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TaeHyung no fue a verlo al día siguiente.

Y eso causó estragos en el humor de SeokJin. Él simplemente estuvo toda la noche pensando en por qué no daba señales de vida sin asumir que él tampoco había tomado la iniciativa. Es que… en serio no quería presionarlo, no quería ser una molestia para él. No quería ser tan invasivo y aburrirlo.

El miércoles, SeokJin era un ogro. Todo le salía mal y no podía concentrarse: su mente sólo decía: Kim TaeHyung, Kim TaeHyung, Kim TaeHyung...

Se sentía mareado y al borde del colapso, como si de pronto un aluvión azul quisiera desmembrarlo hasta transformarse en miles de partículas de polvo.

Decidió llamarlo por teléfono, pero cuando lo hizo, el muchacho no contestó. Insistió varias veces, pero fue en vano: el chico ignoraba sus llamadas.

Se fue más temprano de la librería porque ya nadie estaba soportando su mal humor. Por suerte, ese día iba NamJoon a hacer su trabajo, así que comprendiendo el asunto, se quedó a cargo del lugar.

Ya en casa, SeokJin estaba pensando en darse un baño relajante como para poder controlarse a sí mismo, cuando al fin recibió una llamada de TaeHyung.

Fue a contestar inmediatamente.

—¿TaeHyung?

—Hola, Jin hyung.

Demonios, escuchar su voz lo volvió loco. Ondas azules rebotaron en su cerebro. ¿Acaso a eso se referían NamJoon y YoonGi? ¿De eso hablaba JiMin, de una sensación incontrolable por extrañar a tu Alma Gemela? ¿Por qué TaeHyung no sentía las mismas cosas que él?

SeokJin estaba ardiendo de deseo.

—TaeHyung, yo… ¿Por qué no respondías?

—Estaba en clases, lo siento.

—Oh, no lo sabía.

SeokJin se avergonzó de actuar tan irracionalmente. Ahora que escuchaba la voz de TaeHyung estaba un poco más relajado y se daba cuenta de sus reacciones cada vez más estúpidas.

—Yo sigo en la universidad, de hecho. Estaba terminando un informe con mis compañeros, pero ahora me iré a casa.

—Si quieres puedo ir a buscarte.

No era una idea del todo buena, dado su estado emocional. Aún así, su estómago se contrajo por la emoción al saber que tenía la posibilidad de verlo.

—Está bien —accedió el chico.

TaeHyung lo estaba esperando en una esquina, concentrado en sí mismo, afligido por algo, o esa fue su impresión. La idea de SeokJin, era obviamente dejarlo en su casa.

Pero cuando iba conduciendo acompañado de sus cabellos rubios al viento y esa mirada perdida en quizás qué cosa, el corazón de SeokJin se derritió. No entendía cómo podía existir alguien así: tan inexplicablemente sublime.

Esa era la palabra adecuada para describirlo, porque TaeHyung se escapaba de todos los parámetros de belleza.

SeokJin no podía estar conduciendo con ese tipo de distracciones, todo el cuerpo del chico irradiaba algo sumamente atractivo que ni siquiera podía ver, tocar u oler.

Estaba en el abismo de la perdición por su culpa.

Y estaba al límite de estacionar el vehículo en medio de la calle y pegar su boca con la de TaeHyung.

Pero el muchacho simplemente miraba el atardecer de verano reflejado en sus ojos azules, totalmente ajeno a su sufrimiento.

—Todavía no tengo tus libros —mencionó, tratando de distraerse. Por dentro, SeokJin era una tormenta azul eléctrica, mientras que por fuera, un amanecer despejado.

—No te preocupes.

Siempre tan terriblemente escueto.

Dolía.

—Tengo muchos libros en casa —comentó —. A Jung, Kerouac, Blake, Foucault, Sontag… y no sé, un montón. Tengo una biblioteca enorme en mi casa, por si alguna vez necesitas un libro.

—Quiero verla ahora —manifestó Tae con su voz tranquila, sin comprender cómo SeokJin se sentía en esos momentos—: la biblioteca.

Tener a TaeHyung en su casa no era una idea cuerda, pero tampoco podía negarse. Había dicho días atrás que esa casa era ahora también la suya.

💙

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