en reconocer la voz de la persona y mucho menos el estado en el que se encontraba. Los ruidos que se escuchaban eran los de un borracho que apenas podía mantenerse en pie. Taylor estaba aquí y ebria al parecer. Me giré para observar a Liam, él continuaba dormido profundamente para mi suerte.

Los ruidos se fueron apagando de a poco a medida que la chica atravesaba el pasillo, por lo que me aseguré de hacer el menor movimiento posible para evitar que Liam sintiera algo extraño y terminara por despertarse. Necesitaba hacer esto sola, quizás no fuese la mejor opción pero debía intentarlo. Tal y como estaba, con el pijama puesto y el pelo revuelto por lo que había estado durmiendo, salí de la habitación dispuesta a ayudar a la chica.

La imagen con la que me encontré en el pasillo no fue muy linda. Taylor había terminado por derrumbarse en la entrada de su habitación, prácticamente dormida, en una posición que debía ser bastante incomoda.

—Ven aquí Taylor —Murmuré mientras intentaba ponerla en pie—, deja que te ayude.

—No-o necesito tu maldita ayuu-daa —Ella se soltó de mi agarre y casi volvió a caerse—. Lo me-enoz que nece-sito ess que aparez-caz...

Sin hacerle caso a todas las palabras que estaba diciendo, tomé su brazo y la ayudé a entrar en su habitación. De un momento a otro, escuché como Taylor comenzaba a llorar desconsoladamente mientras la llevaba al baño que tenía. Ella intentó esconder todo el tiempo su rostro con el cabello, como si intentara refugiarse.

No era el momento para juzgarla, ni siquiera estaba en mi cabeza preguntarle sobre la razón por la que había terminado así. Me encargué de meterla a la ducha y, así vestida, abrir el agua fría para que cayera directamente sobre su cabeza. No supe distinguir si Taylor seguía llorando, el ruido del agua cayendo invadía el lugar.

Cuando consideré que podía mantenerse por sus propios medios en la ducha sola, salí del baño para buscar algo cómodo que pudiera ponerse. Quien diría que iba a estar cuidando de Taylor luego de que se emborrachara más de la cuenta. Divisé su pijama en los pies de la cama, lo que me hizo sonreír un momento al pensar en Carol dejándolo listo para cuando su hija volviera a casa. Lo tomé y regresé al baño.

—Permiso... —Dije mientras ingresaba para darle las prendas que le había traído— Te he traído algo de ropa.

—Gracias. —Murmuró, justo cuando estaba saliendo para darle un poco de privacidad.

Esperé del otro lado de la puerta, mientras Taylor se ocupaba un poco de ella. Su tenue agradecimiento me dejaba en claro que estaba un poco más en sí misma, que no era la misma que me había encontrado en el pasillo. En silencio, sin pensarlo demasiado, me aventuré a recorrer su habitación. Paredes rosas, fotos colgadas en una de ellas, un escritorio con una laptop y un par de libros en el fondo. Habia un pequeño parlante, un lapicero con muchos unicornios y cables desparramados.

Su armario era todo lo que la mayoría de chicas querría. Miles de prendas por doquier, jeans, blusas, camisas, camisetas, faldas y zapatos de todos los estilos y colores. Estaba segura que a Cole le daría una embolia de solo verlo. Había una ventana muy similar a la de mi habitación, con cortinas y almohadones adornando ese lugar, dándole la sensación de acogedor. Pude imaginarme con mucha claridad a Taylor sentada en ese lugar, observando todo lo que se hacía en la parte trasera de la casa. Incluyendo mis tardes de charlas interminables con Liam.

Conviviendo con el enemigo. [Conviviendo #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora