Capítulo 11

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El coche estaba en marcha y yo estaba muy nerviosa.

Nada, las líneas estaban incomunicadas y Haley no estaba disponible. Volví a llamar. Nada de nuevo. Estaba nerviosa, temblando y Dylan intentaba calmarme, pero no podía hacerlo, no hasta que consiguiera hablar con ella y supiera que estaba bien. Volví a llamar. Nada.

Cualquier extravagancia se me pasaba por la cabeza, mil maneras en las que mis amigos estuvieran sufriendo y yo sin poder ayudarles. Sentía como mi pulso se aceleraba.

–Puede que ella te esté llamando y lo hagáis a la vez.

Le miré y vi que aparentemente no estaba nada ansioso, no se había contagiado de mí –y eso que yo estaba agobiadísima–. No le hice caso y volví a marcar, puse el teléfono en mi oído y nada, línea incomunicada. Y entonces me arrebató el teléfono de las manos y lo escondió en su chaqueta.

–Devuélvemelo –le dije seria.              

–No, esperarás hasta que llamen, y entonces te lo devolveré.

–No –dije abalanzándome sobre él y buscando el teléfono entre sus bolsillos. Me apartaba las manos con delicadeza, pero volvía a rebuscarle. Y la verdad es que podía haberme pegado un par de estufidos, al fin y al cabo, él estaba conduciendo y podíamos chocar.

Y entonces mi teléfono sonó, y rápidamente lo agarró y respondió a la llamada sin apartar la mirada de la carretera.

– ¿Hola? –me quedé quieta mirándolo, ¿estaba contestando a mi teléfono? No me lo podía creer, mi boca parecía la entrada del metro–. Sí, está bien. La tengo al lado.

–Déjame contestar –dije susurrando, intentando cogerle el móvil, pero no conseguía quitárselo. Me mandó una mirada reprobatoria que me hizo volver a mi asiento con los brazos cruzados y enfurruñada, pero seguí atenta a todo lo que decía.

–Sí, yo la llevaré a casa, no te preocupes. Adiós –y colgó.

Me tendió el teléfono y me quedé mirándolo como una idiota, pero al segundo volvió mi rictus y le miré amenazante.

–Nunca –dije remarcando cada palabra– vuelvas a coger una llamada de mi teléfono.

Sonriendo, siguió conduciendo. Yo esperaba que  me llevara a casa y poder asegurarme que Haley estuviera bien, pero no conocía la carretera por la que estábamos pasando.

– ¿A dónde vamos? –dije mandándole un mensaje de texto a Haley. Con el susto se me había pasado el mareo y ya casi no notaba los efectos del alcohol.

–A casa.

–Pero no es por aquí –dije atenta a las indicaciones de la carretera.

–No he dicho que sea tu casa –casi pude notar su sonrisa sin verla.

Te puedes quedar [Resubido, sin terminar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora