Café

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 Capítulo trece

Narra Lucia:

 Hoy es otro día, pero eso no quita el hecho de estar sentada en un pupitre esperando que pase el minuto que queda para volver a casa, mientras escucho al profesor que repite lo mismo casi todos los días.

 Al sonar el timbre, como todos, me levanto rápido y camino hacia la salida.

 Estoy llegando a la estación de subte cuando me llega un mensaje, el cual me saca una sonrisa y hace que me apure.

Theo

Estoy llegando a la estación, apúrate que tengo algo para vos, Luci.


 Genial, estoy terminando de bajar las escaleras y suena un timbre avisando que están por cerrar las puertas, haciendo que corra mas rápido y logrando entrar.

 Ahora el tema es encontrar a Theo, ya que me subí al primer vagón que vi.

Lucia

Che, ¿En que vagón estás?


 Le pregunto, ya que estoy en el seis y no consigo encontrarlo. Pero enseguida me contesta.

Theo

En el dos. Hay poca gente y es más cómodo.


 Al leer el mensaje, voy caminando tranquila al segundo vagón.

 Lo veo sentado en una esquina con dos cafés en sus manos junto a su típica mochila. Levanta la mirada y al verme, sonríe.

— Hola.

 Nos saludamos con un beso en la mejilla y un abrazo.

— Hola- sonrío de vuelta.

 Y así es que, con solo una sonrisa, siento miles de mariposas en el estómago.

 Me siento a su lado. 

— Esto es para los dos, ya que ayer no pudimos terminar de comer— me vuelve a sonreír.

— No te hubieses molestado.

  Me regala una sonrisa y niega con la cabeza. Me entrega un vaso de café, mientras que el se queda con el otro.

 Levanta el vaso hacia me dirección en una rara forma de "brindis", por así decirlo, y juntos damos el primer sorbo.

 Nos quedamos en silencio, esperando a que alguno de los dos hable.

—¿Está todo bien? Digo, por lo de ayer— suelto de golpe — Creo que te di problemas con esa chica.

 Theo me mira como si tuviera un ojo de más.

— No te hagas drama— me dice pasando uno de sus abrazos a mi alrededor, como abrazándome — Vos no tenés la culpa de que tenga una novia un poco... loca— susurra la última palabra para luego sonreír — Pero, ya sabes que dicen de las locas— me da dos ligeras palmadas en la espalda, dejándome de abrazar.

 Solo me limito a sonreír el resto del camino, no quiero que se dé cuenta de que lo que me acaba de confirmar me afecta.

TheoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora