P1: Capítulo 8

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Dejé el coche en el jardín y me encaminé a la puerta principal. No esperaba encontrar a nadie en casa, por lo que fui sorprendido cuando el grito de mi hija llamó mi atención.

—¡Papá!

Era Iliana desde el balcón de mi habitación, meciendo sus manos sobre su cabeza. Le sonreí y levanté mi mano en repuesta.

—¿No trabajas hoy, señorita? —cuestioné enarcando una ceja y observé mi reloj de pulsera—. Deberías estar camino al hospital.

—¿Me está echando, señor Haru? —vociferó con fingida molestia, para luego largar una carcajada—. De hecho, acaba de llamarme una compañera y me pidió que cambiáramos el turno. Así que hoy me quedo en casa y veremos maratón de películas hasta que llores sangre.

Hice cara de horror y negué con la cabeza para encaminarme a la puerta. Lo que ella no sabía era que no odiaba sus películas corta-venas. Después de todo, era una forma de tenerla a ella y a Eu Sung junto a mí y me había acostumbrado a que nunca les ganaría una batalla eligiendo qué ver.

Abrí y entré con cuidado, anunciando mi nombre. Eu Sung era un tanto precavida, por no decir exagerada, y no quería que una guitarra saliera volando y me cayera en la cabeza. Con ella había aprendido que los encantamientos a instrumentos musicales no eran siempre bellos y podían convertirse en armas terribles cuando no ofrecían melodías para manipularte.

Un escalofrío me recorrió la espalda de solo recordar las veces que terminé herido. Eso sin tener en cuenta de que solo evitaba que atacaran a Iliana, pues conmigo no había contemplación.

Me quité el abrigo y coloqué las llaves en el aparador, no sin antes dejar los zapatos en el umbral; las costumbres orientales estaban tan arraigadas en mi esposa, que se había encargado de que todos en la casa las adaptáramos como propias. Era probable que la casa hubiera tenido que ser limpiada luego de que Alhaster y sus botas profanaran el suelo, pero con todo lo que sucedió, había pensado en todo, excepto en mencionarle a mi amigo las reglas de mi hogar.

—¡Ven, Haru! ¡Comenzaron los créditos! —llamó Eu Sung desde el hall principal y me apresuré hasta ellas. Estaban sentadas como indias en el sofá y con pijamas de pareja cada una.

Largué una carcajada al verlas y fruncieron el ceño sin entender.

—¿No se han levantado aún? —cuestioné a modo de explicación y sonrieron en comprensión.

—De hecho, sí —respondió mi hija con voz solemne—. Pero, una vez supe que no trabajaría hoy, decidimos que sería día de chicas.

No quise señalar que el título de su día era excluyente para mí, en cambio, seguí escuchando lo que tuvieran para decir.

—Y nos peinamos y vestimos igual para la ocasión —Eu Sung señaló sus atuendos y el extraño moño con trenzas y pinzas que llevaban en sus cabezas—. Ahora, mejor calla y siéntate que empieza la película.

Obedecí de inmediato y me senté en el suelo a falta de espacio en el sillón. Un submarino comenzaba una ardua búsqueda en el mar y una piedra preciosa era su objetivo. Rodé los ojos al comprender que sería como la décima vez que veía la misma escena.

—¿El Titanic otra vez? —pregunté, girándome a verlas y un siseo fue la única respuesta.

—Bien —suspiré y me acomodé para disfrutar de las largas horas que tardaría la película.

Jack acababa de ganar los boletos para subir al trasatlántico y corría para alcanzar un lugar en el barco que estaba a punto de zarpar. Una multitud de gente asombrada se posaba en el muelle para observar la majestuosidad del evento, mientras que, de unos elegantes autos, bajaba una señorita que parecía no estar muy a gusto.

CDU 1 - El despertar de Ilora [GRATIS]Where stories live. Discover now