Sexta Parte: LUG - CAPÍTULO 72

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CAPÍTULO 72

Drummond observó a Lug con su fría mirada de hielo:

—I'm glad you came to us— le dijo.

—No hablo inglés— le respondió Lug con un tono tan helado como el de la mirada de su adversario.

Brod MacNeal se adelantó medio paso y tradujo:

—El gran Maestre está complacido de que haya acudido a la cita.

—Lástima que el placer no es mutuo— respondió Lug fríamente—. ¿Dónde está Juliana?

—He wants to see her— le dijo MacNeal a Drummond.

—I hope you understand that to go on with this negotiation, we need confirmation that you really are the Branded One.

—El gran Maestre quiere pruebas de que usted es realmente el Marcado— tradujo MacNeal.

—Por supuesto— sonrió Lug, sin humor. Tiró de su camisa para sacarla del pantalón y se la levantó, dándose vuelta para mostrarles su espalda.

Drummond se acercó, fascinado, a inspeccionar la Marca:

—Exquisite!— murmuró, acercando una mano hasta casi tocarla. En el último segundo, se refrenó y dio un paso hacia atrás—. I'm satisfied— dijo.

Lug se bajó la camisa y se dio vuelta para ponerse de cara a ellos una vez más.

—Bring her— le ordenó Drummond a Liam que estaba detrás de él.

Liam hizo una inclinación de cabeza y fue hasta la limusina. Ayudó a Juliana a bajar y la condujo hasta donde estaban los demás. Lug apretó los dientes con furia al verla con las manos esposadas a la espalda y con una mordaza en la boca, pero no dijo nada. En cambio, concentró su mirada en Drummond. Era hora de actuar.

Drummond entrecerró los ojos por un momento al notar los tentáculos mentales de Lug, tratando de invadirlo para ponerlo bajo su control. La maniobra lo tomó casi por sorpresa, pero reaccionó a tiempo, invocando a Meldek para que creara una burbuja de protección como había aprendido a hacer de los manuscritos de Shenmen. ¿Era posible que el Marcado tuviera su poder intacto en este mundo? ¿Cómo lo había logrado? No tuvo tiempo de elucubrar demasiado, pues notó que Lug ponía más fuerza en su ataque, y la atención del gran Maestre debió enfocarse por completo en su oponente para poder contenerlo.

Drummond notó el desconcierto en los ojos de Lug al verse coartado y se permitió una sonrisa de triunfo. Lug volvió a arremeter con más furia. Drummond logró contenerlo, pero apenas. Tenía que encontrar la fuente de su poder para poder anularla. El gran Maestre desenfocó la vista y respiró hondo para poder percibir el aura energética de Lug. No tardó en darse cuenta de que Lug llevaba un objeto colgado al cuello que desbloqueaba su poder.

—I want that trinket— le dijo Drummond a Lug, señalando su pecho.

—¿Qué?— inquirió Lug, relajando por un momento el esfuerzo mental de tratar de penetrar a Drummond.

—Dice que quiere el objeto que cuelga de su cuello— le tradujo MacNeal.

—Sí, bueno, todos queremos cosas. Yo, por ejemplo, quiero que libere a Juliana y la deje ir— le dijo Lug.

—He wants you to free her and let her go— le tradujo MacNeal a Drummond.

Drummond le dedicó a Lug una sonrisa siniestra que le heló la sangre. El gran Maestre se acercó a Juliana, sacó una llavecita del interior de su capa y abrió las esposas que aprisionaban las manos de ella. Entregó las esposas a Liam y después tomó la mano izquierda de Juliana, levantándola y obligando a Juliana a extender su brazo. Y luego, todo fue tan inesperado y sucedió tan rápido que Lug no pudo reaccionar para evitarlo.

Drummond extendió la mano que no sostenía a Juliana hacia Brod MacNeal, quien sacó un enorme machete de debajo de su capa y se lo pasó. El gran Maestre levantó el arma, la plateada y afilada hoja, brillando ominosamente al reflejar la luz de los vehículos. Sin dudar y sin dar tiempo a que los demás adivinaran su intención, asestó el golpe que cortó limpiamente la mano de Juliana.

—¡¡¡¡¡Nooooooo!!!!!— gritaron Lug y Liam al unísono.

Augusto se bajó del coche y se acercó corriendo. Detuvo sus pasos en seco cuando los tiros de las ametralladoras rebotaron en el cemento a escasos centímetros de sus pies.

—¡¡¡Mamá!!!— gritó con frustración, congelado en el medio del puente, sin atreverse a dar otro paso y ser acribillado sin compasión.

Juliana cayó de rodillas, con gritos desesperados, ahogados por la mordaza, llevando el muñón que sangraba a raudales hacia su pecho, llorando y temblando sin parar. Drummond arrojó la mano cercenada al río, y en una rápida maniobra, tomó a Juliana del cabello y le apoyó el machete en el cuello.

—I SAID, I WANT THAT TRINKET— repitió Drummond, pronunciando cada palabra como si fuera una sentencia de muerte—. She can live without a hand, but I do not think she can make it without her head.

Lug no necesitó traducción para comprender la amenaza. Con manos temblorosas, se sacó el colgante con el cabello de su hija y lo entregó a Drummond.

—No, no, no...— murmuró Augusto con los puños cerrados, conteniendo su furia.

—You gave me your word...— protestó Liam desde atrás, acusando a su tío de haber roto su palabra. Él le había prometido que Juliana no sería dañada si él cooperaba en todo con la Hermandad.

Drummond no se molestó en contestarle. Estaba demasiado interesado por estudiar el objeto que Lug le había entregado. Dos de los matones tomaron a Lug de los brazos y le esposaron las manos a la espalda. Augusto hizo el intento de dar otro paso, pero se contuvo al ver las ametralladoras apuntando a su cabeza. No entendía qué había pasado, no comprendía por qué Lug no había podido dominar a Drummond.

—This was not part of the deal. I had conditions— siguió protestando Liam.

Drummond lanzó una carcajada y abofeteó con fuerza a Liam:

—Shut up, you stupid addict, and get in the car!— le gruñó.

—Vamos, obedece a tu tío— le dijo su padre—. Entra en el automóvil. Esto terminó.

—No— se negó Liam—, no cooperaré más.

—Si quieres que tus amigos salgan con vida de aquí, harás lo que se te diga— lo amenazó su padre—. Entre más tiempo te demoras en obedecer, más sangre pierde ella.

Liam tragó saliva, y con lágrimas en los ojos debajo de su máscara, se dirigió a la limusina y se subió. Lug fue arrastrado también a la limusina y arrojado adentro. Brod MacNeal subió casi al mismo tiempo por el otro lado. Abrió un compartimiento del que sacó una jeringa y se la inyectó a Lug en el cuello, quien perdió la conciencia en segundos. El último en subir fue Drummond, quien entregó el ensangrentado machete a su cuñado para que lo guardara.

Augusto vio a los matones volver a sus camionetas y dar la vuelta para retirarse por donde habían llegado, seguidos de la negra limusina. Corrió llorando hasta su madre, que había quedado de rodillas en medio del puente. Se sacó la chaqueta y luego la camiseta de algodón que llevaba para envolver con ella el muñón sangrante. Le desató la mordaza que le cubría la boca y la alzó en brazos. La llevó rápidamente hasta el coche y la depositó con suavidad en el asiento del acompañante, partiendo del lugar a toda velocidad.

EL SELLO DE PODER - Libro V de la SAGA DE LUGDove le storie prendono vita. Scoprilo ora