Capítulo 2

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No me lo podía creer. Dylan Hoyt. En éste pub. Donde estoy yo. En el mismo espacio tiempo. No podía parar de decir su nombre en mi mente, pero es que era una gran impresión para mí, era Dylan Hoyt, miembro de los Go! Planet.

Volví sobre mis pasos para verle de más cerca, olvidando el respetar su espacio personal, y aprovechando que las chicas con las que venía estaban ya dentro del pub, le escruté sin ningún disimulo.

Ysolde, tienes veinticinco años, ya has pasado tu fase de falgirleo, me decía  a mí misma como un mantra, pero no lograba convencerme, me conocía demasiado. ¿Cómo podía parar mis reacciones fisiológicas ante aquello?

La sonrisa tonta que mantenía en mi cara, un hormigueo en el estómago y un leve – ¡qué digo leve!- grave temblor de manos.

Era él, estaba segurísima. Vestía de negro, como habitualmente solía hacer, las gafas oscuras predominaban en su cara y sabía que tras ellas estarían los ojos rasgados que tantas veces había visto en imágenes y vídeos del grupo. De cerca daba la impresión de que estaba mucho más delgado, y tenía las manos llenas de viejas y nuevas heridas. Y un anillo protuberante en la mano izquierda que me llamó la atención.

– ¿Te gusta lo que ves?

Mierda. Me había pillado observándolo.

–Yo sólo… – ¿y ahora qué digo? –… ¿eres Dylan? ¿Dylan Hoyt? –dije con un tono agudo de voz, muy impropio de mí. Varias personas se dieron la vuelta, nos miraron y se volvieron con la misma rapidez.

La cara de Dylan era todo un poema, parecía que no le hiciera ni pizca de gracia que le reconocieran en aquel pub.

–No grites –me dijo en tono seco.

Levanté una ceja con sorpresa.

–No iba a gritar –le dije en un susurro. Y si tal vez lo hubiera dicho más segura, él me hubiera creído, pero no lo hizo.

–Seguro, ¿qué quieres? ¿Autógrafo? ¿Foto? –y movió las manos, intentando librarse de mí.

–Emmm, no quiero nada –me di cuenta de que aquello le estaba molestando, y nunca estoy donde no me quieren. Clavé el tacón de mis botas en el suelo para girarme, pero paré el movimiento. Abrió el anillo desde arriba y acercó la cara. El escuchar como inspiraba, hizo que se me cayera el bolso de mano que agarraba, y que las cosas que tenía dentro de él, se desperdigara por el suelo.

Al agacharme, escuché sirenas de policía que se acercaban al pub. Aquella noche había redada y yo andaba metida en problemas.

Te puedes quedar [Resubido, sin terminar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora