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Luke abre mi puerta frente al edificio de Ana y me da mi maleta.

—Recógenos mañana a las 12:00, por favor. Si hay algún cambio te avisaré. Vete a descansar.

—Sí, señor.—asiente.

Miro el bonito edificio que emerge delante de mí. Un edificio en el que he vivido los mejores momentos de mi vida. Es mi segundo hogar.

Entro en casa y miro el bonito y elegante piso. Ha cambiado un poco en estos tres años.
Hay muchas fotos nuestras, momentos inmortalizados de nuestros viajes y con nuestros amigos.
Ana está muy cambiada, ya no es la niña dulce e inocente que conocí. Ahora es una mujer fuerte, muy madura e intimidante que hace sonar sus pasos por donde pisa. Una diosa seductora con un maravilloso y embriagador cuerpo que consigue ponerme de rodillas a sus pies.
Veo que tiene todo lo esencial guardado en cajas. Apenas necesita nada. En el Escala tiene muchas cosas. Estos tres años hemos estado tanto aquí como en Seattle. Nos ha costado pero lo hemos hecho bien. Nuestra relación está más fuerte que nunca y la sigo amando cómo el primer día.
Me doy una ducha y me pongo algo cómodo.
Sé que está con Kate y José tomando algo, así que decido pasar el rato terminado de empaquetar algunas cosas.

Estoy terminado de apilar algunas cajas cuando escucho el sonido de unas llaves.
Sonrío.
Desde la cocina veo su figura endiabladamente sexy arrastrarse por el pasillo hasta el salón. Parece alicaída.
Me acerco por detrás y la abrazo. Ella da un respingo pero inmediatamente se relaja, sabe que soy yo.

Hola, nena.—susurro en su oído rozando con la nariz su pelo. Que bien huele.
Mi Ana.
Se gira rápidamente y me echa los brazos al cuello. Abrazo con urgencia su cuerpo pegándolo al mío.
Dios, cuanto amo a esta preciosa mujer.

—Hola, mi amor. Has venido.—dice con la cabeza metida en mi cuello. Le beso es pelo.

—No me perdería tu graduación por nada del mundo, cariño.—acuno su cara entre mis manos y la miro. Que guapa es. Me muero por besarla. Y lo hago.
—Te he echado de menos.—su aliento cálido choca contra mis labios mientras se los beso con delicadeza, se abre para mi como una flor en la mañana. Sus ojos se iluminan y su cara brilla con luz propia.

—Ya se ha acabado.—gracias a Dios. Sonrío por que de ahora en adelante no volveremos a separarnos. Nunca. Es la dueña de mi vida y la amaré hasta que la muerte nos separe. Cómo debe ser. Mi amiga, mi confidente, mi mayor pilar. Mi mujer.
La cojo en brazos y la alzo dando vueltas con ella. Su risa inunda de alegría todo el salón.
—Estás loco.—dice sin aliento.

—Sí, loco por ti.—loco de amor por ella. La pongo en el suelo y la beso. La beso con deseo y urgencia. Jamás me cansaría de saborear sus labios.

—Y yo por ti.—dice con dulzura. Y vuelvo a besarla con veneración y amor. Ella es todo para mí.
Junta su frente con la mía y me mira fijamente con esa mirada azul cielo llena de amor y felicidad que hace que quiera bajarle la luna.

—Gracias por venir, mi amor.—¿cuando entenderá que estaré donde ella esté? Niego con la cabeza.

—No hay nada, óyeme bien, nada en éste mundo más importante para mí que tú. Tú eres lo primero para mi, nena.—sonríe con timidez y me dan ganas de comérmela a besos.—Estaré donde tú estes y te seguiré donde vayas.—es así de simple. Ella es todo. Mi hogar.

—Eres mi mundo, Christian. Lo eres todo para mi.—el corazón se me hincha de felicidad al oírla. Me atrae hacia ella y me besa. La dejo hacer, le correspondo gustosamente y ambos nos envolvemos en nuestra burbuja donde solo estamos ella y yo, donde nada del maldito mundo puede dañarnos. Donde soy plena y absolutamente feliz.
                                 *   *   *

Mi gran Amor.Where stories live. Discover now