Capítulo 6

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–Lo que viste anoche no es algo que suela hacer –perdonad que no me lo crea, pero su voz me decía todo lo contrario.

Yo le miraba mientras se explicaba, tras las presentaciones de rigor, y me preguntaba qué podía hacer que una persona con su éxito y fama tirara de hábitos tan destructivos.

–Te agradezco mucho lo que hiciste –dijo mientras se echaba el pelo hacia atrás con nerviosismo–, no me hubiera venido nada bien que me detuvieran.

Mi café ya estaba helado, pues mientras le escuchaba, no había bebido nada. Y entonces miré el reloj de mi muñeca, y vi que se me estaba haciendo tarde.

–Lo siento –dije levantándome con rapidez–, llego tarde.

–Claro, solo…déjame pedirte tu número de teléfono.

–¿Mi número? –dije con sorpresa–. Perdona, pero yo no soy esa clase de chica.

–¿Qué clase de chica? –dijo sorprendido.

–Como con las que ibas anoche –sentencié–, no te juzgo, pero no te equivoques conmigo.

Entré corriendo en el dormitorio y rescaté mi cámara de debajo de un montón de fotografías de mi última sesión. ¿Mi numero? ¿Para qué querría mi teléfono? Desde el quicio de la puerta vi como me observaba por el rabillo del ojo.

–Sé que suena raro, pero me gustaría invitarte a cenar una noche. En realidad agradezco mucho lo que has hecho, y quiero compensártelo.

–No hace falta –dije con modestia.

¿Llevarme a cenar? Já, ¿y qué más? ¿De verdad se piensa que querría cenar con él, después de lo de anoche?

 –Insisto –dijo bloqueándome la salida.

–¿En serio? Llego tarde.

No se movió, sólo me miraba con una sonrisa ladeada. Intenté empujarlo para abrirme paso, pero fue imposible. El tiempo pasaba y sabía que Marga estaría enfadada si llegaba muy tarde.

Volví la cabeza hacia el escritorio, plagado de fotografías descartadas, le di la vuelta a una de ellas, cuyo título rezaba “Te Puedes Quedar”. En ella se veía a una chica sentada en un banco de un parque cercano. Me había costado un montón disimular al hacer la foto para que no me descubrieran y que no se fastidiara el momento, que había fallado en el encuadre, y el banco se veía torcido. ¿Has estado en un transporte público, y no había más asientos disponibles que el tuyo? Y en ese momento, llega alguien que mira el asiento y te interroga con la mirada, tu haces una señal dándole vía libre, pero es imperceptible. Pues ése es el momento que capté en aquella imagen, una aceptación de compartir un viaje –por muy corto que sea– con un extraño. Sin necesidad de hablar, sin trueques.

Garabateé mi teléfono rápidamente y mi nombre, y le di aquella fotografía, y se apartó gentilmente de la salida.

Te puedes quedar [Resubido, sin terminar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora