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Despiero con una maldita sensación de vacío y rápidamente se a que se debe.
Mi mujer no esta.
Miro rápidamente la hora. Las 7:00.
Que tarde.
Enciendo mi móvil y me saltan las notificaciones de llamadas; de mi madre, de mi padre, de Elliot, de Mia, de Andrea...
La llamo y me lo coge al primer tono.

—Buenos días señor Grey.

—Buenos días, Andrea. ¿Ocurre algo?

—Señor, su padre ha intentado acceder al edificio, al recibir la negativa va para su casa.—aquí se va a encontrar con lo mismo.—Y ayer llamó la señorita Gia Matteo, dice que es amiga suya de la universidad. Vendrá hoy a la una.—frunzo el ceño. ¿Que querrá? Hace años que no la veo.
Suspiro.

—Esta bien, Andrea. Iré allí en un rato. Gracias.

—De nada, señor.

Ya le advertí a Carrik que le desvincularía, si esta cabreado que se joda. Estoy hasta los cojones que intente joderme.
¿Acaso no le importa nada que sea su hijo?
Elliot vuelve a llamarme. Le ignoro pero al minuto recibo un mensaje suyo.

De: Elliot Grey
Para: Christian Grey

Christian, por favor, escúchame.
Te juro que no quise hacerlo, no quise darle la información. Me arrepentí al instante y me ha estado carcomiendo desde entonces. Y por si lo estás pensando; yo jamás le hablaría de Ana, ni bueno ni malo. Jamás.
Llámame por favor. Si no lo haces, yo lo seguiré intentando.
Elliot.

Maldito cabrón, ¿y porque lo hiciste?
Porque me traicionó de esa manera. Tiro el móvil a los pies de la cama y voy a buscar a la única persona en la que puedo encontrar consuelo, a la única persona que deseo ver y la única que no me falla.
Esta en el gimnasio, corriendo.
Trago saliva con dificultad y mi cuerpo se revela salvajemente al verla en esos mini shorts negros y un top blanco ajustado.

Trago saliva con dificultad y mi cuerpo se revela salvajemente al verla en esos mini shorts negros y un top blanco ajustado

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Me acerco a ella lentamente mirándole el culo embobado.
Compórtate, Grey.
En cuanto entro en la periferia de su vista me dedica una sonrisa sin aliento.

—Buenos días, nena.—me apoyo el la baranda de la cinta y le doy un beso.

—Buenos días, mi amor. ¿Que tal has dormido?—dice con ánimo. Mis ojos se van disimuladamente a su escote; sus pechos redondos y alzados. Me pierdo mirando las gotas de sudor que bajan por su tórax y se pierden entre ellos, tal y como me gustaría hacer a mi. Me relamo los labios y suspiro.
Ya estoy empalmado.

—Muy bien. Hasta que me he despertado y he visto que mi preciosa mujer no estaba en la cama.—sonríe con timidez. Alarga la mano y reduce la velocidad. Miro la pantalla.
A superado su marca.
4' 23'' min/km.
Impresionante.

—¿Iras a la oficina?—cojo una toalla y se la doy.
Asiento. Tengo cosas que hacer.

—¿Comemos juntos?—propongo.—Luego por la tarde tengo una reunión con gente de Hong Kong y terminaré tarde. Vamos a lanzar nuestra fibra óptica en su país y tenemos que terminar de concretar algunos detalles.—ella sonríe.

Mi gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora