Cuarta Parte: LLEWELYN - CAPÍTULO 35

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CAPÍTULO 35

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CAPÍTULO 35

Cormac apretó los labios y dobló la nota de Dana, poniéndola en su bolsillo:

—No me gusta ir contra las órdenes de tu padre, Llew— dijo—, pero tu madre ha invocado algo a lo que no me puedo negar.

Llewelyn se preguntó qué habría dicho la nota para ablandar así la vehemente negativa de Cormac a hablarle sobre la profecía.

—Siéntate por favor— lo invitó Cormac—. Haré que nos traigan algo de comer.

—Gracias— dijo Llewelyn, sentándose en un mullido sillón cerca de una ventana en la enorme biblioteca del castillo de Tiresias. Estaba agradecido con el ofrecimiento de alimento pues no había comido nada desde su entrevista con Govannon esa mañana y estaba famélico.

Cormac fue hasta la puerta de la biblioteca y asomó la cabeza hacia el pasillo, murmurando unas órdenes al guardia allí apostado. Luego la cerró y la trabó por dentro para que no los molestaran, volviendo hacia donde estaba Llewelyn y sentándose en un sillón similar, frente al muchacho.

—¿Cómo está Marga?— preguntó Llewelyn.

—Por favor, no uses ese nombre aquí— le advirtió Cormac—. Madeleine está bien, desde que murió el duque, se ha hecho cargo del castillo y ha tomado su lugar en el Concejo de Colportor. Ha aceptado sus visiones y las usa para beneficio de todos, evitando accidentes, previendo malas épocas para las cosechas y esas cosas. Las tierras de Tiresias nunca han visto un florecimiento como este.

—Mi padre debe estar orgulloso.

—Tu padre no ha querido verla en años.

—¿Todavía le guarda rencor?

—No creo que sea tanto una cuestión de rencor como de culpa por lo que le hizo a su memoria. He tratado de convencerlo de que hizo bien, de que hicimos bien, pero no lo he logrado en todos estos años.

—Todos tenemos culpas con las que cargamos toda la vida, Cormac— se ensombreció el rostro de Llewelyn.

—Pues no debería ser así— le replicó Cormac—, y menos en tu caso.

—No vine a hablar de eso— lo cortó Llewelyn.

Cormac asintió en silencio.

—Háblame de la profecía que tiene a mi padre con los pelos de punta— pidió Llewelyn.

En ese momento, golpearon la puerta.

—Un momento— dijo Cormac. Fue hasta la puerta, la abrió y recibió una bandeja de un sirviente, volviéndola a cerrar y trabar—. ¿Me ayudas?— le pidió a Llewelyn.

—Claro.

—Trae esa mesita hacia acá— señaló Cormac.

Cuando Llewelyn terminó de acomodar la pequeña mesa entre los dos sillones junto a la ventana, Cormac apoyó la bandeja en ella.

EL SELLO DE PODER - Libro V de la SAGA DE LUGWhere stories live. Discover now