Capítulo 26.

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El serpentenante y estrecho camino que me guiaba hacia los brazos de Morfeo se iba desvaneciendo ante mis ojos y la dulce voz que me invitaba a un descanso pasajero en el paraíso a través de una exquisita sinfonía, cada vez se escuchaba más distante y lejana.

El sonido producido por dos puertas al chocarse fue lo que me adentró de nuevo a la realidad.

La noche empezaba a caer sobre la cuidad como un manto nocturno anunciando el fin de un día que se convertía en un recuerdo más absorbido por el pasado, mientras que las aves interrumpían el abrumador ruido de la  actividad industrial para inundar mis oidos con su alegre y cautivador canto el cual, me dejaba en un estado de sosiego y placidez que hubiera perdurado por un largo tiempo de no haber sido por otro ruido que me desconectó del estado de paz que ya empezaba a esparcirse por todo mi cuerpo.

Tardé un poco en darme cuenta de que estaba recostada en la plácida cama de mi habitación y que la pequeña lámpara que se encontraba en una de las mesitas al lado mío estaba encendida, de modo que la sombra alargada que estaba detrás de unas de las puertas del armario se reflejaba tétricamente en la pared del fondo.

Tal vuelco dió mi corazón que dejé escapar una leve inspiración de asombro, tapando mi boca con una de mis manos para evitar dejar escapar el potente grito de horror que amenzaba con desgarrar cada una de mis cuerdas vocales.

Aquel sombra debió percibir mi evidente miedo ya que decidió salir de su escondite para así dejarme ver aquellos inconfundibles ojos verdes que arrebataron de mí cualquier sentimiento de terror y espanto que segundos atrás amenzaban con darme un repentino paro cardiaco.

El silencio reinó entre nosotros mas nuestras miradas nunca se apartaron, forjando una promesa tan intensa que me era imposible poder expresarla en palabras o escribirlas a través de las líneas de un papel.

Durante un largo tiempo esperé vislumbrar en su semblante algún indicio de enojo o resentimiento, pero su mirada era tan diferente, tan potente, que me vi sumergida en aquel remolino de emociones por las que mi cuerpo, por más que tratara de fingir esceptisismo, terminó sucumbiendo y postrándose de rodillas ante aquel par de redondas esmeraldas.

Sin embargo la conexión se rompió de repente y mi cuerpo volvió a su estado normal cuando su teléfono emitía ese sonido de llamada entrante en alguno de los bolsillos de su pantalón.

- Buenas noches Margarita...sí, ella se encuentra aquí con migo... sí, estamos en su departamento...sí está bien. - Informó sonriendo. -  En media hora estamos allá. Adiós.

- ¿En donde específicamente estaremos? - Pregunté tratando de ignorar el hecho de que mi ropa continuaba cayendo descontroladamente sobre la cama y de que por cierto, estába presenciando una clara escena de invación de mi propia privacidad.

- En mi departamento. Te quedarás allí hasta que te recuperes por completo.

Al ver mi rostro de espanto y enfado ante semejante afirmación sus ojos se achicaron de tal forma que sentí que si una sola palabra llegaba a salir de mis labios se desataría la tercera guerra mundial en medio de mi habitación, por lo que preferí callar y seguirlo dejando hablar, esperando que dijera algo coherente ante tal locura.

- Aquí no te puedes quedar y explicarte la razón sería gastar saliva y tiempo en algo totalmente innecesario.

- Puedo dormir en casa de Margarita. - Dije de forma directa y sin rodeos.

- Si tienes un poco de aprecio hacia ella, que estoy seguro que tienes y en montones, verás que Margarita ya se encuentra en una edad avanzada, al igual que Jhon y por lo tanto cuidar de ti les sería una tarea ardua y difícil de cumplir. Y Margarita lo sabe, sólo que es demasiado noble para decírtelo y prefiere tomar el sacrificio a cambio de tu pronta recuperación.

"Mi" chef favorita (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora