Capítulo 1

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La música era atronadora en el pub, y no hay cosa que más me agobie que la música alta y un montón de cuerpos sudorosos apretados sin ventilación. Me despedí de Haley, que bailaba en la pista central como una loca, necesitaba aire fresco y un cigarro. Las vacaciones en Los Ángeles estaban siendo todo lo que esperaba, hasta que Haley –mi compañera de piso– me traía a garitos dudosos, cuando sabía perfectamente que yo prefería patearme la ciudad de arriba abajo y conocer todas sus anécdotas, después de todo estábamos en una ciudad en la que pasaban muchas cosas, y yo no quería perdérmelas.

Cuando sentí la fresca brisa en mi piel sudorosa, agradecí a los dioses ese respiro. Encendí un cigarro mientras veía como llegaban más personas al atestado pub, y me aparté de varios grupos ebrios, deseando tener allí mi Canon y plasmar toda aquella actividad. Tras una calada, llegó un gran coche negro, un 4x4 como recién salido del concesionario que daba bandazos al aparcar, y que lo hacía un par de plazas cerca de mi coche alquilado. Vaya, otro borracho pensé, como si no hubiera suficientes.

De aquel coche salieron cuatro chicas, todas más jóvenes que yo, cuyas minifaldas no dejaban nada a la imaginación. Con asco, tiré mi cigarro a medias al pavimento y lo pisé con mis botas de cuero. En esta ciudad había tanto glamour como penalidades, las probabilidades de hacerte famoso eran de diez a una, y era muy fácil caer en declive persiguiendo tu sueño. Era un temor al que me enfrentaba todos los días. Yo había viajado hasta allí para vivir experiencias y aumentar mi álbum fotográfico. Estaba intentando hacerme un hueco como fotógrafa, y cada día pateaba las calles en busca de momentos espontáneos que capturar.

Del asiento del conductor se bajó un hombre. Vestía una camiseta de tirantes, negra y holgada en los costados, que dejaba ver su delgadez. Hablaba con alguien por teléfono, y parecía enfadado. Sus aspavientos y gritos llenaron el aparcamiento y atrajeron todas las miradas. Cortó la llamada con furia y cerró el coche. Pensé en volver a entrar y decirle a Haley que me iba, pero opté por mandarle un mensaje.

Cogí mi móvil y la busqué en mi agenda telefónica, escribí el mensaje de texto y lo envié.  Esperé la confirmación de llegada, que no aparecía. No tenía cobertura. Andé unos pasos hacia delante con el teléfono levantado y  luego hacia la derecha, hasta que los dos tics aparecieron en mi pantalla. Me dirigí al coche sin mirar a nadie, evitando llamar la atención. Pero tropecé con unos pies, que sin querer había pisado. Levanté la cabeza para disculparme, y ahí estaba, el dueño del 4x4.

–Lo siento.

–No pasa nada– me dijo parapetado tras sus Ray-ban negras.

Anduve un paso y me paré en seco. Volví la vista atrás hacia él, y lo reconocí en ese mismo momento. Era Dylan Hoyt.

Te puedes quedar [Resubido, sin terminar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora