"Mi" chef favorita (En edición)

Capítulo 8.

Me desperté desorientada y asustada, no recordaba en donde me encontraba hasta que vinieron a mi mente los sucesos de la mañana. Por supuesto, me encontraba en la casa de Evan. Mas específicamente, en su recámara, tendida en su grande y placentera cama.

Estaba enjuagada en sudor y mis respiraciones estaban alteradas. Sentía miedo y el pánico corría por todas mis venas, propagando en mi cerebro las imágenes de la pesadilla que había acabado de tener y que me estaban comiendo viva.

Sangre, veía sangre emanando de mis brazos a causa de unos cortes muy profundos que inundaban y teñian de rojo la estancia en la que me encontraba. No hallaba un salida, veía monstruos reflejados en los espejos de la habitación y girtos proventientes de las grietas de las paredes. Sola, estaba completamente sola.

Escuché pasos apresurados acercarse a la puerta y luego abrirla de un golpe. Me encojí en las sábanas con gran velocidad antes de ver a Evan mirarme con cara de desconcierto y preocupación.

- Maureen...

Ese fue el detonante. Sólo siete letras provenientes de su boca bastaron para que rompiera a llorar en medio de la habitación. Me tapé el rostro con las manos al tiempo que me hacía un ovillo en el extremo de la cama y maldecía una y otra vez acerca de mi falta de cordura y control ante un tema que ya tendría que haber superado hace muchos años atrás.

Se sentó a mi lado lentamente al tiempo que me arrastraba hacia su regazo y me acaraciaba el pelo y la espalda suavemente. Empezó a mecerme con ternura y a calmarme con palabras cómo: Sólo fue un sueño, mientras lo único que podía hacer yo, era llorar inconsolablemente, sin pensar en la posición en la que nos encontrábamos, sin pensar que él era mi jefe y yo su empleada, sin pensar que yo era Maureen, la chica de piedra que siempre esconde sus sentimientos e impone muros para que los demás no entren, la chica que no aguantó más y demostró lo que realmente era frente a la persona equivocada.

Después de unos minutos, los sollozos empezaron a cesar al igual que mis nervios, pero el miedo seguía allí, era casi palpable. Una parte de mí agradeció a Evan ya que se encontraba con migo en esos momentos; de lo contrario hubiera sido capaz de revivir el pasado, de abrir la herida que había cicatrizado hace tiempo, de caer de nuevo en el abismo del que tanto me había costado salir y de despertar al monstruo que aún habitaba dentro de mí.

Nadie tenía que saber la verdad, había podido salir adelante sola, sin la ayuda de nadie, y en este caso haría lo mismo, cómo siempre lo había hecho.

- Lo siento. - Dije cuando las lágrimas habían parado su constante aparición y cuando el nudo en mi garganta me había dejado de apretar tanto.

- No veo ahora un motivo razonable por el que te tengas que disculpar. - Susurró mientras escrutaba mi rostro y acariciaba mi mejilla.

Su tacto me quemaba y me hacía perder la conciencia de todo lo que me rodeaba, un calor repentino empezó a acumularse en todo mi cuerpo y algo completamente desconocido para mí empezó a rebolotear en mi estómago.

- Al igual que yo pienso que no es correcto que un jefe vea así a su empleada. - Me retiré de su regazo y me puse de pie, sintiéndome completamente incómoda por toda esta situación.

Debían ser aproximadamente las cinco de la tarde, ya que los opacos rayos de luz impactaron en mis ojos, haciendome perder el equilibrio por un momento.

- Somos personas Maureen, estamos en todo nuestro derecho de llorar y reir cuando así lo deseemos y a mi realmente me preocupa verte en ese estado. ¿Que soñaste?

- Sin ofender, pero no me gustaría hablar de eso en este momento. - Dije tratando en lo posible de no volver a derrumbarme, y menos frente a él.

- Algún día tendrás que derribar esa barrera que aleja a los demás de ti. - Dijo con tono suave mientras me miraba de una forma que me hacía sentir...transparente. Cómo si pudiera leer todos mis pensamientos y predecir todos mis movimientos en un sólo parpadeo.